Zapatos grandes

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Zapatos grandes

Resulta atípico que una persona llegando a posiciones de poder lo ejerza con sencillez. Es como una maldición lo que recae sobre los políticos

Hace unos días desayunaba con unos amigos cuando escuché el sonido de alguien que caminaba con zapatos más grandes que los que correspondían a su talla. Se trataba de un jovencito casi niño que acompañaba a sus padres y hermanos pequeños en la mesa contigua. Cada vez que se levantaba para recoger del buffet un platillo, se escuchaba el sonido de su caminar “chacualeando”.
Eran zapatos que seguramente le había prestado su papá, concluimos los que estábamos reunidos a la mesa. Por eso le quedaban grandes.

Recordé mi época de púber y la sensación de admirar a mi padre e imitarle hasta donde se podía así que la situación me pareció fantástica. Pero el pensamiento relacional que nunca me abandona, me hizo recordar a funcionarios cuyo desempeño los hace parecer que caminaran con zapatos más grandes que los de su talla.

¿Cómo explicar la ambición que tienen algunas personas para postularse por un puesto de elección popular? ¿El deseo de servir a los demás? ¿El deseo de trascender? 

Resulta atípico que una persona llegando a posiciones de poder lo ejerza con sencillez. Es como una maldición lo que recae sobre los que llegan a ser representantes políticos de una comunidad en cualquier nivel territorial que se transforman en alguien distinto.

He conocido personas con buena salud emocional que luego de que logran su sueño de alcanzar el poder gozan cuando se refieren a ellos o a ellas, como el señor alcalde, o la señora alcaldesa, o el señor gobernador, o la señora senadora, pues en esos trances de protocolo inflado, inflaman su autoestima y enferman de soberbia. 

Pasan por mi mente los séquitos de algunos  ex gobernadores de Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas, en los que no solamente había personal de seguridad sino alguna joven mujer en calidad de asesora de esto, o de lo otro.

No es exclusivo de nuestro país este tipo de políticos de oropel a los que les han quedado los zapatos de la responsabilidad pública, bastante grandes. Además no es exclusivo de varones.
Políticas sudamericanas como Dilma Rousseff, de Brasil, y Cristina Fernández de Kirchner, de Argentina, han perdido el poder, y desde su calzado de alto tacón caen con tanto estrépito que no vuelven a levantarse.

Con suerte próximamente Nicolás Maduro en Venezuela caerá de su posición de poder. Éltiene una estatura de casi dos metros y caerá sin necesidad de preocuparse por los pequeños tacones de sus zapatos, porque se precipitará desde la altura de su ignorancia.

El poder es para hacer amigos, dicen unos, o para hacer negocios, dicen otros. Pero pocos de los cercanos miembros del círculo de influyentes amigos de los que los que ostentan el poder político tienen la noción de que es para servir.  

No sólo a personajes públicos les quedan grandes los zapatos. A nuestro lado concurren personas cuyas tareas no son bien realizadas o por lo menos no de manera entusiasta.

No asumir en la vida cotidiana lo que nos corresponde hacer, es reprobable. Los que engendran hijos y los abandonan; los que no cumplen sus tareas laborales; los que no pagan impuestos; los que esperan que otros resuelvan sus problemas; y los que no cumplen con sus citas; los que predican con el ejemplo de otros pero no son capaces de ser ejemplares.

Esto no significa que no sea sano “ponernos en los zapatos de los demás” siempre y cuando los traigan bien puestos. 

Mientras que al jovencito que mencioné al principio le quedaban grandes sus zapatos y eso era gracioso,cuando los zapatos quedan figuradamente grandes a personas pagadas por   nuestros impuestos, nos hacen desear lanzarles los nuestros. Hay quien ha inspirado una escultura al haber lanzado un zapato a una persona corrupta. No en México, ¡claro!