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Yo le quité una brujería a los Saraperos: Doña Adela
Saltillo, Coahuila. Para trabajar Adela tiene dos reglas: no cobrar y dejar de preguntar a las cartas cuando hay malas noticias.
A las 12 del mediodía la cochera de la casa y un cuarto habilitado como sala de espera, están llenos. Unas 30 personas esperan que la gurú de las cartas les remedie sus males con una barrida o una zarandeada con hierbas curativas.
En una pequeña oficina medianamente oscura Adela lee las cartas a una mujer que espera impaciente saber de su futuro. En este lugar, que no sobrepasa los tres metros de diámetro, las paredes están cubiertas por imágenes de Jesucristo, la Virgen de Guadalupe y la Santa Muerte.
El altar donde está colocada la imagen de la Virgen de Guadalupe tiene como ofrendas siete manzanas rojas y decenas de veladoras de colores que están encendidas. Un florero improvisado con una lata de aluminio también ofrece un ramo de claveles y rosas de color rosa pastel, y el aroma del incienso se confunde con los olores del guisado que está cociéndose en la cocina.
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“Pásale, ahorita te atiendo”, —y ofrece una silla arrinconada bajo una escultura de la Santa Muerte.
Este día, como cualquier otro, habrá empezado a las ocho de la mañana y terminará a las nueve de la noche.
Adela, una mujer bajita y robusta, empieza a contar cómo en su familia no son nuevos los hechizos de amor ni las curaciones para aliviar enfermedades sin cura. Su bisabuela Tranquilina fue la curandera más famosa y acertada en el pueblo El Venado, Zacatecas. La tradición de bañarse con hierbas para alejar las malas vibras era común, pues por siete días tenían que hervir agua con romero y ruda, y pasarse un huevo haciendo señales de cruz por todo el cuerpo.
Su adolescencia la pasó observando y aprendiendo cómo su madre echaba las cartas a la gente con apuros, así que a sus 14 años ya hacía conjuros para las mujeres obsesionadas que no conseguían el amor de un hombre.
Su madre también le enseñó el significado de las 48 cartas de la baraja española y le confió una técnica diferente para ser más acertada.
“Mi mamá las echaba en copa. Cuando alguien quiera una lectura de cartas debe estar muy segura de lo que quiere saber, esto no es un juego como convirtieron a la ouija”, dice.
Las manos pequeñas y gruesas de Adela tocan la mesa cuando asegura que no todas las personas saben echar las cartas, porque no todos tienen ese don.
“Dios no me dio bonito cuerpo ni bonita cara, pero a mis 57 años tengo una memoria privilegiada porque nada se me olvida y siempre tengo mis sentidos en alerta, —y presume que desde niña desarrolló esa capacidad.
Su madre decía que la lectura de cartas y las curaciones debían hacerse entre la familia, pero no comercializar con el don que Dios le había dado; y así lo ha hecho durante los más de 32 años que se ha dedicado a comunicarse con las cartas.
“Yo no cobro, pero lo que la gente me quiera pagar está bien”, dice.
—¿Cuánto es lo máximo que sus clientes le han ofrecido por sus servicios?, —por momentos Adela se resiste a contar.
“Que tu mano derecha nunca se entere de lo que hace tu mano izquierda. Pero está bien, te voy a decir”.
Mientras lleva su mano derecha a la barbilla, recuerda que hasta hace dos meses un ejidatario de Zacatecas le pidió ayuda para que le fuera bien en la venta de unas tierras en la región.
“Doña Adelita, deme su nombre completo porque le quiero hacer un regalo”, —y más tarde le entregó un cheque por 100 mil pesos.
La mujer se asombró de la cantidad de dinero que recibía por la gratitud del hombre, luego se enteró por la prensa zacatecana que el negocio del que hablaba el ejidatario le había dejado ganancias por 10 millones de pesos.
Adela ha cobrado fama entre las personas que la recomiendan por ser acertada. Es común que reciba visitas de creyentes que viajan desde San Luis Potosí, Zacatecas, Nuevo León y recientemente de Tamaulipas.
No hace mucho tiempo un hombre se trasladó desde Matamoros, Tamaulipas para preguntarle por su hijo desaparecido. Las esperanzas de encontrarlo vivo se reducían en una entidad donde la Secretaría de Gobernación reporta 44 hombres desaparecidos por cada 100 habitantes.
“Todos se lo daban por muerto, pero cuando le eché las cartas salió que el muchacho estaba con vida y pronto se tendrían noticias de él”, luego el hombre que la había consultado le entregó 10 mil pesos en agradecimiento porque su hijo había aparecido en un albergue para indigentes.
Adela pasó de hacer conjuros de amor y limpias para curar enfermedades, a preguntar a la baraja española por personas desaparecidas. Hasta hace 4 años de las 50 consultas diarias en promedio, 10 eran para saber ¿dónde están?
“Venían a preguntar con muchísima fe por familias enteras que estaban desaparecidas”, —y saca una veladora con parafina verde que tiene pegada una oración para suplicar por la aparición de las personas secuestradas o desparecidas.
“Gracias a Dios se ha ido deteniendo, ahorita sí viene gente a preguntar por sus desaparecidos, pero ya no es como antes”, dice.
Adela advierte a sus pacientes que cuando las cartas Tres de Bastos y el As de Espadas salgan hacia abajo, mejor dejen de preguntar, porque no habrá buenas noticias.
“Me enseñas una foto de él o una prenda, tiras las cartas, las divides en tres montones pequeños y en el que quede en medio dirá la verdad. Si no sale en este montoncito, búscalo, porque está vivo, pero si aparece, mejor ni lo busques y eleva una oración por él”, recomienda.
Entre los pacientes de Adela hay alcaldes de Nuevo León, exalcaldes de Coahuila, empresarios y grupos musicales a quienes les han aventado gallinas negras, urracas, sangre de animal y les han estrellado huevos en los camiones.
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“Yo conozco dos políticos muy famosos de Monterrey, ellos vienen aquí porque les tienen envidia o porque les han ido a aventar mugrero o los han amenazado y sobre todo, porque sienten ese decaimiento y ganas de no seguir”, revela.
Otro de sus fieles clientes es un empresario regiomontano dueño de una compañía telefónica, al que visita para hacerle limpias cada domingo en Monterrey. Ella advierte que no puede revelar sus identidades, porque eso le costaría romper una promesa, así que prefiere hablar de ellos desde el anonimato.
Lo que sí tiene muy presente fue cómo hace un par de años un hombre con poder en el equipo de beisbol Los Saraperos le pidió que fuera al estadio Francisco I. Madero para que descubriera por qué el equipo no lograba ganar la temporada.
En el campo de juego Adela encontró una gallina negra que había sido enterrada por un exjugador centroamericano que había desertado del equipo desde hacía tiempo.
“A él lo despidieron porque tuvo un problema con el mánager y una persona encargada del aseo vio cómo hacía el trabajo en medio del campo”, recuerda.
Después de los trabajos que ha hecho para revertir hechizos y brujerías, normaliza que la gente sea capaz de cualquier cosa, incluso de atacarla. No le tiene miedo a la muerte, porque ella también la ha visto en sueños, aunque dice que su hora no ha llegado.