Yo iconoclasta
Usted está aquí
Yo iconoclasta
Hace unos días, con motivo de la Pascua, expresé en redes sociales un deseo sincero: “Si tan sólo la gente destruyera a Jesús como símbolo”.
Mas no estoy seguro si todos lo entendieron como quisiera yo que se entendiera. Me explico: Si Jesús existió en verdad o es sólo un mito creado a partir de otras tradiciones similares más antiguas, no es algo que me corresponda a mí demostrar aquí.
Empero, pese a la ojeriza que le guardo a las religiones, puedo decir que encuentro la parte evangélica de la Biblia mucho más edificante que, digamos, el Antiguo Testamento.
Es decir, la idea de un Dios hecho hombre, realizando prodigios y predicando cosas chéveres me parece mil veces más constructiva que la noción del Dios iracundo, el de las plagas y los diluvios, el Dios que destruye ciudades enteras, que tiene un pueblo favorito y que, en señal de adoración, exige algunas extravagancias:
—¡Abraham, ve a la montaña de Moria y sacrifica a tu hijo Isaac!
—¿Al buen Isaac? ¿Qué tal mejor al descarriado de Ismael? ¿O no prefieres mejor, Señor, un buen carnero y un I-pad casi nuevecito?
Por pasajes difíciles de entender como éste debe ser que nuestra tradición católica se enfoca más en la vida de Cristo “Jebús”.
Podría yo vivir con eso, después de todo, las enseñanzas del Nazareno son coherentes, llanas y prácticas. Se resumen en amar al prójimo. Y seamos honestos, no necesita venir el Hijo de Dios para decirnos que es malo robar o matar.
¡Eso lo pudimos deducir solitos! Por desgracia, el poder disuasivo de Jehová y su Unigénito tiene la misma efectividad que los sermones de un padre de familia sobre el sexo premarital: ninguna.
El problema viene cuando se convierte a Dios (o a su Hijo) en un símbolo, en una patente, en una marca registrada. Ya sea el guapo hombre caucásico de barba y ojos claros, la Cruz, el pescadito que pegan en la parte posterior del automóvil, su simple nombre o alguna de sus muchas citas citables, cualquiera puede apropiarse de estos símbolos para reinterpretarlos y ofertarlos como una nueva y (ésta sí) la auténtica vía de Salvación Eterna (cada quién asegura que su método es el bueno).
Lo cierto es que a nadie, a nadie absolutamente se le pide que viva u obre de acuerdo a las enseñanzas del Mesías. No (qué bueno fuera, sería otro el mundo). Todo lo que se nos pide en cambio es sojuzgarnos, persignarnos, humillarnos, reverenciar y mostrar absoluta sumisión a estos símbolos (vale también para quienes dicen no adorar imágenes, pues el puro nombre de Cristo alcanza para ser igual de idólatra).
Así, el que detenta el símbolo, maneja al rebaño, ya sea para conducirnos a una guerra o para ordeñarnos el dinero. Incluso, para darle legitimidad a un régimen: Las rancias monarquías europeas, como la británica, se fundamentan en la idea de que Dios le confirió a cierto linaje la prerrogativa de gobernar (dígame si no es ello una reverenda chupaleta). Pero la gente lo ha aceptado gracias a que la Iglesia —Anglicana, Ortodoxa, la que sea— se ostenta dueña de esa bella propiedad intelectual (God and all related names, logos and characters) y por ende, de la clave para la Vida Eterna.
Resultó luego que algunos regímenes republicanos buscaron afianzar su poder haciendo mancuerna con Dios y compañía, pero viendo el benemérito que era malo todo aquello, realizó una categórica y definitiva división de Iglesia y Gobierno, y declaró el Estado Laico.
Hace apenas unas semanas, con la visita papal y el desfile de políticos y desgobernantes que acudieron a su besamanos, nos percatamos de que Juárez y el Estado Laico les andan valiendo a todos puritita hostia. Y si desde la
Presidencia se sienta semejante precedente, es luz verde para que cualquier señor feudal haga lo propio. Vea:
Se criticó en días pasados la presencia del alcalde de Saltillo, Isidro “Chilo” López, en un acto eminentemente religioso (Encuentro de Jóvenes Cristianos Somos Tu Voz).
“El Amor de Cristo va a hacer que tengamos en este mundo, un mundo de paz y armonía”, dijo el Alcalde de Saraperópolis. Y no sé si haya sido una honesta expresión de su fe o el hecho de que ya ande trepado en las sillitas voladoras, pensando en alguna candidatura futura, y quiera ir cosechando adeptos (los votos católicos son tan buenos como los cristianos).
Pero al menos, entiendo, lo hizo a título personal y en su tiempo libre. No fue como que le entregara las llaves de Saltillo a Nuestro Señor. Aún así, ello le valió a Isidro López algunos reproches en la prensa.
No obstante, y al mismo tiempo, el Gobierno del Estado, con logotipos y todo, invitaba a la Procesión del Silencio en el municipio de Viesca. So pretexto de tratarse de un evento cultural y turístico, el Gobierno lo incorporó a su agenda, pese a que no debería nunca, bajo ninguna circunstancia intervenir, mezclarse, involucrarse ni asociarse en ninguna forma con una expresión nacida de las creencias populares.
Pero claro que eso no se lo amonestó nadie al Gobierno Estatal porque… Bueno, ya sabemos cómo se las gastan por aquí.
En fin, concluyamos: Dado que todo lo que podemos hacer con un ejemplo es seguirlo (o no) y el símbolo es en cambio susceptible de ser usurpado por cualquier timador para lucrar con él, es por ello que abogo por destruir a Jesús como símbolo, no a su ejemplo.
facebook.com/enrique.abasolo