Yendo al cine solo

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Yendo al cine solo

El mundo se divide en muchos tipos de personas: trekkies o fans de Star Wars, amantes de los perros o de los gatos, madrugadores o animales nocturnos, gente que prefiere la multitud frente a la pantalla de cine o quienes miran películas a solas en la sala. Dentro de estos últimos, puede haber muchas razones para encontrarse, de pronto, solo, mirando una película.

1. Nunca me gustó la idea de sentirme sin compañía en una sala de cine, pero siempre hay una primera vez para todo. En mi caso, afortunadamente se trató de Star Wars. Lo malo, además de soportar a un amontón de niños malcriados en esa función de matiné: se trataba del Episodio III. Lo bueno: que esta película es la mejor (de las más recientes) de esta saga.

2. Pasaron muchos años antes de que volviera a animarme a entrar sin compañía a una sala de cine. Me tocó ver “Black Swan” en la segunda ocasión. Recién había llegado a vivir al DF y, como no tenía ningún amigo a la mano, no me quedó más que aguantarme. ¿Por qué fui a verla, si bien pude comprarla pirata? Sencillo: me sentía solo.

3. Dice Douglas Coupland que una de las mayores ironías de la vida consiste en que cuando uno se siente solo es cuando más se debe procurar la soledad. Recuerdo esto, sobre todo los domingos, cuando la ciudad parece vaciarse, víctima de una plaga. Cualquier urbe, grande o pequeña, comparte tal particularidad: esa muerte dominical.

4. El caso contrario se da en los parques. Esos sí que están llenos los domingos, y puede verse en ellos cualquier cosa, como dice la canción de la Cabra Mecánica. A mí lo que me da tristeza es que todo parece tan falto de sentido en esas tardes. “Se despide el sol naif de sonrisa pintada... Pienso en ese sol, en su suerte maldita...”, dice la canción.

5. Hay otras tardes que me gustan más, pero no las de domingo. Pienso en algunas tardes que particularmente me han gustado, pero al final me quedo con las mañanas. Puedo ser un idiota casi todo el día, pero cuando despierto me permito ser espiritual. Ver la luz del sol que entra por las ventanas de mi departamento, poner música y darme una ducha larga. Pocas cosas se comparan a esa calma antes de salir a la calle y enfrentarme a lo que sea que me esté esperando allá afuera. “Si no me falta la esperanza gracias a la mañana, yo no necesito poder”, canta la Mala Rodríguez.

6. Caminando o en el transporte público sigo disfrutando el sol, lo imagino ilúminandome el rostro aunque el día esté nublado o me encuentre atrapado en un tunel vehícular. Me imagino que soy uno de los personajes de “Los lunes al sol”, aunque mi semana laboral inicie en miércoles, no esté en paro y mi ferry sea un vagón del metro. Prefiero las mañanas, me hacen sentir menos solo. No como el cine.