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Ya no hay dilema

“¿Ser o no ser?” Se preguntaba obsesivamente Hamlet en su monólogo. Una pregunta que sintetiza de manera genial todos los dilemas que enfrentamos los humanos de mil maneras y en mil circunstancias… y que evitamos, diluimos, posponemos o ignoramos de manera imperdonable, ya que  la vida se cobra siempre al final.

Es el ineludible principio de contradicción de cada ser: ¿eres árbol o eres piedra?, ¿eres mariposa o eres flor?, ¿eres ciudadano o eres…qué?

A fin de cuentas esa es la pregunta de mañana que se puede pintar de diferentes colores, argumentar con diferentes ideologías, justificar con necesidades de hambre y sed de tinacos o de justicia social, excusar con verdades a medias o con medianas razones.

“¿Eres ciudadano o ya no te importa serlo?, ¿estás cansado de soñarlo, procurarlo, intentarlo o simplemente no has alcanzado a comprender su valor, su dignidad y su sangre de libertad que hace sobrevivir la cárcel y el campo de concentración como Mandela y Victor Frankl?” Este es el dilema de mañana.

El hombre tiene la dignidad del ser humano, pero puede ser un esclavo de los poderosos reyes, caciques, dictadores o mercaderes del presupuesto. La República consagró su libertad cuando le regresó el fuego de la ciudadanía, un derecho irrenunciable a participar del bien común y una responsabilidad ineludible de construirlo.

El fuego de la ciudadanía ilumina la conciencia de cada adulto y le exige ser ciudadano elector, no un títere que solamente consume las migajas del bien común que le arrojan  los usurpadores y los corruptos.

El fuego de la ciudadanía enciende la pasión de ser libre para elegir y correr el riesgo de equivocarse, de apoyar lo que otros consideran mentira, robo, engaño, ilusión, utopía, ingenuidad o ignorancia… pero a fin de cuentas ese elegir es multiplicar el fuego de la libertad y del ser ciudadano. Claudicar con esa antorcha en la mano es cultivar la oscuridad donde se muere la democracia y crece la corrupción.

Hace cincuenta años el Ing. Heberto Castillo nos encendió el fuego de  la conciencia ciudadana a unos cientos de universitarios cuando en un mitin nos preguntó: ¿Conocen ustedes sus garantías individuales? Esa noche descubrimos que podíamos elegir un sistema político justo y democrático. Desde entonces el fuego de la libertad no fue una  mera pintura de Orozco o Siqueiros, fue el ejercicio de la responsabilidad de ser ciudadanos que exigen y construyen sus garantías. Esa noche se acabó el dilema de ser o no ser ciudadano.

Mañana gozaremos de la vitalidad encendida de nuevo de la ciudadanía coahuilense. Veremos que ya no hay dilema de ser o no ser, hay conciencia, fuego, libertad que nace.