¡Ya me dieron la desgracia!

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¡Ya me dieron la desgracia!

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Santiaga Puente Martínez provoca sobresalto entre quienes la rodean, en un apretujado espacio de la calle Cuauhtla. Su grito es desgarrador.

MONTERREY, NL.- En el exterior del penal del Topo Chico abundan las lágrimas. Entre los centenares de personas que se amontonan en el exterior del portón sur, se escuchan repentinamente los estallidos del llanto. 

Santiaga Puente Martínez provoca sobresalto entre quienes la rodean, en un apretujado espacio de la calle Cuauhtla. Su grito es desgarrador. Le acaban de notificar que su pareja, Oliver Estif Rodríguez Herrera, es uno de los 49 internos asesinados en el motín ocurrido durante la noche del miércoles y la madrugada del jueves. 

Él estaba recluido desde hace dos años por secuestro y no había recibido sentencia. La mujer dice que le notificaron que su cuerpo era de los que estaban tendidos en una cancha de futbol del interior, donde fueron colocados los cadáveres masacrados. 

Una acompañante consuela a Santiaga, quien grita con la garganta desgarrada. Mientras gime, habla con fuerza y todos la escuchan: “¡Ya me dieron la desgracia!” La negación la llena por completo.