Y lo que falta

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Y lo que falta

La debacle priísta del 5 de junio dejó sus efectos mucho más allá de los estados donde hubo elecciones. Aquí en Coahuila por ejemplo ya abortó el proyecto de imponer candidato para la renovación de la gubernatura. Dicho por los mismos franquiciatarios actuales de la marca, ya no se va a poder entregarle la nominación al alcalde de Torreón.

Ya sabemos que si algo distingue a la actual administración, asumiendo que rebasa un sexenio, es no reconocer nunca un error ni una derrota. Pero en esta ocasión rompieron el script y mandaron decir, a través de una declaración concertada, y difundida en el diario oficial, que ya no hay condiciones para ejercer el poder autónomo, y que ahora les gustaría armar una simulación de elección interna, para que con sus mejores mañas y trapacerías electorales, la especialidad de la casa, tratar de inducir la designación de su delfín. 

No había espacio ya para que la propuesta la hiciera uno o una del primer círculo de la gendarmería político partidista que rodea al inquilino del principal despacho de Palacio Rosa. Agotada la credibilidad, ahora tuvieron el pudor, más bien la necesidad  de aprovechar las ansías de novillero de un dirigente municipal.   

Nos mandaron decir a todos, que ya no va lo van a intentar por la vía del nocaut, ni de la decisión unánime, ahora se conforman con una decisión dividida. Efecto demoledor de la exhibida nacional que se le dio al desgaste priista que ha ocasionado a nivel local, en muchas entidades, el ejercicio virreinal de las gubernaturas.

El hartazgo aquí es muy superior al de otras latitudes. Se arrastran muchas cuentas pendientes, y sobre todo el muy antipático y prepotente estilo de gobernar, aderezado siempre con un toque de simpleza y soberbia. Muestra reciente de ello la celebración del día de la libertad de prensa, a tan solo unos días del atentado contra los directivos de VANGUARDIA, o a la persecución intimidatoria contra una columnista a la que han obligado a refugiarse en las redes sociales, al cerrarle sus espacios habituales durante muchos años. Desde el poder se habló de libertad sin saber ocultar el tono de burla. Así son ellos.

No conformes con haber manchado y deteriorado al máximo las siglas y los colores de su partido, ahora quieren propiciar una confrontación interna, para tener espacio propicio en el uso de recursos públicos, del chantaje y la manipulación, de construir la posibilidad de ganar artificiosamente para su proyecto la candidatura, y obligar a los demás contendientes a sumarse a ello. Sueño imposible.

Pronto ha respondido el CEN: no es momento de alentar la división. También desde insurgentes norte se ha establecido que en su diagnóstico – el que cuenta para tomar decisiones – no hay manera de ganar la elección con el solo respaldo de la estructura territorial priísta. Más claro ni el agua. No han sabido – a lo mejor ni podido – acercarse al ciudadano. Porque les incomoda el cuestionamiento, la crítica, el debate. 

Quienes gobiernan actualmente nuestro estado conciben al PRI como una estructura sometida y dócil. Sin derecho a decir nada. Un espejo generoso donde solo se reflejen rasgos agradables, y sonrisas de poder. Una cosa es el PRI gobernante de Coahuila y otra cosa muy diferente el priismo coahuilense. De la ciudadanía mejor ni hablemos. Sería rudeza innecesaria.

Así como en nuestros vecinos Chihuahua y Durango, el humor social originado por la percepción del votante sobre sus gobiernos actuales facilitó las condiciones a la oposición, aquí en Coahuila el PRI deberá enfrentar con toda responsabilidad el delicado ejercicio de la selección de su candidato. Afortunadamente ya se disuelve la posibilidad de una imposición por parte de quien todavía gobierna. Ya mandó decir que no se va a poder.  

El tsunami de hace dos semanas acabó también con la posibilidad de incorporar a los activos del partido a una camada de gobernadores. Todos los que se van perdiendo no tienen ya posibilidades de seguir la carrera política. Qué pena por ellos y sus estados.

Vigentes de manera preponderante muy pocos exgobernadores priístas: El propio Presidente de la República, el Secretario de Gobernación, el líder nacional del PRI, el coordinador de la mayoría priísta en la Cámara de Diputados, el titular de Sagarpa, el Embajador de México en Cuba, el Director del ISSSTE, y párele de contar. Los demás a salto de mata, librando procesos judiciales, en el descredito total o en el ostracismo obligado.  

Rumbo a la elección del año que entra el reloj sigue su marcha. El tiempo se agota. Los que actualmente se ostentan como dueños del PRI en el estado están perdidos en su propio laberinto. Terminarán vencidos por la circunstancias. Tic, tac, tic, tac...