¿Y el humanismo en la educación?
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¿Y el humanismo en la educación?
La palabra “humanismo” fue acuñada en el siglo 19 aún cuando el fenómeno que se identifica de esa manera había nacido en el siglo 14. Tiene el inconveniente de todos los “ismos”. Desde hace un tiempo todos los ismos me resultan sospechosos de atentados contra la inteligencia. Los ismos encajonan el pensamiento y a sus portadores en celdas.
“Humanista” había aparecido antes que humanismo, a comienzos del siglo 16 (Ferrater, 1979), para referirse a quienes destacaban en el estudio de las artes liberales; esto es, historia, poesia, rétorica, gramática, literatura y filosofía moral. Si humanistas fueron Tetrarca (1304-1374), Boccaccio (1313-1375), Salutat (1331-1406), también los humanistas fueron anteriores a su clasificación, como si las obras de la inventiva humana debieran primero florecer para luego ser encasilladas. Este humanismo, se difundió gracias a la tecnología; fue la imprenta la que permitió recobrar el pensamiento clásico y la que permitió que Homero, Platón, Aristóteles, Virgilio y muchos otros fueran leídos y releídos, y se recuperara el espíritu de los clásicos.
Debe decirse que los humanistas leyeron más a los marginales que a los clásicos ortodoxos. Es muy difícil resumir las innovaciones y aportes de este humanismo, pero podríamos decir que si algo introdujo en el mundo fue la revaloración del hombre al servicio de la humanidad. Fue el interés por las cosas mundanas lo que caracterizaría al humanismo, y será ese interés secular, que había estado perdido por más de un milenio a causa de la preocupación del cristianismo por el destino final de las almas, lo que había hecho perder el atractivo por el tipo de vida que se podía lograr en la tierra.
Recordemos que del siglo 8 al siglo 16, el pensamiento tenía derechos reservados, la interpretación de la filosofía clásica era exclusiva de los pensadores cristianos, se buscaba conciliar el racionalismo griego con el pensamiento católico, solamente las clases privilegiadas tenían derechos. Las propiedades se adquirían mediante la guerra, el concepto de Estado y de soberanía, según el derecho romano había desaparecido. No había naciones como tales, el poder estaba totalmente descentralizado, los señores feudales lo detentaban.
Basta con recordar el llamado “derecho de pernada”, en síntesis imperaba un rígido sistema de clases sociales. El siervo solo disfrutaba de la tenencia de la tierra, el señor feudal lo defendía de otros señores feudales o de los depredadores de otras tierras. Los monopolios, teniendo como punto de soporte a los gremios, manipulaban los productos. El comercio y el crédito estaban prohibidos por la Iglesia que desempeñaba el papel más importante institucionalmente hablando y su poder era único, centralizado e ilimitado. Los efectos fueron muchos, intelectuales y materiales, que hasta hoy soportan lo que es nuestra sociedad moderna. ¿Y el ser humano?
El Renacimiento pone fin al hartazgo social y a la hegemonía de las instituciones, que parte del resurgimiento de la cultura clásica. Todo comienza a matematizarse y las explicaciones que se dan en este tiempo son a través de la aplicación de hipótesis matemáticas a la naturaleza. Teniendo como base el método experimental, la geometrización del espacio y el modelo mecanicista, se da la universalización de las ciencias naturales que se van separando de las ciencias teológicas y filosóficas. La ruptura renacentista supone la ruptura con la ciencia antigua y medieval, así lo propone Francis Bacon, en su publicación La Gran Restauración en 1620, donde pone de manifiesto que el dominio de la naturaleza y el motor de la ciencia es la curiosidad.
Es así como aparece la idea de la libertad como valor fundante de la realización humana. El hartazgo social en muchos ámbitos colabora a la aparición de este nuevo sistema que desembocará en el rompimiento de los paradigmas hasta el momento establecidos. Se pasa del teocentrismo al antropocentrismo.
Al tiempo los paradigmas han cambiado y parece ser que los nuevos vientos llevan a la educación en el mundo a cambiar la fórmula. La aparición del fordismo, la producción en serie, los valores del mercado, la globalización, el hedonismo, lo pragmático, la utilidad, el dinero y en exclusiva lo comprobable, medible y tangible nos vuelven a separar o al menos a cuestionar el valor del ser humano.
¿Es el ser humano el centro del modelo que se propone? ¿O son los valores del mercado la base del nuevo modelo? ¿Porque es importante retomar las ideas del humanismo en la educación y en concreto en el nuevo modelo educativo mexicano?
Las razones son múltiples y variadas, pero el elemento central es que aún persisten diversas causas que mantienen elevado el nivel de sufrimiento humano. Muchos sectores de la sociedad están alejados aún de los beneficios de la riqueza y continúan subsistiendo en la pobreza, esto también incluye a personas de los países ricos (en Estados Unidos el 14 por ciento de la población ésta por debajo de los límites de la pobreza). En muchas regiones del mundo, la tasa de crecimiento de la población ésta por encima del 3 por ciento anual, mientras que en otras (Europa occidental en especial) ésta por debajo del uno por ciento, menos de la tasa necesaria para mantener el equilibrio poblacional.
Este desequilibrio se reflejara en otros aspectos generales de las condiciones de vida, provocando a su vez dificultades para mucha gente y para el ecosistema. Los bosques, las especies animales y vegetales, la democracia, los derechos de las minorías, serán sobrepasados en muy poco tiempo, sino es que ya por la proliferación y el consumo de las drogas. El desempleo, la desigualdad, la discriminación en cualquiera de sus múltiples formas, las formas de esclavitud que aún persisten, la prostitución, la explotación infantil, el tráfico de personas, la trata de blancas, el narcotráfico, el secuestro, las enfermedades, entre otros temas; aunado a la falta de solidaridad, sentido auténtico de paz y de justicia y apego a los valores trascendentes se dará si en la educación y en la sociedad falta una orientación al humanismo.
La humanidad ya no se halla dividida en dos superpotencias pero esto ha complicado más la seguridad de la misma. La creencia dogmática en que el libre mercado puede curar los males sociales no concuerda con la realidad económica, simplemente en México, hay más de 53 millones de compatriotas en extrema pobreza. Siguen los conflictos étnicos y las rivalidades entre grupos tribales con fundamentalismos religiosos, sin embargo urge un nuevo código ético universal con sentido humano, que supere las limitaciones de todo tipo. Poner en el centro de la educación al hombre y no a la tecnología, la utilidad o la productividad traerá consigo un mejor mundo. En ese sentido poco de educa para la solidaridad, poco se educa para palear el nivel del sufrimiento humano en sus múltiples formas. Poco se educa para entender al otro.
Por lo tanto, toda la producción humana, material o inmaterial, debe hacerse pensando en el ser humano como destino y objeto del esfuerzo; pero no en el ser humano idealizado sino en el ser concreto necesitado de bienestar. El bienestar del hombre debe de estar por encima de todo, por eso una educación que se precie ser de calidad y excelencia debe de tener al ser humano como fin de sus búsquedas y de su teleología educativa.
La educación, la ciencia y la tecnología, debe de ser lo más importante en cualquier modelo educativo en el mundo, pero todo esto, sin una referencia al humanismo seguirá generando pobreza y desigualdad a grande escala y de manera particular, que es el sello de la sociedad actual, el desinterés total del hombre por el hombre.