Y cuando despertamos, el avión todavía estaba ahí

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Y cuando despertamos, el avión todavía estaba ahí

La frase utilizada para el título de la presente colaboración es, desde luego, un parafraseo del célebre cuento de Monterroso, el cual sirve de manera inmejorable para retratar el grotesco episodio a cuya conclusión –al menos por ahora– acabamos de asistir en la semana.

Porque el asunto de la “rifa del avión” –sin avión– representa una de esas extravagancias –por decirlo con un término amable– a las cuales son tan afectos los políticos mexicanos, aunque en este caso las cotas a las cuales llevó las cosas el presidente López Obrador se encuentran muy por encima de cualquier exceso cometido en el pasado.

El semanario inglés The Economist lo resumió con una expresión contundente a cual más: “un símbolo de los excesos del pasado se ha convertido en un signo de la ineptitud del presente”, señaló la publicación en un artículo difundido el 10 de septiembre pasado con un título igualmente lapidario: “air show” (show aéreo).

Resulta difícil encontrar un adjetivo distinto al usado por The Economist para calificar a este gobierno. Y el tema del avión es, a no dudarlo, el ejemplo perfecto para entender la incapacidad del equipo encabezado por el Iluminado de Macuspana para cumplir, ya no digamos con las promesas realizadas en campaña, sino al menos para realizar sus tareas cotidianas con el mínimo de eficacia exigible.

Lo he detallado ya en colaboraciones anteriores, pero ahora los datos duros están ahí para evidenciar la monumentalidad del sinsentido y el agravio representado por este episodio para la sociedad mexicana.

De acuerdo con los datos ofrecidos por el propio Gobierno de la República, de los seis millones de cachitos impresos se vendieron 4.68 millones, lo cual equivale a una recaudación de 2 mil 342.9 millones de pesos, pues cada cachito costó 500 pesos.

Este número, por sí solo, sirve para dejar claro cómo el Mesías Tropical no tiene rubor alguno para tirar a la basura el dinero colectivo –o “dinero del pueblo” como él preferiría decirle–: porque de esa “recaudación”, ¡500 millones corresponden a dinero del propio gobierno!

En efecto, como se informó profusamente, el Presidente decidió –con el afán de aminorar el ridículo, suponemos en este espacio– auto comprarse un millón de boletos y con ello tratar de hacer aparecer como “un éxito” un experimento destinado al fracaso de cualquier forma.

Si restamos entonces a “la recaudación total”, los 500 millones sacados de las arcas públicas –con la reserva, desde luego, de enterarnos posteriormente de la organización de una campaña de “aportaciones” por parte de Pío López Obrador para juntar ese monto– pues en realidad solamente se recaudaron 1 mil 842.9 millones… o 157.1 millones por debajo del monto de los premios.

Todo eso, sin contar los gastos de administración, la publicidad y todos los costos inherentes a este, el sorteo más caro de toda la historia de la Lotería Nacional.

Lo peor, sin embargo, no es eso, sino la desfachatez de un Presidente para el cual no cabe duda alguna: el sorteo ¡fue un éxito! Y como lo fue, ¡pues ya está pensando en hacer otro el año próximo!

La realidad, sin embargo, dista mucho de los sueños megalómanos de míster Yo Siempre Tengo Otros Datos: para cumplir el capricho del Presidente debieron invertirse cientos de millones de pesos de recursos públicos, lo cual constituye dinero perdido en la rifa y, además, el avión ahí sigue.

En otras palabras, la cuenta del costo del avión sigue creciendo día a día, mientras un enfebrecido mandatario, totalmente desconectado de la realidad, sigue haciendo cuentas tan alegres como inexistentes: “entonces decir que fue un éxito que el avión… lo dije hace unos días, lo repito: nos va a dar más de 4 mil millones de pesos y todo ese dinero es para la compra de equipo en hospitales públicos”, dijo en su mañanera del jueves pasado.

Porque sorprendentemente ahora el Presidente asegura tener un comprador para el avión, dispuesto a pagar 2 mil millones de pesos por él, aunque nadie –nadie serio, por lo menos– ha ofrecido más de 1 mil 300 millones por la aeronave.

Peor todavía: si el avión no se pudo vender cuando la industria aérea del mundo se encontraba en plena forma, ¡menos ahora!, cuando, si algo sobra, son ofertas de aviones, de todos los colores y sabores, debido a la brutal caída registrada en este sector.

Pero, como sabemos, López Obrador seguro tiene otros datos...

ARISTAS

No hay en este momento, perspectiva suficiente para dimensionar la magnitud del disparate representado por este episodio. Pero algo puede afirmarse desde ahora: se trata de un hecho para los libros de historia. Un suceso del cual hablaremos en algunos años y lo haremos de la única forma posible: asumiéndolo como un agravio monumental para la sociedad mexicana.

¡Feliz fin de semana!

@sibaja3

carredondo@vanguardia.com.mx