¿WV?

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¿WV?

Sinfonías hay muchas, conciertos también; sonatas, estudios, suites y variaciones se cuentan por millares. Sin embargo, los melómanos saben cómo orientarse en este cielo cuajado de música. 

Como si se tratara de coordenadas geográficas, letras y números pueblan los vertiginosos catálogos que gente minuciosa ha elaborado con el afán de ordenar y clasificar las composiciones de los maestros de la música. 

Uno de los términos más recurrentes en los catálogos es el de Opus (obra). Cualquier sonata de Beethoven, por ejemplo, se identifica con un número precedido por la abreviatura Op.. Esta clasificación suele ser propuesta en vida del compositor, ya sea por él mismo o por el editor. Sin embargo, el compendio final es, con frecuencia, impreciso o incompleto, y por lo general es necesaria la intervención de un musicólogo que ponga orden, incluya las obras no publicadas o corrija los opus duplicados. 

El austriaco Ludwig Köchel enumeró las obras de Mozart y procuró inmortalizar su apellido en la lista. Asignó a cada composición un número precedido por las siglas KV: Kochel-Verzeichnis (Catálogo Köchel). Por ejemplo, KV 330 es la clave asignada a una de las sonatas para piano de Mozart. 

Peter Ryom se encargó de la gigantesca obra de Antonio Vivaldi. A la manera de Köchel, incluyó su inicial en la clasificación: RV = Ryom Verzeichnis. En la creación vivaldiana, el RV 451 es un concierto para oboe. ¿No bastaría con decir “concierto para oboe en do mayor” para identificarlo? No, ya que tan solo Vivaldi compuso veinte conciertos para oboe, y siete de ellos están en do mayor, sin hablar de los de Telemann, Haydn, Mozart y otros compositores. 

Las siglas BWV corresponden a Bach-Werke-Verzeichnis: “Catálogo de las obras de Bach”. Elaborada por Wolfgang Schmieder, esta compilación no inmortaliza su apellido y da protagonismo al del compositor. Lo mismo sucede con la clasificación de la música de Telemann y Händel, cuyas obras se identifican con un número precedido por TWV y HWV, respectivamente. 

Los anteriores son tan solo algunos ejemplos de los diversos códigos de las obras musicales. Hay muchos más: Hob. (Hoboken) para las composiciones de Haydn, BuxWV en el caso de Buxtehude, SV (Stattkus Werzeichnis) para Monteverdi... 

Así son las coordenadas para navegar el descomunal firmamento de la música.