Voto inútil

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Voto inútil

Desafío a mis lectores a que presenten evidencia de que votar tiene algún sentido. Al contrario, creo que hemos entrado de lleno a la era del voto inútil. En el fondo, los partidos se mandan solos, actúan en forma amafiada para mantener beneficios económicos que realmente no merecen.

Basta leer un solo ejemplar del periódico, de cualquier día, para obtener noticias que dan sustento a la teoría del voto inútil. Si los diputados quieren carros nuevos, no hay manera de impedir que se los compren. Otro diputado a nivel federal propone una ley para poder traer armas en los autos o de perdido en los negocios, pero sabemos que no va a pasar y, por tanto, no va a cobrar vigencia nunca.

El colapso de la democracia representativa no es exclusivo de México. Los Estados Unidos traen su propia crisis, y lo mismo los ingleses, alemanes españoles y franceses. 

A los países de primer mundo los golpea la migración. A los pobres les golpea el desempleo, la falta de atención médica y hasta la desnutrición. Los partidos se ven impotentes frente a estos nuevos temas de tal manera que no importa quién gane, el problema seguirá igual o peor. 

Puede ser que la inutilidad del voto se note tanto porque ahora nos sentimos mejor informados que nunca. Las fallas son cada vez más notorias y se observan empezando con la Presidencia de la República, pasando por los gobernadores hasta llegar a los alcaldes y regidores. No es que algunos de ellos no quieran hacer algo, simplemente o no saben o no hay con qué hacerlo o están distraídos buscando maximizar sus ingresos por todas las vías posibles.

Los gobernantes cada vez viven económicamente mejor en proporción a los gobernados y la gente de clase media hacia abajo se ve cada vez más apurada para lograr lo indispensable. Entre el avión de súper lujo y un camión de segunda ruidoso y apestoso hay un gran trecho. Hay mucha gente que se pasa seis horas diarias en transportarse. En ese tiempo el Presidente viaja a Nueva York y le sobra. A nadie parace importarle lo uno o lo otro, igual de ofensivo, porque ningún diputado hace algo al respecto.

La frustración ciudadana se derrama por lo que sucede en otras áreas de Gobierno. Por ejemplo, la brecha entre la seguridad con la que cuentan los políticos y la que goza la gente del pueblo se va haciendo más grande. Los primeros son protegidos por guardias que no les cuestan. 

Los ciudadanos, en cambio, son asaltados por los policías uniformados que los esperan a la salida del centro de trabajo para detenerlos y bolsearlos con el mínimo pretexto. No en vano la precepción de inseguridad va en aumento.

La inutilidad del voto se está volviendo una característica de la democracia representativa. Eso de que un mismo diputado represente a doscientas o trescientas mil personas de un distrito como que nomás no checa, pues como no puede complacer a todos opta por complacerse a sí mismo. Darle el voto equivale a darle un mandato para despacharse con la cuchara grande. Los escándalos de los moches siguen sin castigo, esperando que la gente se olvide y se resigne.

La crisis de la que hablo y la salida de la que hablo no son exclusivas de México. Los americanos se sienten atrapados entre dos opciones que convierten su voto en un voto inútil. Casi diríamos que están entre perder mucho y perder demasiado. 

Este ambiente de desesperanza no puede ser bueno. Lo contrasto con el País que podríamos tener si pudiéramos reformar nuestro Gobierno para crear una verdadera democracia participativa. Si contamos las horas hombre que se gastan en los grupos no gubernamentales nos daríamos cuenta la gran cantidad de recursos humanos y materiales que los malos gobiernos nos hace tirar para remediar o parchar lo que no hacen o lo que hacen mal. 

El ideal es muy fácil de expresar. Viviríamos en un País en que el Gobierno dejaría de ser un estorbo y se convertiría en algo muy transparente al grado de casi invisible. 

javierlivas@prodigy.net.mx