Voces resonantes

Usted está aquí

Voces resonantes

Vuelvo a Bustamante –ese pueblo mágico sin etiqueta– con el placer de llegar a la casa que te aguarda para descansar y para hacer remembranzas.

Es invierno y la luna llena es de color magenta, como si el satélite de la Tierra llorase. La contemplo entre las ramas de las nogaleras. Contrasta con la oscuridad y aunque hay estrellas centellantes, la luna, con ese color dramático, atrae la atención de las miradas.

En este pueblo, como en muchos otros de la Cuenca de Burgos, amenazado por la ambición de unos cuantos para fracturar las piedras lutita del subsuelo y obtener gas shale, la vida sigue maravillosamente lenta.

En el engranaje de los recuerdos, pienso en las espléndidas voces cantarinas de Miguel y Cirilo Luna Franco, hermanos de sangre, de tragedia y de esplendor, que integraron el legendario dueto El Palomo y El Gorrión. Nacidos en La Chona, Aramberri, Nuevo León, hicieron una meteórica carrera artística desde su niñez.

Su madre, de quien heredaron el talento musical, tuvo que dejarlos. Siendo muy pequeños anduvieron la legua de la mano de su padre, que tuvo la visión de promoverlos en la radio hasta que fueron descubiertos, y grabaron el tema musical “Ingratos Ojos Míos”, imborrable en la cultura popular mexicana. Don Jesús Luna Rojas, hasta su senectud, cuidó los intereses de sus hijos, quienes no tuvieron infancia porque la fama les llegó temprano.

Conocí a los hermanos Luna ya siendo ellos personas maduras, cuando de visita en la disquera que tuvieron –Discos PAyGO–, Miguel Luna “El Gorrión” me ofreció un café para despertar una verdadera y leal amistad. Laura López, su esposa, era una buena mujer con una historia de vida distinta, pues procedía de una familia de clase media y contaba con una buena educación y una estricta formación por parte de su madre, doña Micaela Ávila.

El amor de Laura y Miguel se conjugó y procreó cuatro hijos: Miguel, Michelle, Roberto y Edwin. “El Gorrión” tenía una inteligencia sorprendente y un agudo sentido del humor. Llegamos a ser como hermanos.

Hubo un tiempo de tres años en que los representé, los llevé a la Ciudad de México para cantar en la casa de Raúl Salinas Lozano, dentro de una fiesta que ofreció para celebrar la unción de su hijo Carlos Salinas de Gortari como Presidente de la República.

Recuerdo que el avión bimotor en que nos trasladaron hacia México se tuvo que regresar porque apenas elevándose el vuelo, falló uno de los motores. En broma, y es algo que ocurrió, dije: mañana en las noticias se escribirá que El Palomo y El Gorrión no sabían volar, porque todo parecía indicar que tendríamos un percance. Para nuestra fortuna, el piloto logró planear aquel avión, y estos artistas de música norteña de culto continuaron presentándose en espectáculos en los que cantaban sin descanso, luciendo sus potentes voces. El extinto historiador Celso Garza Guajardo me llegó a comentar que por su calidad, El Palomo y El Gorrión eran dignos de presentarse en el Palacio de Bellas Artes.

La primera voz aguda del dueto la aportaba Miguel, quien además ejecutaba el acordeón; mientras que la segunda voz grave era la de Cirilo, quien ejecutaba la batería.

Miguel me ofreció ser padrino de bautizo de Edwin, su hijo menor. Por situaciones del destino, la ceremonia religiosa no sucedió. “El Gorrión”, mi amigo entrañable, murió el 5 de agosto de 2010, un día antes de su cumpleaños. En el sepelio volví a ver a Laura, respetable madre de sus hijos.

Ahora en Bustamante de mi corazón, me encontré de nuevo con ella y su hijo Roberto, quien heredó las facultades vocales de su padre y actualmente, junto con su tío Cirilo, está haciendo resurgir el grupo de El Palomo y El Gorrión.

En cuanto a Edwin –a quien no he bautizado–, es el solista de la Trakalosa de Monterrey, agrupación musical en la que destaca su voz intensa y de muchos matices. “El Gorrión” se sentiría muy orgulloso de su éxito. Su bautizo será precisamente en Bustamante.

Miguel y Cirilo Luna Franco, hermanos de sangre, de tragedia y de esplendor, integraron el dueto El Palomo y El Gorrión