Vivir la vida

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Vivir la vida

Usted lo sabe, las redes sociales e internet, no se me dan. Platicar con mis dedos nunca se me ha dado. No tengo nada de redes sociales, Twitter ni esas anchetas de caras y caretas cotidianas que diario hay que actualizar para no estar “muerto o fuera de foco”. Hoy existimos en el mundo una serie de humanos, un puñado de gente primitiva los cuales pertenecemos a eso llamado “Cultura de la resistencia”. No es pose, es vocación. En mi caso, es la vida misma. La apuesta de mi vida misma.

Los que habitamos esta corriente de vida cotidiana, desafiamos con el pensamiento y la reflexión, no con “memes” ni fruslerías de la red. A hombres primitivos como yo, aún nos gusta y nos educa leer el periódico diario de la primera hasta la última página (anuncios incluidos) y sobre todo, leer libros. Educarnos y leer libros, revistas y diarios por placer. El placer de la lectura y el placer de la vida misma. Cuando uno lee, el café se enfría y el café se hace un témpano de hielo, se olvida. En una obra de teatro, una farsa en un acto, obra del gran Juan José Arreola, a uno de sus personajes, el escritor y maestro de Zapotlán, el grande, le hace espetar ruidosamente: “¡Pero con mil demonios! ¿No vas a dejar ese cochino periódico? ¡Hace seis mil años que te sirvo el café!...”

¿Qué hacer en estos tiempos del demonio con esta pestilencia sin fin? Eso llamado “nueva normalidad” no existe. Existen limitaciones, prohibiciones a granel, espacios cerrados, vidas rotas, negocios atascados. ¿Qué hacer? Lo siguiente lo cual no es contradicción, sino vocación: vivir. Entregarnos a vivir. Ese hálito de respiración olvidado hasta que llegó la pandemia y nos marcó un alto en el camino. Usted lo sabe, repito, no tengo celular de última generación ni redes sociales ni nada de eso llamado Internet. Uso mi celular conocido como “tamagochi” y mando mensajes cortos SMS a mi lista de contactos periódicamente. Al parecer, soy uno de los pocos humanos que aún utiliza esta fuente de comunicación tan pedestre.

Una de las últimas ocasiones en las cuales envié mensaje de ánimos y de buena semana, mandé el siguiente texto corto: “Esta semana es placentera para hacer algo olvidado: vivir”. Para mi fortuna, tuvo un eco providencial. Las nueves palabras calaron hondo y todo mundo o bien, me mandó mensaje de regreso anudando nuevas y buenas palabras o de plano, me marcaron para saludarme y compartir frases de aliento en estos tiempos de oscuridad y desdicha. Ya lo dijo el maestro Jesucristo en el Evangelio de Mateo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” Por esto, por ello, las palabras son importantes en nuestra vida, tan importantes como el pan, la sal y la bebida. Las palabras dan poder y no pocas veces reconfortan. Reconfortan igual que una buena sopa o un buen ron a la hora de la tarde, cuando muere el último rayo de sol en el horizonte. Las palabras son el alimento preferido para cierto tipo de humanos, como su servidor que se dedica a esto, a pergeñar textos en la página en blanco.

ESQUINA-BAJAN

¿Recuerda usted aquella añosa promesa de Dios, de que él vino para que nosotros tengamos vida y la tengamos en abundancia? Pues si usted es hombre y mujer de fe, créala. Y sobre todo, póngala en práctica: viva. De preferencia a todo tren, a todo vapor. Ya no es tiempo de paños tibios ni medias tintas. Es tiempo de dejar la vida aquí en la tierra, en la vida misma. ¿Usted no tiene fe en Dios ni cree? Pues entonces agárrese de alguna superstición positiva, no negativa. ¿Número 13? Pues para mí es de buena suerte. Los norteamericanos lo evitan como la peste. 

Toparse con un gato negro en el camino ¿es de buena o mala suerte para usted? Usted camina por una calle y se topa con una escalera ¿el pasar por abajo es signo de calamidad o de buenos tiempos por venir? Los mexicanos, como los latinoamericanos, somos un culmen de manías, supersticiones, gustos, apetencias… uno de los mayores ejemplos al respecto, lo fue el Nobel colombiano avecindado por lustros en México, Gabriel García Márquez. Éste nunca hacia el amor con los calcetines puestos, porque era su ruina, era de “mala suerte.”

Entonces, no se aferre usted a la mala suerte señor lector y apuéstelo todo a la vida, a la buena vida. Y creo que usted lo sabe: no hay otra vida, nada más esta. El vivir el aquí y el ahora. Tenga la edad que usted tenga. Haga lo que usted haga. ¿Somos infinitos? No lo sé. La Biblia dice que sí, pero a la vez, cuando uno muere, el muerto nada siente, nada sabe (Proverbios). Es decir, el muerto, pues muerto está. ¿Somos eternos e infinitos? Haciendo revivir las creencias orientales ¿podemos y vamos a reencarnar infinitamente? Yo la verdad con este chingadazo de vida he tenido. Con mis toxinas me siento bien. Con la vida que he llevado me siento bien y no necesito de tantas reencarnaciones para nada.  

Dice un poeta y visionario, William Blake: “Si las puertas de la percepción quedaran depuradas, todo se habría de mostrar tal cual es: infinito”. ¿Y si es lo contrario señor lector? ¿Y nada existe? Usted lo sabe, es la teoría de un mago del pensamiento, un erudito el cual marca la agenda global, Markus Gabriel, en su libro “El mundo no existe”. ¿Y si no existimos? ¿Usted cree que existen las brujas, el diablo, Satanás, las sirenas? Las sirenas son un invento del divino Homero en su poema, “La Odisea.” Las brujas y Mefistófeles son una rehabilitación muy literaria de mitos antiguos, por parte de J. W. Goethe en “Fausto”.

LETRAS MINÚSCULAS

¿Somos infinitos y eternos o no existimos? Mientras lo masticamos, hay que hacer una cosa placentera: vivir.