Vivir del meme

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Vivir del meme

Según la RAE, un meme es “una imagen, video o texto, por lo general distorsionado con fines caricaturescos, que se difunde principalmente a través de internet”. ¿Quién no ha tratado de hacer un punto o transmitir ideas con un meme? Peor aún, hay muchas personas que han dejado de informarse o enterarse de cosas relevantes a través de información formal para solamente hacerse una idea de la realidad (casi siempre distorsionada, pero convenientemente hecha a la medida por sus “cámaras de eco”, sus ruidos y sesgos) por medio de los memes que recibe. No importa si el meme es de una fuente confiable, si su contenido es razonable o si los datos o impresiones que transmite son medianamente inteligentes. El meme que se amolda a mis ideas o versiones de la realidad, inmediatamente se absorbe y digiere como fundamental en la construcción de mis preferencias, filias y fobias.

La popularidad del internet primero, el nacimiento de las redes sociales después y el arribo de la pandemia recientemente, trajeron una tormenta perfecta para que ese exceso de información en la palma de la mano fuera reemplazado por la memecracia, ese “sistema” en el que las ideas, propuestas, campañas políticas o comerciales y hasta los estados de ánimo entre amigos son comunicados a través de un meme. Si eres capaz de comunicarte con memes, tus mensajes y posturas tendrán una amplificación y penetración mayor a quien escribe un ensayo o tesis sobre un tema en el que es experto. Meme mata carita; meme mata cerebro; meme mata argumento; el meme manda. Para quienes nos atrevemos a publicar nuestras opiniones regularmente en espacios como este, tratando de llamar la atención sobre algún tema que consideramos relevante, interesante o hasta curioso, es a veces desconcertante ver que familiares, amigos, conocidos y lectores en general no se animan a dedicarle tres minutos a una columna como esta, pero le pueden dedicar treinta a docenas de memes que pasan por sus pantallas. Tal vez el futuro está en que quienes quieren llegar a más gente con sus ideas deberán ser capaces de condensar dichas ideas, propuestas o palabras en un meme. Es como el “arte” de hacer gráficas para explicar un tema. Sólo que en lugar de una gráfica (como esas que nos gustan a los economistas), estamos hablando de una foto, caricatura o frase muy corta que (algunos creen) comunica tanto como una columna de 4 mil caracteres. Nos damos cuenta de que hasta los tuits parecen largos para muchos y no se animan a leerlos por tener más de tres o cuatro palabras. El público quiere memes.

Vino a mi mente el tema de los memes y la memecracia a propósito del término meme stock en inglés (acción meme), que se refiere a acciones (que cotizan en bolsas de valores) de empresas que han aumentado drásticamente su valor porque los usuarios de redes sociales y foros de internet las han popularizado a base de organizarse y actuar en masa, no basados en datos duros, estrategias corporativas o resultados y proyecciones financieras de las empresas en cuestión. Una de estas “acciones meme” es la cadena de cines estadounidense AMC, la más grande a nivel mundial. Hasta 2019, AMC reportaba unos 5 mil millones de dólares en ventas por año y en 2017, 2018 y 2019 había acumulado pérdidas por unos 500 millones de dólares. Antes del COVID-19, en 2019, la acción de AMC llegó a valer unos 16 dólares. En 2020 sus ventas se desploman a unos mil 240 millones de dólares y sus pérdidas suben a 4 mil 500 millones de dólares, la acción cae a niveles inferiores a 2 dólares. A marzo de 2021, sus ventas llevan un ritmo anualizado de unos 600 millones y sus pérdidas ascenderían a más de 2 mil millones de dólares de mantenerse al ritmo del primer trimestre. Sin embargo, la memecracia, así como no lee estas columnas, tampoco lee reportes financieros, los datos le salen sobrando y no evalúa los fundamentos del negocio; y con la tranquilidad que da la ignorancia y el cobijo de un rebaño grande, los inversionistas minoristas se han puesto de acuerdo para adoptar esta acción, inflando su precio y llevándola a cotizar por encima de los 70 dólares, un valor de mercado de unos 35 mil millones de dólares (una empresa que pierde hasta la camisa). AMC anunció esta semana que venderá acciones y en su solicitud ante las autoridades advierte a los inversionistas (en negritas): “Bajo las circunstancias actuales, recomendamos no invertir en estas acciones a menos de que estés preparado para correr el riesgo de perder toda o una gran parte de tu inversión”.

** A propósito de campañas electorales, partidos y candidatos, inflados por mentalidad meme, harían bien en advertirnos: “Bajo las circunstancias vigentes, recomendamos no votar por nosotros a menos de que usted esté dispuesto a equivocarse de nuevo y volver a perder otros tres años y gran parte o toda la confianza en sus autoridades”.