Visitar, acompañar, sembrar

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Visitar, acompañar, sembrar

Muchos esperaban la conjugación de otros verbos en la estancia de Francisco.

El Obispo de Roma le da un gran valor al encontrarse. Al acompañamiento y a la siembra. No pocos esperaban  reprimendas, jalones de orejas, coscorrones o poner dedos en llaga o críticas cáusticas , denuncias directas o recetas mágicas. No faltaron quienes quisieron virajes bruscos, cambios inmediatos, soluciones eficaces en un ya, sin todavía.

Pero su hacer busca mejorar el ser, no tanto conducir el hacer. Su tarea va más allá de la conducta  y llega hasta la persona. La dirige a iluminar la conciencia, mejorar actitudes personales y comunitarias, cuidar la casa común y motivar para ser mejores pobladores. Cuidar la naturaleza y la esencia constitutiva de todo lo que es esencial para conservar la dignidad humana. Iluminar con la luz de la fe todo lo que intenta la ciencia y la tecnología, la política y la economía para evitar degradaciones y envilecimiento

Como servidor de la comunidad eclesial que, a su vez, sirve a la humanidad, su visita, su relación y su tiempo recuerdan la trascendencia de la vida humana. La misericordia es la revelación del poderoso y sabio amor infinito que no se queda en legalismos rígidos y fríos, en rigores inflexibles ni en exigencias inquebrantables.

Acompaña a la gente de estas tierras el visitante, subrayando el valor de la vida, el valor de lo pequeño, las consecuencias de cada decisión y cada acción. Quiere evitar que circulen monedas falsas o que se prefieran las máscaras al rostro. Hace ver que la tierra está herida y enferma y la humanidad dislocada por avaricia, vanidad y orgullo y ha descartado lo mejor de sí misma y por eso sufre la  mayoría para provecho de unos cuantos.

Anuncia una paternidad universal que nos hace hermanos a todos y una obra divina de rescate redentor. El Hijo enviado del Padre, con su muerte inocente y su resurrección victoriosa, ofrece un camino de salvación personal y comunitaria  en la verdad, el amor, la justicia y la paz.

Por eso Francisco visita, por eso acompaña, por eso siembra…Por eso no trae oro ni plata pero da lo que tiene y lo que vive: a Jesucristo: Señor, Salvador, Maestro y Amigo…  Verbo divino, nacido de mujer y así hecho hombre, que cada uno puede libremente conjugar en todos los actos de su vida para alcanzar con él plenitud eterna…