Violencia y futbol
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Violencia y futbol
Según los estudiosos de comportamientos grupales, la conciencia del conglomerado se va desvaneciendo dando paso al desbordamiento de las emociones en la misma medida que el estado anímico interno invade al grupo y lo cuestiona, dando paso a manifestaciones de ira y desesperación ante la negativa de cualquier logro o resultado, sobre todo en los deportes.
De hecho, el famoso chispazo se enciende fuera del estadio, a punta de piedras, puños, palos y hasta autos conducidos por asesinos en potencia. Las aficiones saben que hay una hoguera en cada juego porque cada partido convida a la masa a dejar de pensar para alentar y priorizar cualquier pasión sobre el raciocinio. Esa es la belleza y tragedia del deporte.
Si analizamos el factor social y económico enmarcado en un clima de violencia y corrupción, la mezcla resulta explosiva; el ejemplo viene a permear en cualquier estadio.
Especialmente el futbol en México es el más afectado con estas manifestaciones por la necesidad del contacto en la cancha, a la publicidad, al sostenimiento de porras y porros, que alientan la pasión al máximo y la sacan de los límites de la breve conciencia social. El trinomio de la ecuación lleva como elementos: porra, masa y desempeño del equipo favorito.
“Hay tres leyes en el comportamiento de la masa”, refiere Lorena Mendoza, de la clínica multidisciplinaria Neuroingenia. “Una persona pierde su individualidad al estar dentro de una masa, y se convierte en el seguidor de uno o más líderes y a imitar ciertas acciones .Después ocurre el contagio de las emociones y sentimientos, por lo que estos se intensifican y por último, las masas reaccionan por instinto, ya sea altruista y entusiasta o impulsivo y agresivo, de cualquier forma es irracional”.
La historia de la violencia en el deporte si bien no es privativa de México, se autentifica y tropicaliza a través de los ejemplos de otras barbaries como la afición inglesa o la argentina.
Un libro de Juan Villoro menciona: “en sociedades descompuestas, Hamlet incita a matar padrastros y el futbol a cometer actos vandálicos (…) El futbol puede ser el catalizador de conflictos que en modo alguno derivan de la frustración de no anotar suficientes goles”.
Bautizado como el juego del hombre, aunque hay tantos ejemplos de lo contrario, el futbol es el más claro ejemplo del desbordamiento de la pasión y el enojo.
El fácil acceso al espectáculo y que en cada familia de este país hay un técnico de futbol que critica el desempeño de su equipo y una calle llena de ejemplos de violencia y desenfreno de pasiones que difícilmente son sosegadas o castigadas, son la mezcla perfecta para ver en el deporte aquella catarsis parecida a la cándida Eréndira a la muerte de su abuela desalmada que narra García Márquez.
La relación se comparte con la situación del País, aunado a otros elementos: la condición juvenil de crisis, desempleo y bajos salarios que generan la chispa la violencia en el futbol y en el deporte. Otro elemento reside en la falta de resiliencia o baja tolerancia a la frustración, o crecer en entornos de violencia normalizada.
Hay una íntima relación entre el fanatismo descontrolado originado en el enojo y el resentimiento social que persiste en economías en desarrollo y que pueden ser validados por los indicadores educativos y sociales.
Nuestro continente presume de historias tremendas de peleas en campos de futbol, inclusive es el único donde ha existido una guerra entre países por efectos de un partido (Guerra Salvador-Honduras en 1970).
También es una forma de mitigar nuestros odios y miedos, nuestras frustraciones y venganzas. Recuerdo el abucheo a Díaz Ordaz en la inauguración del Mundial 70 o el “ulero” a De la Madrid en el México 86, el pastelazo al gobernante por un pueblo harto de su presidente y sistema de gobierno.
En la cancha y en el estadio no hay más que rivales y colegas, por lo que el escenario es magnífico para que surja el insulto, la carilla, la burla o de plano las trompadas entre los humos etílicos de los que siempre ganan: empresarios, cervecerías y televisoras. Porque ya lo dijo el Papa Pancho, con quien coincido: “Con los Rayados de Monterrey, hasta la muerte” y el que no lo crea que vaya y…