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Vigencia del bodegón

Es difícil envejecer con dignidad. En el arte no todos los géneros y disciplinas han sobrevivido al paso del tiempo altivos e intactos. Los temas a tratar en una obra han cambiado, los lenguajes y las perspectivas, los contextos y hasta los materiales, ahora más industrializados.

Por ejemplo, en cuanto a este último apartado se refiere, mientras que el óleo y la acuarela continúan aún presentes en la práctica artística actual la popularidad del temple o del fresco no es la misma de hace siglos.

De modo similar, aunque el paisaje y el retrato aún hoy en día son géneros explorados en diversas técnicas pictóricas, fotográficas y experimentales, el bodegón, una de las más prominentes expresiones artísticas del renacimiento tardío y barroco, no posee el lugar privilegiado que antaño tuvo.

Esto probablemente se deba a que sus objetivos conceptuales son muy específicos: Mostrar los hábitos de consumo alimenticio de un determinado grupo.

Aunque a nivel técnico aún sirve a los estudiantes de arte para comprender los pormenores del dibujo, la composición, el manejo de la luz y con ello del volumen, así como teoría del color y su correcta aplicación, a nivel profesional son contados los autores que aún abordan este género y aportan algo nuevo al mismo.

El pasado martes 30 de abril el Museo Rubén Herrera inauguró la exposición “Naturaleza Inerte” con la intención de abrir un diálogo sobre la pertinencia y vigencia de esta expresión.

En el folleto que acompaña la muestra lanzan las preguntas “¿realmente les interesa a los pintores contemporáneos la naturaleza muerta?”, “¿qué tanto ha cambiado la percepción sobre una composición de esta índole?”  “¿qué tanto le interesa a la sociedad de hoy en día coleccionar obras de arte que representen su mesa o sus maneras cotidianas de estar?”.

La primera pregunta podría responderse con la exposición misma, pero sería falaz, pues los 24 artistas reunidos fueron convocados bajo ese propósito, no son una muestra fidedigna de una comunidad inquieta por trabajar este tema.

La segunda encuentra su respuesta en las casas de muchas personas. La naturaleza muerta ha adquirido un estatus de decoración. Centros comerciales por todo el mundo, en sus áreas dedicadas a mueblería, cuentan con ejemplos de este tipo de obras a precios accesibles para combinar con las salas o comedores de quien así lo busque.

La última tiene una solución similar, pues en efecto se constata que existen personas dispuestas a pagar por este tipo de piezas, aunque sólo se valoren sus características técnico-compositivas, como un mero aditamento decorativo.

De esta preguntas, sin embargo, podría desprenderse otra más: ¿Qué tanto es necesario aún hablar de las mesas del mundo?

Hay ejemplos de artistas contemporáneos que han revisado el género desde nuevas perspectivas. Mat Collishaw en su serie de 2011 “Última cena en el corredor de la muerte” presenta como si de una composición barroca se tratara algunas de las comidas que han pedido los condenados a muerte como sus últimos alimentos antes de su ejecución.

Por su parte, Ori Gersht, artista israelí, captó con una cámara de alta velocidad el momento en que un florero, con todos sus elementos dentro, explota, remitiendo a la tradicional composición pero con un giro inspirado en la violencia de su país.

Ellos, no obstante, se basan en el aspecto visual de estas obras para hablar de otros temas, ajenos a los objetivos tradicionales del bodegón.

En la exposición del Rubén Herrera existen, en cambio, ejemplos como los de Salvador Flores Aldape y Teresa Villarreal que muestran elementos de consumo contemporáneos —latas de refresco y vasos de sopa instantánea, específicamente— propuestas exploradas en el pasado por otros artistas en el mundo.

Sin embargo, ellos dos son los únicos de 24 que abordan el consumo alimenticio actual en sus obras. Los otros trabajan desde los mismos elementos —flores, frutas y animales— sin presentar algo que nos hable de nuestro tiempo.

Aunado a lo anterior, con la presencia del trabajo del maestro Rubén Herrera y su alumna Victoria Garza, pintados hace cerca de un siglo, la muestra, en su pretensión de abrir un diálogo sobre la vigencia del bodegón, se queda corta al mostrar más de lo que siempre se ha hecho con él.