Usted está aquí

Vietato lamentarsi

Recientemente, en su audiencia popular de los miércoles, el Papa Francisco recibió con su alegría acostumbrada un cartel que le regaló un psicólogo, probablemente de la corriente moderna de la Psicología Positiva. El cartel mostraba además del signo universal de “prohibido”: la frase “Vietato lamentarsi” (“Prohibido Lamentarse”).

El Papa, que tiene una mentalidad tan positiva como inexplicable, pues es testigo fidedigno de todas  las atrocidades y crímenes que abruman a la humanidad en todos los lugares del mundo, recibió el cartel y prometió colocarlo en la puerta de  su estancia en Santa Marta donde vive y atiende a los que lo buscan.

La anécdota ya circula en los medios de todo el mundo porque es una frase aparentemente contradictoria con su discurso de la misericordia y el discurso tradicional de la compasión que se abreva en la contemplación de las víctimas de la explotación social y de la enfermedad.

La verdad es que la contemplación de una o miles de víctimas no es un espectáculo divertido aunque sea el tema de una película, de una telenovela o de una noticia. Más aún, no es un “espectáculo”. Convertirlo en eso transforma al testigo en espectador, deteriora la emoción de coraje por la injusticia y diluye el dolor por el sufrimiento injusto que se percibe. En una palabra: deshumaniza a la persona.

Los medios de comunicación tienen el peligro de convertir la tortura, el dolor y el abandono de las víctimas en un fenómeno tan normal como un espectáculo de circo romano, cuando es exactamente lo contrario: un síntoma que revela la patología de una sociedad. La multiplicación de los crímenes, de los feminicidios, de la crueldad de los asesinatos cuyas cifras superan los 100 mil en México, es una estadística más, que ya no asombra, ni produce rebeldías y denuncias. Al contrario, han generado una parálisis física y mental que se encierra en el lamento: “no se puede hacer nada, todo está corrupto”.

La frase que el Papa toma como suya: “Prohibido lamentarse”, denuncia esta actitud de meros espectadores de la injusticia que tranquiliza su conciencia, su pasividad y su fatalismo con una queja estéril y patológica en ocasiones disimulada con raciones. Su intención es provocar una rebelión contra las limitaciones autoimpuestas, las barreras mentales asumidas para justificar con lamentaciones la búsqueda esforzada y el ensayo de nuevos caminos y actitudes que liberen las cárceles interiores que convierten en espectadores a los ciudadanos.

El pueblo de Coahuila con su “Movimiento Social por la Dignidad” y sus manifestaciones, ha cambiado su antigua mentalidad de “lamentarse” de la corrupción política y de la deuda “impagable” de que ha sido víctima. Hoy ha elegido un nuevo camino: “prohibido lamentarse”, y ejerce su poder de transformar la cárcel en libertad, la pasividad en compromiso social y la democracia en una realidad.

Te puede interesar