Vecinos
Usted está aquí
Vecinos
El baño de mi departamento lleva una semana en reparaciones. Habia una fuga bajo el suelo que mi roomie y nunca lo notamos hasta que los vecinos del piso de abajo se quejaron de una gotera. Se portaron bien, pidieron permiso de traer a su albañil/plomero/todólogo de confianza para arreglar el desperfecto en nuestro piso y todos los gastos han corrido por su cuenta. El problema es que la fuga era más grave de lo que se creía y las obras ya llevan siete días y contando. A cambio, nuestros vecinos nos permiten usar su baño. Hay un tránsito contínuo entre los dos departamentos.
1. Al menos, gracias a esta atención, no tengo que usar un WC pútrido como Renton en la ya clásica escena de Trainspotting. Nuestros vecinos son buenos vecinos, lo reconozco aunque yo no me identifique como tal. Para mí, el vecino perfecto es aquel con el que no tengo que relacionarme; pero, dada la inclinación que los mexicanos tenemos hacia la cháchara y el chisme, es difícil escapar de esta dinámica, no importa si se vive en un edificio de departamentos o en un barrio de casas apartadas cientos de metros una de otra.
2. Aún así, con toda la convivencia vecinal que se abre como una nueva oportunidad ante mí, hay que reconocer un hecho: el departamento es un desastre. “It's a mess alright”, diría Jarvis Cocker, en “Mile End”, track incluido también en el soundtrack de la película antes mencionada. Por supuesto, mi hogar no llega a tanto desastre como dice la canción (excepto cuando doy una fiesta), pero me gusta exagerar.
3. La última gran celebración que tuvo a mi departamento como sede terminó con una puerta hecha pedazos. Tengo la teoría de que una fiesta no es lo suficientemente buena si algo no se rompe. Las probabilidades de que esto pase, a medida que la edad del anfitrión y los invitados sea mayor, se reducen. Por eso lo considero un mérito personal, sobre todo porque yo fui el responsable.
4. Obviamente, ya no puedo darme el lujo de que una reunión en mi hogar se parezca al video “(You Gotta) Fight For Your Right (To Party)”, de los Beastie Boys, pero hay que aceptar que las cosas a veces se salen de control, sobre todo gracias a la influencia de la música. Por otro lado, he estado en medio de fiestas con gente sumamente borracha o drogada y el ambiente es similar al de un funeral.
5. Es cierto, a veces los funerales pueden ser mejores que una fiesta. Si no, al menos sirven para dar título a cosas bastante buenas. Me vienen a la mente “The Funeral”, de Band of Horses o el Funeral de Arcade Fire, de donde se desprende “Neighborhood #2 (Laika)”, mi canción favorita de ese álbum. Una de cuatro que hacen alusión al vecindario como escenario de tragedias personales, las cuales son banalidades en potencia.
6. No puedo decir que extrañe vivir en un vecindario. Como ya dije, no tolero demasiado la convivencia con otras personas que no sean las que habitan en mi hogar. Extraño un patio, eso sí. Y, de momento, extraño ir a mis anchas al baño, sin tener que ir al del vecino y meter de contrabando un libro, escondido entre la ropa, cada vez que tengo la necesidad de ir a pedirle -“de favor”- que me deje entrar a hacer.