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Vales pa’ pura...

Los empleados de la nómina estatal comenzaron desde hace meses a recibir vales de despensa

Existen dos y sólo dos tipos de empleado gubernamental: el que gana un salario mediocre (como cualquiera en este País) y el que está facultado para despacharse con el cucharón del puchero. Esto no hace sino ratificar la vocación de nuestros gobiernos para distanciar tanto como sea posible los extremos de la escala social, haciendo a los ricos más ricos y a los pobres más pobres.
         
Aun así, los burócratas Godínez y los Súper Burócratas Ejecutivos tienen algo en común: que nunca les alcanza y siempre quieren, necesitan y/o merecen más (y mejor).
        
Como sabrá, los salarios del Gobierno son en general muy, muy bajos. Si medio se componen es gracias a una serie de prestaciones que no generan obligaciones al empleador. Es decir, a la hora de calcular un aguinaldo o una jubilación se hace en realidad sobre un sueldo base ínfimo.
         
Una de las prestaciones de esta colección de mañas contables del Gobierno Estatal era una ayuda para despensa que todos sus empleados, Godínez y Ejecutivos, recibían por igual: Algo así como mil pesos quincenales, en efectivo.
         
Resulta que los administradores de la legión burocrática coahuilense tuvieron hace poco una de esas ideas que a falta de mejor adjetivo calificamos como “felices”, aunque no pueda ser ello más impreciso. Los empleados de la nómina estatal comenzaron desde hace un par de meses a recibir esta prestación en vales de despensa. Ésto para supuestamente evitar algunas deducciones fiscales y salir todos más contentos cada quincena.
         
Pero a ninguno de mis amigos, amigas, gente querida o conocida en esta situación le hizo la menor gracia. Y es que sólo les representó, en el mejor de los casos, nuevos malabares con su presupuesto familiar;  aunque para muchos significó sin más un franco menoscabo a sus finanzas.
         
En la lógica del autor intelectual de esta imposición, los empleados de todas formas tienen que hacer “el súper”, de manera que entregarles una parte de sus emolumentos en vales buenos para las principales cadenas de automercados no habría de representar mayor inconveniente.
         
Pero es sólo una suposición arbitraria, sin ninguna base. No obstante, lo terrible de esta aportación en vales es que no está calculada con base en el sueldo de cada quien, sino que es, como ya dijimos, general: Mil pesos por quincena. Mil pesos que por supuesto no representan lo mismo para el que gana 70 mil pesos al mes, 30 mil, 15 mil, siete o cinco mil. Eso sí, ya cuando la mitad de nuestra quincena llega en vales, podemos decir que ya valió todo.
         
Los de menor salario se ven obviamente más afectado con esta situación, pues sus opciones se ven muy restringidas. Pero incluso los de medio pelo en adelante encaran, más que una simple incomodidad, un auténtico problema, pues tienen un presupuesto en vales mucho mayor del que desean o pueden utilizar.
         
No sé si haya una estadística al respecto, pero: ¿Se imagina cuando en un matrimonio ambos consortes trabajan para el Estado? ¿Qué hacer cada mes con un presupuesto de cuatro mil pesos en vales? Llega a ser francamente ridículo, materialmente imposible de aplicar semejante monto a una despensa familiar: ¿Ha tratado de pagar el transporte con vales de despensa? ¿O la colegiatura de sus chamacos? ¿O sus uniformes? ¿El internet? ¿O en la carnicería?
         
Si al menos se pudiera mercar alcohol o cigarrillos con vales, quizás podrían medio amortiguarse sus inconvenientes comprando con vales lo que como quiera se gasta mucha gente en productos para su disfrute o disipación.

 ¡Pero no! Por supuesto que no. Los bonos tienen candado. Así que muchos sufridos burócratas tienen qué gastarse hasta el último peso de lo que el Gobierno les impone en vales (ni modo de sub-ejercerlos como hace el Estado con las partidas Federales)  y además, encima de todo, comprar, si es el caso, su chupe y sus cigarrillos con efectivo. 

¡Doble dolor!

A mí me tendría más que purgado esta situación, no sólo por el acotamiento de mis libertades (si yo lo gano, yo sabré en qué, en dónde y cómo me lo gasto); también porque me estaría resultando contraproducente.
         
Expertos en cuestiones hacendarias afirman que pese a todo, las deducciones para los burócratas siguen igual. Es decir, no se ha visto reflejado beneficio alguno en el recibo de nómina.
         
Es cosa entonces de que exijan una cabal explicación de cuál es la ventaja de todo esto, porque al no ser evidente, se especula que únicamente es provechoso para quienes pactaron esta imposición: Gobierno, cadenas de supermercado, cámaras de comercio y un impreciso etcétera.
         
Quizás incluso sería procedente ampararse contra esta medida arbitraria (cosa que al parecer ya ocurrió en Torreón). Pero ya sabe usted que eso de disentir nunca está bien visto en este régimen.
         
Lo único seguro es que luego de un sinnúmero de despidos en la presente administración e indebidos recortes salariales, el Gobierno estatal ahora, asestándole dos mil pesos en vales mensuales a cada trabajador de su nómina, vuelve a llevarse al baile a toda su legión administrativa.
         
Los funcionarios de primer nivel al menos pueden usar los bonos para pagarse la ayuda doméstica o algún capricho, pero no podemos decir lo mismo de quien recibe hasta la mitad de su salario en vales. ¡Ánimo, mis Godínez! 


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