Valentina

Usted está aquí

Valentina

Un hombre la encontró aquella mañana de febrero y la asaltó para robarle su computadora personal y un aparato de telefonía celular. Nadie la defendió

El lunes 13 de febrero de 2017 será un día que Valentina Arcadio Hernández no olvidará. Salió de su casa en la colonia Villa de Álcali, en García, a las cinco de la mañana para tomar el transporte urbano Ruta 400 que la llevaría cerca de la Universidad Tecnológica de Santa Catarina, donde estudia. A punto de tomar el camión, alguien la asaltó.

Hay una gran demanda de transporte urbano en esta área de García, Nuevo León. Entonces quienes viven allí, y requieren trasladarse hacia su lugar de trabajo o de estudio, deben levantarse muy temprano para asegurar un espacio en el transporte colectivo. 

Los habitantes de estos dos municipios que no tienen vehículo propio sufren de un impuesto regresivo, pues son los más afectados por los efectos de la más alta contaminación atmosférica en el Área Metropolitana de Monterrey. Son económicamente los más modestos, pero además son los que están más expuestos a los impactos a la salud por la mala calidad del aire. Encima de esto también los acecha la inseguridad.

Valentina es una joven de 21 años y procede de Tamazunchale, San Luis Potosí, un lugar hermoso pleno de montañas que carece de oportunidades para sus habitantes jóvenes, quienes anhelan cruzar la frontera norte persiguiendo el Sueño Americano.

Los ciudadanos de etnia náhuatl que habitan el lugar tienen un Gobierno paralelo coronado por una asamblea general indígena, así los varones deben ofrecer servicios en faenas comunitarias como la construcción de puentes y caminos vecinales. Si no lo hacen, generan una deuda que deben pagar hasta con el embargo de sus bienes.

Tamazunchale se fundó en 1826, tiene vocación agrícola y en sus tierras de labranza se produce frijol, jitomate, calabaza, chile, limón, naranja, mandarina, tamarindo, mango y, por supuesto, maíz. Su población es de origen otomí. Los servicios domésticos en las casas de clase media alta y clase alta en las capitales de Coahuila y Nuevo León son cubiertos por mujeres, en ocasiones casi niñas, nacidas en esta ciudad potosina cercana a Hidalgo.

Todas ellas dejan su casa paterna muy a su pesar. Algunas son analfabetas. Se distinguen en general por ser íntegras y poseer una gran dignidad.

Los padres de Valentina, que es la penúltima de cinco hermanas y tres hermanos, son Donaciano Arcadio y María Cresencia Hernández, ambos menores de 60 años. Valentina es la única de la familia cercana y ampliada que tiene aspiraciones profesionales.

La conocí hace tiempo y noté en ella el entusiasmo de llegar a ser una buena profesora en su tierra. Al llegar a Monterrey, Valentina trabajó como empleada doméstica para reunir dinero y así poder pagar sus estudios. Así que por temporadas, en un lapso de dos años, trabajó para adquirir una laptop para realizar sus tareas escolares.

Un hombre la encontró aquella mañana de febrero y la asaltó para robarle su computadora personal y un aparato de telefonía celular.

Nadie la defendió. 

Recordé a tantas personas que tienen computadoras con el propósito central de conectarse a las redes sociales, y a jóvenes que las utilizan para “bajar” música de YouTube. 

¿Qué pasará con Valentina?  Sin duda llegará a ser profesora porque ha visto que sus hermanas además de ser empleadas domésticas, se han dedicado a procrear más hijos de los que quisieran y por eso su mal humor y su desesperanza. Pero ella quiere ser útil a los niños de su tierra en su propia lengua.

¿Cómo hará para volver a comprar una computadora personal sin dejar de estudiar? No me imagino. Algo habremos de hacer por Valentina para que venza el miedo por la experiencia vivida y adquiera la necesaria herramienta electrónica para no retrasarse en sus estudios. 
En México hay muy pocas personas como ella que, a pesar de las circunstancias de su cuna económica y de los pocos apoyos oficiales, lucha con una gran convicción para ser más.