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¿Vacunación forzosa?
A pesar de que el proceso de vacunación contra el COVID-19 avanza en todo el mundo, se está presentando en todos los países un halo de desconfianza de un sector importante de la población, que se niega a vacunarse incluso cuando hay disponibilidad de dosis y cuando su grupo de edad ya tiene derecho de acceso a las mismas.
Esto ha sido más claro en países desarrollados que ya sobrepasan el 50 por ciento de su población vacunada, pero que están lejos de llegar al 100 por ciento, precisamente porque hay personas que se niegan a vacunarse. Esto también sucede en México en menor escala y afecta las posibilidades como país de combatir de forma efectiva la pandemia.
Este hecho ha propiciado que varios gobiernos se pregunten sobre la forma de afrontar el problema, algunos han optado por dar recompensas a quienes se vacunen, otros han elegido solicitar pruebas de vacunación para acceder a determinados espacios públicos, en especial los sitios concurridos, y pocos han ido a la opción más extrema de plantear iniciativas para que la vacunación sea obligatoria, bajo pena de no poder salir de sus hogares.
Reino Unido e Italia ya hicieron que la vacunación sea obligatoria para el personal de salud y Francia está planteando un plan más ambicioso a través de su presidente Emmanuel Macron, en el que habrá una especie de pasaporte sanitario, sin el cual la persona no podrá acceder a bares, estadios, centros nocturnos, restaurantes, museos y cines; lo cual ha desatado un importante debate en el que la libertad individual y la salud pública se contraponen.
Sin duda se trata de terrenos sinuosos. No se puede obligar a las personas a vacunarse en contra de su voluntad, pero tampoco creo que sea del todo inadecuado pensar que precisamente para garantizar la seguridad de una colectividad, no se puedan establecer límites a la entrada de personas que por su propia decisión han optado por no vacunarse y que, por ende, corren un riesgo ellos mismos e implican también uno para el resto de las personas que acuden a esos sitios.
Las soluciones a estos problemas no son sencillas, porque colisionan el interés individual, con el colectivo, los derechos de unas personas frente a los de otras y no existe forma alguna en la que se tomen decisiones que no afecten al menos a un sector de la población.
Tarde o temprano todos los gobiernos en el mundo y en el ámbito subnacional, se van a enfrentar a este tipo de decisiones, las cuales tendrán sin duda costos políticos y voces que no estén de acuerdo con las medidas adoptadas, independientemente del sentido de las mismas, porque como se mencionó, todas las opciones tendrán afectados y por ende, habrá detractores.
Lo cierto es que hoy en día en muchos países existen políticas de vacunación obligatoria, por ejemplo, para menores de edad, precisamente para protegerlos incluso ante la resistencia de los padres de las posibles enfermedades, por lo que es probable que, si bien haya importantes debates, lo cierto es que en el mediano plazo podamos ver políticas encaminadas a incentivar con diferentes variantes a los ciudadanos a vacunarse.
@victorsanval