Usted está aquí
Utopías y quimeras reúne la esperanza del mundo
Ciudad de México.- “La utopía es una lección de vida. Una especulación, sí, desde luego, fantástica y fantasiosa, pero nacida de una realidad humana: de nuestro interés por cambiar el mundo y transformar la vida, de no quedarnos con lo que ya somos, con lo que ya tenemos”, apunta el escritor Gabriel Trujillo Muñoz (Mexicali, 1958) a propósito del libro Utopías y Quimeras.
Guía de viaje por los territorios de la ciencia ficción, “una obra que busca hacer un breve repaso por las utopías universales en la cultura occidental y por las utopías nacionales que México ha dado al mundo, para concluir con algunas obras y escritores de este género literario que mantiene un espacio imaginario, y no por imaginario menos real, donde los deseos de algo mejor tienen como sustento una tierra –República, isla, planeta– que es siempre un horizonte abierto, un país más rico, libre y justo que el nuestro. A veces quimera dorada. A veces pesadilla. Este libro es un recuento de nuestros sueños como humanidad”.
Para Trujillo Muñoz, quien es autor de más de un centenar de libros y desde hace cuatro décadas se ha “dedicado a explorar este espacio narrativo, cinematográfico y poético”, Utopías y quimeras es “una cristalización de todos esos conocimientos y, a la vez, es una puesta al día, un decir: la historia humana ha sido un camino lleno de percances y desastres realizado por nuestra propia mano, pero también puede ser uno lleno de maravillosas creaciones que intentan mostrarnos otras formas de ser, de vivir la vida, de transformar el mundo. Porque si no tenemos opciones, ¿qué caso tiene esta avalancha que nos lleva en su caída?”
Experimento en acción
Lector de ciencia ficción desde la adolescencia, fue con la novela Fahrenheit 451 de Ray Bradbury que nació su interés por el tema.
“La leí a los 15 años y me hizo hacerme crítico de la realidad social y política de mi entorno. Por ella sigo siendo un defensor del libro como receptáculo del conocimiento humano, y del ser humano como memoria de la especie”, refiere el escritor mexicalense, y al puntualizar su opinión acerca de la ciencia ficción con sentido utópico menciona: “La ciencia ficción nos ayuda a descubrir un mundo mejor, más apasionante y desafiante que el que vivimos. Algo que me gusta es que no se detiene ante ninguna frontera intelectual, que es idealista por naturaleza, que tiene arrojo en sus ideas, temeridad en sus acciones (...) En el fondo, a la ciencia ficción le importa más descubrir quiénes somos los seres humanos –y en eso no es distinta a los demás géneros literarios– que cuál va a ser el rostro del porvenir”.
De este modo, en el recorrido narrativo al que invita a través de Utopías y Quimeras, además del apartado para “Viajeros internacionales”, de entre quienes prefiere a Aldous Huxley porque “vio que una sociedad utópica, por más que intente ser incluyente, deja fuera a los otros, a los que no se acoplan a sus reglas de convivencia, a los que no aceptan sus valores”, tiene una relevancia especial la sección sobre las “utopías nacionales”, de la cual destaca a Carlos Olvera y sus mejicanos con jota y en el espacio: “Su visión es de unos mexicanos que se la juegan para sobrevivir en el cosmos. Mexicanos que burlan las leyes para seguir viajando por el universo a su modo y a su manera. Es una sátira de un futuro donde se grita ¡Viva México! para resolver cualquier problema. Todo se improvisa y todo, por lo mismo, lleva al desastre, pero donde nadie se inquieta demasiado. Es como el gobierno mexicano en una nave espacial. Todas las alarmas suenan, hay humo en la cabina, la nave va a estrellarse en el planeta más próximo y todo lo que importa es seguir con la fiesta, estar orgulloso de tus errores. Ésa es la utopía a la mexicana: lo peor siempre está por pasar”.
Sin embargo, con esta Guía de viaje por los territorios de la ciencia ficción, que considera a la utopía como “una experiencia en proceso, un experimento en plena acción, una tomografía de las fisuras, miserias y faltantes de la realidad que se padece. Un diagnóstico de la enfermedad real y una apuesta por un tratamiento determinado, por una cura específica de semejante mal”, el también poeta, cronista y profesor universitario se propuso examinar la literatura de ciencia ficción “como una fuente de placeres narrativos, de prodigios de la imaginación: como botellas tiradas al mar del cosmos con su mensaje de vida o de muerte, con su amasijo de tiempos fructíferos o de violentos nacimientos”.
“Utopía, para algunos, puede ser una sociedad más justa que la que hoy tenemos. Para otros, la utopía es la abrupta aparición de un monstruo aniquilador. En la utopía convergen nuestros sueños más vehementes y nuestras pesadillas más apetecibles. Por eso pienso que, como idea, sigue viva y actuando en el mundo, no está perdida: está a la vista de todos”, afirma, en conclusión.