¿Unidad priísta?: ¡ta, ta, ta, tá!

Usted está aquí

¿Unidad priísta?: ¡ta, ta, ta, tá!

Llega el profesor Jirafales al salón de 3o de primaria. Sus 190 centímetros de estatura, impresionantes, silencian a los niños.

Sentados los infantes, Jirafales les espeta: “Tengo  instrucción del director de ponerlos de acuerdo para que elijan a su presidente del salón”.

Chavo: No, pos’ eso va a estar bien difícil profesor Longaniza.

Jirafales: ¿Cuál Longaniza, Chavo? Profesor ¡JI-RA-FA-LES!

Chavo: Pos’ que sensible me salió. Si no me cree, pregúntele a Alito. 

Alito (vestidito con pantalones cortos y camisa polo de marca y lente oscuro Ray-Ban): Si profe, no hay suelo parejo pa’ ponernos de acuerdo.

Miguelito interrumpe (vestidito con pantalón de mezclilla, camisa de cuadros y tenis converse): ¡Pos’ si no está parejo, empiécenlo a enjarrar! Juar, juar, juar (nadie se ríe).
Jirafales: No entiendo. Es un problema de albañilería o ¿no se pueden poner de acuerdo? 

Chavo: Lo que pasa, es que Miguelito tiene meses regalando a los niños del salón, Pulparindos, Checolines, Duvalines, ChilPicosos, MilkyWays, paletas Payaso y Tutsi Pops.  Y pos’ “obvi” todos queremos que sea el presidente del salón.

Jericosote pide la palabra (vestidito con overol marca Gap y camiseta roja marca Old Navy): Profe, Alito, Enriquito Junior, Hildita, Javy y yo, tenemos una propuesta que platicamos con nuestros contactos de “arribotota” (que en realidad son nuestros tíos Manlio, César, Emilio y Enrique Señor) para que el próximo presidente del salón sea elegido, no por el director, sino por todos los estudiantes del salón o inclusive de la misma escuela.

Enloquecidos, empiezan a aplaudir, Enriquito (vestidito como Alito, pero con colores más juveniles y lentes oscuros Calvin Klein), Hildita (vestidita con falda gris hasta los tobillos, blusa rosa tenue, trencitas con listones color pastel y rostro de “selfie” permanente) y Javiercito (vestidito normal, con pelo afro y lentes de hipster de los años 70).

Entre los aplausos, Miguelito retador, empieza a gritar parado arriba del pupitre: “Como quieran, quiero. Pero si pierden, no empiecen a llorar, desgraciados”. Mientras los niños empezaban a aventarse proyectiles de papel ensalivado y el profesor Jirafales desgañitado gritaba, ¡SI-LEN-CIO niños, ORDEN, ta, ta, ta ta, tá!