Una visita al río Ceballos entre lobos

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Una visita al río Ceballos entre lobos

Planeta personal

Un árbol inmenso carga entre sus brazos laterales restos plásticos, como hilos de un chal improbable que parecía mostrarse ante nuestras miradas. Adelante, torsos de árboles igualmente cubiertos por jirones de tela y tiras plásticas que mostraban a la vez, la prisa del agua en otro tiempo. Había una marca por encima de nuestras cabezas, que dejaba ver el nivel alcanzado por el cauce en tiempos de tormentas. Algunos restos se deshacían ante el tacto; otros, como un bidón inmenso, yacía sobre las rocas secas, aplastado, extraño y blanco. 

Los restos de deshechos encontrados en el arroyo Ceballos son en un 95 por ciento, plástico. También había un tenedor de metal brillando contra el agua, telas deshechas, envolturas metálicas, fragmentos de electrodomésticos y llantas. A su lado el agua seguía corriendo, contaminada, espumando blanca en algunos puntos donde pequeñas caídas le daban la velocidad suficiente para esplender en sus químicos.

Avanza el contingente. Adelante van tres jóvenes de la Universidad Autónoma de Coahuila abren brecha, trozan ramas secas, colocan piedras para brincar entre el hilo del río; abren paso para recorrer esta vena, una de tantas que tiene la ciudad ignorada por los ciudadanos en su conservación y atendida solo como sitio de descarga y de ocultamiento de basura que tendría qué tener otro destino, no éste.

Hay una salida de descarga de deshechos ilegal frente a nosotros y me acuerdo de un amigo cuando dice: “el ser humano es el único animal que defeca en el agua que va a tomarse”. Y así es, no solo vertemos mierda, sino contaminantes todavía mucho más tóxicos y nocivos en ríos con el agua necesaria para beber y cultivar.

Este trayecto de seis kilómetros lo realizamos convocados por la Universidad Autónoma de Coahuila; tuvo la presencia del rector, quien se sumó a estudiantes y maestros o directores de distintas facultades. Durante los primeros kilómetros también algunos servidores públicos hicieron el recorrido. 

Concluimos a la altura del boulevard José Musa, ya que el kilómetro siguiente se encuentra limpio, y esta tarea ha sido realizada por los estudiantes de la universidad.

Sin embargo, hay algo que me inquieta: la parte más herida del recorrido que hicimos, es la que aparentemente está más ordenada y tiene el recubrimiento de cemento. Una cosa es saberlo y otra experimentarlo; al caminar por esta zona, la refracción de los rayos intensificó el calor de la mañana ya presente. Así es como el agua se va perdiendo, esté contaminada o no. Hierve en el cielo con su sol y hierve abajo con placas de concreto. Mientras en otros países, hace 15 años ya trabajan en la restauración de los cauces de los ríos para restituir flora y fauna, y para ayudar a la filtración natural del agua en el subsuelo, en México, la usanza es cubrir de cemento y esto se lo lleva luego un caudal enfurecido de agua. 

Este recorrido es un mapeo visual importante, hay qué traer a la mirada lo que nos es desconocido. Según recordó el rector, a este río se le quiere volver un parque lineal. De cristalizarse esta propuesta, sería un primer paso que estimule la restauración del resto de los ríos. Un ejemplo que tenemos cerca para ir a conocer, es el parque del Río Santa Catarina, en Monterrey, Nuevo León. 

Finalizamos el recorrido al salir entre mallas que contienen piedra y atrapan plástico. Llegamos a un sitio en donde compartimos burritos y agua. 

Junto a un conocido de PROFAUNA estuve entre la manada (el lobo gris mexicano es la mascota de esta casa de estudios). Y si recordamos la importancia del lobo como benefactor del equilibrio de los bosques, e incluso como modificador del cauce de los ríos en estudios que documentan este hecho, tenemos como suerte de metáfora, a lobos jóvenes quienes, con energía iniciaron desde hace ocho fines de semana, un trabajo de restauración fundamental para nuestra ciudad. claudiadesierto@gmail.com