Una ‘toledana’…
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Una ‘toledana’…
Hay varios mercados en la ciudad, itinerantes todos. Aquí los conocemos o los conozco como mercado sobre ruedas. En otros lugares se les define como mercado de pulgas, ir precisamente a la “pulga”, mercado de baratillo o mercado de segunda. En la ciudad hay varios a los cuales periódicamente asisto. Lo hago desde siempre. Lo hago desde niño. De hecho, lo hago como tradición y gusto. Mi madre me llevaba de la mano y sigo guardando y atesorando este recuerdo en mi memoria y corazón. Cuando salíamos, era célebre su tirada de naipes y orden categórica: “muchacho, trae esa rede para ir al mercado, anda…” Ojo, decía “rede”, es decir una gran bolsa de las muy mexicanas que aún hoy se usan, no “red.”
Eran buenos tiempos de la mano de mi madre Ma. Virginia Martínez-Juárez de Cedillo, con la cual caminé amoroso de su mano y bajo su manto protector. Situación que sí, luego de lustros sin ella, me sigue doliendo en el lado izquierdo de mi pecho, el lado moridor, decía José Revueltas. Bien, decía que estoy muy acostumbrado a ir a los mercados de pulgas o “sobre ruedas” de la ciudad. Iniciando semana, hay uno en la colonia Bella Vista. Por donde pasa ese ataúd urbano y letal llamado ruta “Periférico.” No le sé decir calles, pero usted súbase al “Periférico” y va a llegar. A media semana, hay otro mercadito en la colonia Provivienda. El jueves, hay uno a tiro de piedra de la Central Camionera. Muy grande y amplio. El domingo, usted lo sabe, se monta el de la Plaza de la Madre. Son los que visito con cierta frecuencia.
Fui a uno de ellos. Lo mismo compré queso de cabra que papel sanitario. Compré queso panela a la par de una bolsa de nopales listos y troceados. En un lote de revistas añosas, vi un ejemplar de la mítica “Vuelta” de Octavio Paz. La adquirí para que no estuviese tirada en el piso. Al pasar por una mesa con amplio botadero de herrajes, llaves oxidadas, martillos, mazos, alcayatas, herraduras y cuanto fierro inimaginable usted tenga usted en mente, de entre el mar de varilla vieja y enmohecida, justo allí había una… espada toledana. La miré sin pedir precio. ¿Era una “toledana” auténtica? Me hice el loco. Fui a otro puesto donde había libros firmados y generosamente dedicados por los “eximios” historiadores locales (Arturo Berrueto, Lucas Martínez, etc.) a sus compadres y amigos. Un lote grande de libros que nadie quiere… ni a cinco pesos unidad. Me hice pendejo, repito, y regresé y pedí ver la “toledana.” Sí, era auténtica. Miré al vendedor con el alma en la mano y pregunté, “Oiga don, ¿cuánto cuesta esta espada?...”
Esquina-bajan
Azar, suerte, ojo avizor, hurgar en la basura. Los mercados de baratillo guardan sorpresas para quien ose caminar entre puestos de mercaderías tan disímbolos, como atractivos. La historia cuenta de varios hallazgos de arte, verdaderos tesoros perdidos, extraviados en la basura y bazares de segunda. Le cuento de varios hallazgos que son famosos en la historia. En Las Vegas, donde hay todo lo que usted pueda imaginar y si tiene usted dinero lo puede comprar, en un mercado de calle, un viajero inglés se encontró con una hoja, un boceto de un dibujo. Incluso, no terminado. El papel, el dibujo está roto ya en dos de sus puntas. Es un retrato del músico y actor Rudy Vallée.
¿Quién firma dicho trabajo? Andy Warhol. El dibujo le costó al viajero 5 dólares. Hoy, está tasado en al menos 2 millones de dólares.
En Nueva York una venta de garaje en una de las cientos y miles de residencias que lo hacen periódicamente, una familia adquirió en tres dólares un cuenco chino que les gustó. Lo que hoy llamamos un “bowl.” Era porcelana. Como miles piezas de porcelana hay en el mundo.
La cosa es que este cuenco era de una dinastía china inscrita en la historia de la humanidad, con al menos mil años de antigüedad. ¿Su costo hoy? 2.2 millones de dólares. En Estados Unidos un coleccionista pagó 28 mil dólares por un par de vinilos. Una copia master del grupo de rock “The Velvet Undergroudn”, banda considerada de culto. Sólo hay 100 copias de dicho master. Originalmente esta copia fue adquirida en un mercado de pulgas por 75 dólares.
El vendedor de fierro viejo, imagino, me vio jodido cuando le pregunté el precio de la espada con empuñadura redonda, de corsario. Pues sí, tengo cara y presencia de estar jodido. No engaño a nadie. Me dijo, “llévese esa espada por 150 pesos marchante, está bonita.” Revolví inmediatamente mis ya casi secos bolsillos, incluyendo cartera. Había comprado queso, nopales y de última hora, miel y jarabe de maguey de General Cepeda. Como me vio hurgar en mi magro bolso, compadecido, dijo, “deme cien pesos y llévesela. Sólo le hace falta que la limpie bien…”
Letras minúsculas
Una “toledana” por cien pesos. Lo juro. Por cierto, tengo separado un juego de té de porcelana que apuesto, es holandés ¿alguien sabe de esto y me acompaña como asesor? Puf.