Una tarde familiar entre líneas

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Una tarde familiar entre líneas

La Feria del Libro ha llegado. Está esperándome con los libros abiertos. ¡Qué alegría ver de nuevo a la gente del libro! Mi hija me acompaña y puedo ver como en sus ojos se refleja la misma alegría que vivo. Nunca me he negado cuando me pide un libro. 

Veo como la gente desfila por cada uno de los stands –qué palabra más fea- y palpo, gusto, escucho y veo igual que Benedetti cada espacio que me ofrece.

Con la marcialidad que los caracteriza y en uno de los pabellones, un grupo de militares me acerca algunos ejemplares preciosos, “La Historia del Ejército Mexicano”, “Palemón”, “Pintura Militar” me asombra la verticalidad de cada uno y el acento sureño del soldado que me lo ofrece con tanta atención. Prometo regresar por uno de los ejemplares.

La cartera que me acompaña sufrirá muchos golpes en estos días, pero sin culpa. Cuando se trata de llevar algo de cultura a la casa, no duele el gasto. Voy pensando en ello, mientras el vals “Alejandra” en salterio me atrae hasta la bocina desde donde sale casi con timidez.

Cuando me acerco a un pabellón –hermosa palabra de origen francés- un joven de sonrisa franca y desenvuelta me describe su mercancía: discos compactos de joyas bellísimas de música. El salterio, el arpa que interpreta música de la Revolución y la Independencia, todo digno del mejor conocedor de música. Películas de libros y la advertencia de que “mañana tendremos más”. 

Ha sido una tarde hermosa. ¿Qué puede ser mejor que la compañía de mi hija, el sol poniéndose  y el vals “Alejandra” escuchándose suavemente en los arpegios del salterio?