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Una película distinta

El Gremio de Cine Críticos y la Real Sociedad Sarapera de Amantes del Séptimo Arte exigieron mi baja definitiva con carácter de irrevocable, la destrucción de mis credenciales de socio y mi expulsión permanente de las salas de exhibición, muestras internacionales, foros de discusión, matinés y miércoles de dos por uno.

¿Y qué abominable pecado cometí para que mis cofrades del celuloide y las palomitas, invocando al espíritu de Cecil B. DeMile, me den ahora trato de paria y soliciten hasta la cancelación de mi cuenta de Netflix?

Todo lo que hice fue externar (y hasta eso, con varias semanas de retraso) mis comentarios sobre la reciente película con que George Miller retoma su saga de culto iniciada en 1979 con Mad Max.

La cuarta entrega Fury Road, con renovado elenco y un sinfín de nuevas posibilidades técnicas, digitales y, sobre todo, presupuestales me cayó en realidad como patada en mis añoranzas, cachetada a mis recuerdos y en general como una decepción de proporciones postapocalípticas.

Pero sucede que el filme en cuestión cosechó opiniones entusiastas, comentarios elogiosos y reseñas positivas por todo el mundo, por lo que concluyo pudo ocurrir alguna de las siguientes posibilidades:

1).- Ya estoy muy viejo y, en contraste, la edad promedio de la comunidad de cinéfilos y cine críticos es de 12 años. 2).- Yo vi “Mad Max: Fury Road” y el resto de la comunidad vio por equivocación otra cinta completamente distinta (una que sí estaba chida), digamos “Siete en la Mira”, con Mario y Fernando Almada. 3).- O quizás, el correo donde se notificaba a toda la crítica cinematográfica que a partir de la fecha, solidez argumental sería considerado un grave pecado y en cambio se encomiaría el cliché facilón, se fue directo al correo chatarra y no me enteré a tiempo.

Se lo juro, por si no la ha visto, la distopía fílmica de Miller es la cosa más vacua y acartonada imaginable, con personajes sin profundidad (nunca vi un antagonista más fodongo y sin chiste), un discurso superficial con narrativa grandilocuente que no se permite una sola nota de humor (a diferencia de todas las cintas predecesoras de esta saga) porque ¡se toma totalmente en serio!

Supongo que cuando alguien lo desea es capaz de verle lo bonito hasta al adefesio más horripilante.

Por ejemplo, allí tiene esa devaluación del Peso mexicano frente a la divisa de la vecina nación, el omnipotente Dólar.

La depreciación de nuestros atesorados y duramente ganados varos es resultado de las pésimas estrategias económicas, de las erráticas políticas gubernamentales, de la corrupción que priva en la administración pública, de la desigualdad en la distribución de la riqueza y en general, de toda la podredumbre de nuestro sistema.

Las anteriores podrían ser citadas como algunas de las causas de la devaluación y como consecuencia sólo podemos anticipar más pobreza, más desigualdad, más desgarriate.

Sorprende que haya optimistas ignorantes que se congratulan de estar a salvo de esta catástrofe financiera porque “nunca van de compras a McAllen” o porque (bendita sea La Rosa de Guadalupe), no tienen ningún adeudo en dólares.

Como ya dije, esos son los que fincan su optimismo en la ignorancia. Pero hay otros especímenes que provocan mayor asombro, los que cimientan sus positivas reseñas de la devaluación del peso en la más absoluta necedad.

El destacado columnista, frustrado excandidato a Diputado Federal por el PRI e insigne economista, Enrique Martínez y Morales publicó recientemente un texto versado en el área de su especialidad.

En “La Paradoja de la Devaluación” (Zócalo. Sept 1.) Martínez y Morales expone algunas de las bendiciones de la actual depreciación del peso frente al dólar, mismas que le fueron reveladas por la eminencia de Sócrates Rizzo en el marco del Seminario Internacional sobre Pobreza Urbana.

El exgobernador de Nuevo León e ilustre economista sustentó su tesis en la idea de que, los dólares que entran al País gracias a nuestros paisanos laborando en Estados Unidos, son ahora, más que nunca y gracias a la devaluación, un importante paliativo para la pobreza.

Martínez y Morales, delegado de la Secretaría de Economía en Nuevo León y presidente del Colegio de Economistas de Coahuila, quedó encantado con esta visión de su mentor y correligionario de partido, y nos la compartió en su sesudo análisis editorial.

Hombre, pues muchas gracias al exdiputado local, que ya estábamos sumidos en la desesperación y chillando porque con el dólar rondando los 18 pesos este año no tendremos “Black Friday”.

Pero eso es una desventaja minúscula si consideramos que gracias a ello se está acabando la pobreza y pronto tendremos una sociedad más equitativa y algo parecido a la justicia social. (Quién sabe, quizás un día los gringos se vengan a comprar a México durante el Buen Fin).

El comentario editorial de mi tocayo economista me hace plantearme las mismas preguntas que me hice líneas arriba: ¿Es acaso Martínez y Morales optimista, necio o nomás cretino? ¿Sabe algo que nosotros no sabemos? ¿O de plano no está viendo la misma película que tiene a todo México con el Yisus en la boca?

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