Una familia… ¿de tantas?
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Una familia… ¿de tantas?
La presente temporada resulta idónea para que las familias en las que hay rencillas se reencuentren y reconcilien.
También para que las familias en las cuales, si bien no existen rivalidades, al menos se toleran con éxito durante la mayor parte del año, acaben en forzada convivencia sacando lo peor de sí, y reprochándose hasta por el tupperware no devuelto de hace 12 años de “cuando mamá Anselmina aún estaba con nosotros y me lo dejó a mí”.
Ya sea usted de los que se lleva a toda madre con su familia, pero en diciembre reconsidera seriamente seguir llevando su mismo apellido, o bien de los que hace décadas dio a todos sus familiares por muertos; en uno u otro caso es el estatus de otra familia que (por fortuna) no tiene nada que ver con la nuestra, el que nos tiene haciendo especulaciones.
Me refiero –¡ah, cómo pringaos no! – a la relación entre la gloria del nepotismo coahuilense, los hermanos Moreira Valdés y Moreira Valdez (¿por qué siendo una familia de maestros nunca enmendaron este error?).
Es pertinente aclarar que su situación afectiva sería cosa que en condiciones normales me vendría valiendo puritito fruit cake. Pero tratándose de nuestro actual gobernante y su predecesor, los cuales no sólo comparten ADN, sino la responsabilidad del catastrófico estado financiero y –siempre lo recalco– moral de esta entidad, lo menos que podemos hacer es tomarnos la molestia de hacer una somera lectura sobre el mensaje que intentan hacernos llegar.
Desde los inicios de la presente administración, el segundo periodo de este sexenio de 12 años, a dos tiempos, el “moreirato” tardío, el reinado de Ruben, “El Buena Onda”, se rumoró sobre un supuesto distanciamiento entre el soberano y su predecesor, el monarca del “moreirato” temprano, Beto “El Bailador”.
El rumor se alimentó por la ausencia del Ejecutivo en los servicios fúnebres para el primogénito del autor de la megadeuda, el exgobernador Humberto.
Admito que es posible (carajo, en este mundo técnicamente todo es posible), pero dada la falta de diligencia con que el actual Gobierno investiga los pecados, errores y omisiones de la pasada gestión, y su total disposición a seguir encubriendo el chiquero administrativo que heredaron, opino que el tal distanciamiento es posible, sí, pero improbable.
Y si acaso hubiere alguna verdadera escisión en su fraterna relación, lo cierto es que no es lo bastante profunda como para que lleguen a sacarse mutuamente la garra que sería mucha.
Sin embargo, recientemente se “filtraron” algunas declaraciones en las que el también exlíder del PRI da sus impresiones sobre su hermano Rubén Ignacio y la forma en que gobierna.
Por decir lo menos, Humberto trata a su hermano y sucesor como hacía con todos sus adversarios políticos, con denuestos y comentarios en un lenguaje picosón y arrabalero que conecta con mucha gente, pero no necesariamente con sus neuronas.
Sus declaraciones no podían parecerme más escenificadas. Y resulta evidente su intención de capitalizar el actual descontento popular, aun a costa de meter en sus bravatas a (dicho sea con la venia de Tin Tan) su carnal.
Y es que la necesidad de acceder al preciado fuero constitucional es tan apremiante, que lo de menos es mancillar un poco la de por sí traqueteada imagen del Ejecutivo. Se trata no de convencerle a usted, ni a mí, sino a la base de sus bienquerientes, gente con un muy pobre criterio, nula capacidad de análisis y total ausencia de pensamiento abstracto.
Porque todo lo que dice Humberto Moreira apela a las vísceras, pero jamás al intelecto. Ya tendremos oportunidad de hacer un análisis más profundo sobre sus declaraciones, aunque anticipo que será un ejercicio estéril, pues es como aplicar la hermenéutica a los delirios de un orate.
¿Así que no pagamos la megadeuda porque no tenemos un recibo, “Profe”?
Sepa que no tenemos recibo porque durante su gestión no dejaron ni el rollito de papel de la caja registradora. ¡Cínico!
Nos leemos el jueves para despedir el año.
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