Una crisis económica diferente a las otras

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Una crisis económica diferente a las otras

En reiteradas ocasiones se ha hablado de la lógica económica capitalista, donde se expresa un proceso cíclico con fluctuaciones que van manifestando su comportamiento intrínseco enclaustrando desequilibrios, estancamientos, contracciones y expansiones. Estas fluctuaciones representan la recesión o prosperidad que enuncian la dinámica económica en sus respectivas etapas de conducta, inmutables y esenciales, con sus leyes económicas concretas que emanan para continuar la acumulación de capital.

La naturaleza de su funcionamiento, tendencialmente, desemboca en la crisis económica, debido a una desaceleración de la rotación de capital, originando una reducción cada vez menor de la tasa de ganancias. Esto puede engredar características de agotamiento del régimen de acumulación (modelo económico) por la profundidad y la amplitud para trazar nuevas formas de acumulación y correlación de fuerzas, o por el contrario, de menor profundidad, mínima duración en la extensión y penetración de la reactivación económica para corregir y replantear la lógica de acumulación del régimen o modelo establecido.

 La reciente pandemia inducida por el COVID-19 ha percatado y suscitado la crisis económica con características inéditas y atípicas, afirmando las contradicciones con sus desequilibrios, negando las aceleraciones del ritmo de crecimiento. Sin embargo, el colapso económico de la actual crisis fue inducido en una senda temporal bastante corta con una caída repentina de la actividad económica de la acumulación de capital y de la ganancia, que promovida por la pandemia contrae una particularidad única a las anteriores crisis. En ellas, estas condiciones se evidenciaban en cada cierto periodo, pues la rotación capital era más lenta, y la disminución de la tasa de ganancia era cada vez menor de un periodo a otro, esto encausaba tendencialmente una nueva etapa contractiva que convergería en una “crisis de sobreproducción”. Sin embargo, en la actual crisis no sucedió así. La caída fue fatal; de la noche a la mañana colapsó la actividad económica por un padecimiento atípico, ajeno, no pronosticado ni formulado en el régimen de acumulación, como lo es la falta de infraestructura hospitalaria y acceso a la salud. Lo anterior agudizó y estimuló las contradicciones que emana el capitalismo en la estructura que lo sustenta -el neoliberalismo-, desnudando lo que por mucho tiempo estaba encubriendo más allá de los límites de las leyes económicas: las carencias sociales.

No obstante, el capitalismo no solamente es un sistema económico sino un sistema de poder político, jurídico, social, moral, ideológico e histórico, que justifica las relaciones sociales de producción (las leyes económicas), encubre la estructura económica, sustenta esa relación de superestructura (lo político, jurídico, social moral e ideológico) y viceversa, por lo que los efectos de los superestructurales afectan a la estructura económica.

En el caso concreto de la actual crisis, las anomalías de la superestructura provocaron el colapso de la actividad económica, que desenmascaró y desnudó el fondo, mostrando la caída de los indicadores económicos que afectan a la sociedad y particularmente a la clase trabajadora. Los datos duros dicen que en la región de América Latina, 8 de cada 10 personas no tienen acceso a la seguridad social (CEPAL).

Recientemente la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en su quinto informe especial COVID-19 declaró que la situación de la región es alarmante, considerando a los últimos 10 años como una “década perdida para la economía y el desarrollo social”. Expusieron la evidente desaceleración económica, dejando ver que el promedio anual del PIB en 2020 será menor que el de 2010 partiendo de los datos disponibles, y existirá a finales de este año un retroceso de 15 años en el combate de la pobreza y marginación. El estudio concluye que América latina y México enfrentan su peor crisis económica desde hace 100 años.

El escenario que enfrentarán América Latina y el Caribe (por los estragos de la crisis) es un aumento de 230 millones de pobres: 96 millones en pobreza extrema y 44 millones de desempleados. Para México, las cifras no son nada alentadoras. El crecimiento de la pobreza será de 7.5%, con respecto a 2010, es decir, 9. 7 millones de “nuevos pobres” con un crecimiento marginal de la población. La pobreza extrema (población con menor acceso a la alimentación) crecerá 6.3% con respecto al mismo periodo, con un crecimiento absoluto de 8 millones de personas en esta situación.

Aunado a lo anterior el aumento relativo de las deudas públicas de los gobiernos soberanos, ha llegado a niveles máximos históricos con respecto al PIB por los movimientos del tipo de cambio debida a la falta de demanda del dólar en el mercado.

Para contrarrestar los efectos de la crisis económica y las carencias estructurales que encubría el neoliberalismo (y en general el sistema capitalista) es necesario fortalecer el aparato gubernamental para fomentar una mayor recaudación fiscal y así tener finanzas sólidas para implementar políticas expansivas a los sectores más marginados de la región. En el caso concreto de México, se debe buscar la reducción del gasto operativo de la alta burocracia -que ya se está haciendo- y buscar una política fiscal expansiva para tener mayor capacidad de absorción fiscal, negando la condonación de impuestos a grandes corporaciones y la evasión fiscal para tener mayor margen de maniobra, bajar el presupuesto a los sectores más afectados que no tienen acceso a derechos sociales y constitucionales.

Como dice el maestro François Chesnais “la crisis climática, la de salud, se va a combinar con la crisis del capital”, ¿será la crisis general del capitalismo -en todas sus órbitas- su final?, ¿o será la extinción de la especie humana y la Tierra?