Un sabio coahuilense olvidado: Eduardo Rogelio Blackaller Villarreal
TEXTO: JOSÉ LUIS ESCOBEDO
Eduardo Rogelio Blackaller Villarreal fue un filósofo marxista, músico, autor de varios libros y escritos sobre arte, mecenas de varios artistas plásticos a quienes ayudó con gran entusiasmo a comercializar sus grandes obras entre personalidades del mundo político, empresarial y del ámbito académico, quienes con denuedo y entusiasmo buscaban la amistad del maestro Blackaller, para conversar sobre una infinita gama de temas, dado el grado de inteligencia y sabiduría que había cultivado a través del esfuerzo aplicado, para llegar a tener un amplio conocimiento durante toda su vida de estudios. Era un hombre elegante en el trato y tenía un gran atractivo para las mujeres.
“Black”, como lo conocíamos sus amigos, nació en San Buenaventura, Coahuila, el 7 de marzo de 1937. Falleció en la Ciudad de México el pasado 3 de septiembre de 2018 por una deficiencia pulmonar, pues buena parte de su vida le hizo grandes honores al cigarro.
Cursó la primaria en su tierra natal, y la secundaria en Monclova. Se desplazaba regularmente a Saltillo a estudiar piano con el maestro y licenciado Jesús Flores García, y por la gran distancia que había entre esos lugares, tuvo que mudarse a la capital del Estado. Vivió un tiempo en la calle de Lerdo de Tejada, en una casa de asistencia marcada con el número 389, que recibía a estudiantes que cursaban grados escolares en las distintas escuelas de la ciudad.
Después vivió una temporada en Monterrey, donde era muy querido y admirado por maestros y estudiantes de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Fue a finales de los años cincuenta, cuando ingresó al partido comunista.
Blackaller encaminaba y gestionaba recursos económicos para adquirir las obras de artistas plásticos como Federico Cantú, Guillermo Ceniceros, Elvira Gascón, Armando López, Fernando Anaya, Gerardo Cantú y muchos artistas de la pintura y de la música.
La influencia poética la obtuvo de Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Rubén Darío, Nicanor Parra, Carlos Pellicer y Otilio González –el poeta saltillense asesinado en Huitzilac– de quien “Black” era gran admirador, por ser un privilegiado con cualidades innatas para escribir con gran facilidad la rima y la prosa.
En filosofía fue influenciado por el pensamiento hegeliano y por la vasta obra de Carlos Marx y Federico Engels. En música era un gran admirador de la obra de Beethoven, Julián Carillo y Dimitri Sostakovich.
Blackaller tenía una influencia poderosa. Reflejo de su mente brillante, su lenguaje estaba lleno de sabiduría y seguridad cuando de su boca emanaban las palabras bien escogidas y precisas. Tenía uno de los cerebros más lúcidos y esplendorosos que nacieron en Coahuila en el siglo pasado. Las páginas que dejó escritas poseen un lenguaje rico en esencia y sabiduría eternas, que solo espíritus selectos dirigen y encaminan a desarrollar, llegando a perfeccionar las facultades intelectuales, dejando estos escritos para educar a quienes buscan con ahínco el conocimiento que da claridad.
“Black” era un hombre generoso que entregaba su amistad a todos quienes tuvimos contacto con él y dominaba con su palabra y presencia el escenario donde se desenvolvía, cualquiera que fuera: lo mismo ocurría con sus amigos, que escuchábamos sus disertaciones sobre distintos temas; que con el poder político que lo asediaba, pero al que no se adhería, y sólo frecuentaba cuando se trataba de ayudar a los artistas en su trabajo.
Era antisolemne e irreverente con los hombres de poder político, que caminan con su aureola de poder que hasta veían como divina. Poseía un poderoso genio satírico capaz de vencer a su adversario con una sola palabra. Mantuvo durante toda su vida la mordacidad de su espíritu y pudo ejercer hasta sus postreros días su lúcida ironía y facultades intelectuales, musicales y poéticas.
Como ejemplo de su irreverencia hacia el poder, citaré un suceso que ocurrió en una reunión en casa de Luis Echeverría, a la cual fue invitado. Alguno de los presentes le pidió que interpretara al piano alguna sonata de Beethoven para un amigo, a lo cual Blackaller rotundamente se negó.
–¿Va usted a negarse a interpretar al piano lo que le estoy pidiendo para el señor?, le cuestionaron. ‘Black’ contestó al interfecto: “Yo no soy lacayo ni bufón de nadie”.
Como miembro del Partido Comunista, en donde era reconocido el talento musical de “Black”, y con la ayuda del general Lázaro Cárdenas, le fue permitido obtener una beca y viajar a la Unión Soviética a estudiar composición musical.
Ahí fue discípulo del maestro Dimitri Shostakovich durante varios años de estancia estudiantil en el Conservatorio de Moscú. Regresó a México en el año de 1966, cuando contrajo matrimonio con la doctora María Bages, con quien procreó dos hijos: Luis Eduardo y Julián. A partir de entonces se dedicó a su trabajo intelectual de investigación musical y poética, y a apoyar a los creadores de arte mexicanos.
Blackaller, renovación en el silencio
El Fondo de Cultura Económica editó un libro de “Black” sobre la obra de Beethoven con el título “Renovación en el Silencio”, en el cual describe la personalidad del genio alemán, de quien conocía a la perfección toda su obra. En la introducción de su libro, Blackaller escribe: “El lector podrá orientar la lectura, de acuerdo con sus intereses, en tres direcciones. En primer lugar se encuentra la información biográfica fundamental, depurada hasta donde ha sido posible. En segundo término, se ofrece un cuadro de la época en que vivió Beethoven; junto a los cambios históricos aparecen los datos que registran las principales corrientes ideológicas que, de una u otra manera influyeron en el compositor. Finalmente se ha prestado atención al estudio de los rasgos principales de la música de Beethoven, sobre todo, a su concepción de la sonata, problema este, casi siempre deficientemente examinado. El ensayo tiene un apéndice con algunos documentos que ayudan al conocimiento de la vida del compositor. Y, por último, se incluyen veintidós cartas de su voluminosa correspondencia…”.
Siempre que había oportunidad interpretaba al piano “Claro de Luna” y la “Sonata No. 23, Opus 57, Appassionata”, que los amigos disfrutábamos en las constantes reuniones que teníamos en su departamento de la calle Salamanca, en la colonia Roma de la Ciudad de México. Decoró su departamento adornándolo de cosas verdaderamente bellas imitando a los griegos que, como decía Hegel, “Grecia llenó sus ciudades de objetos y rincones bellos”. Así, acumuló al paso de los años una riqueza cultural consistente principalmente en obras plásticas de pintores mexicanos y extranjeros, que los propios artistas le proporcionaron, como Siqueiros, Diego Rivera, Elvira Gazcón, Guillermo Ceniceros, Adolfo Mexiac y Fernando Anaya, que ilustró el libro sobre Beethoven con una litografía de Ludwig.
Tenía, además, un piano de cola en el que “Black” estudiaba diariamente por la mañana, desde las 9:00 hasta las 13:00 horas. También poseía un piano de tercios de tono del inventado por el maestro Julián Carrillo.
Por la tarde se disponía, como lo hacía el poeta Goethe, “al trato con el mundo y los amigos, porque eso es lo que da clarividencia de juicio”, según Miguel de La Montagne. Adornaba también su departamento con bustos de Beethoven, una Diana cazadora en bronce y muchos otros objetos bellos.
Tanta era su admiración por el maestro Ludwig, que le encargó al maestro Federico Cantú, varias réplicas de un busto de Beethoven, que se fundieron en el taller del mismo Cantú, también escultor y fundidor de obras de arte; entre esas esculturas se encuentra el logotipo de la Madona del IMSS.
Estela de la Educación Técnica en Provincia
Eduardo Rogelio Blackaller promovió una Estela de la Educación Técnica en Provincia, auspiciada en 1977 por el director de los Tecnológicos, el ingeniero Emiliano Hernández Camargo, y que ejecutó el maestro Federico Cantú. Esta estela –que tiene una dimensión de tres metros de altura, y metro y medio de ancho, fue realizada en un monolito de mármol, rodeada por un marco irregular de bronce–, se exhibe en la actualidad en varios tecnológicos del País, entre ellos en los de Saltillo y de Durango.
Blackaller se encargó de la gestión de la obra y del contenido, que fue interpretado por el maestro Cantú, quien le dio su aporte artístico. Blackaller escribió sobre la estela: “La Estela se inscribe dentro de la producción muralista y escultórica de Federico Cantú, producción que constituye un capítulo memorable del arte mexicano del siglo 20. Así la Estela es una síntesis, no sólo de Federico Cantú, muralista y escultor, sino también del gran pintor de caballete y el portentoso maestro del buril, del orfebre y medallista.
“Tres grandes símbolos preceden a la obra del artista: En primer lugar y representando al aporte de Occidente a nuestra cultura, se encuentra Atenea Doliente, Minerva, los portadores de la ciencia, la técnica, la filosofía y el humanismo. En el extremo derecho, y bajo la mirada tutelar de Palas Atenea, aparece el segundo símbolo: un grupo de astrónomos prehispánicos que desarrollan alardes de ingeniería. Junto a ellos está la mirada, representación platónica del fuego, la tierra el agua y el aire, los poliedros regulares, símbolo de los elementos. Uno de los astrónomos dirige su mirada al planeta Venus, Quetzalcóatl como lucero del alba y estrella de la tarde. Así quedan definidos los rasgos que singularizan a nuestra nacionalidad y a nuestra cultura, las dos grandes vertientes con que se forma la identidad nacional”.
La Revolución Musical de Julián Carrillo
En 1969, la Secretaría de Educación Pública editó el libro “La Revolución Musical de Julián Carrillo”, en la serie La Honda del Espíritu. En ese libro, Blackaller aborda con un criterio marxista una teorización sobre la Estética como una nueva ciencia social, gracias al desarrollo de las fuerzas productivas y del avance de los conocimientos en el terreno del arte.
Al mismo tiempo señala la gran contribución de Julián Carrillo, al haber descubierto el Sonido Trece, y del mérito de haberlo realizado en un país subdesarrollado, por encima de los países desarrollados de Occidente, señalando cómo los críticos de arte no concebían que así hubiera sido. Escribía Blackaller sobre el músico: “En Carrillo la producción de música microtonal se insertó en las corrientes humanistas del arte mexicano e hispanoamericano. Fue el primer compositor ultra cromático moderno, que utilizó los nuevos sistemas sonoros como un medio natural para la creación artística y no como mero procedimiento especial… el microtonalismo nace en México y es, por tanto, una escuela (técnica) nacional”.
Blackaller tenía en su departamento un piano de tercios de tono en el que interpretaba música adaptada al sonido trece. “El nombre de Julián Carrillo está vinculado definitivamente y para siempre, a la creación y desarrollo de los sistemas sonoros microtonales, sistemas denominados por el compositor con el título genérico de Sonido Trece”, escribió Blackaller.
El Instituto Politécnico Nacional le editó a “Black” dos discos con música interpretada en tercios de tonos con el piano del Sonido Trece de Julián Carrillo
Casandra
Blackaller Villarreal incursionó también en la poesía. De su inspiración surgió un libro de poemas de corte erótico con el sugestivo nombre de “Casandra”, en ediciones CAVIE, que dedicó a su esposa María. De este largo poema se extrae lo siguiente:
“(Deseo es realidad arrebatada,
Un caminar sin prisa, andar así,
Sin preguntas ni esperas apremiantes,
Pero alerta ante el flujo de la vida.
Más no se da de sí, si se reduce
El deseo a la fría indiferencia
Del querer inconsciente y descuidado
Del uso del azar en los sucesos,
Presa siempre de vagas distracciones
Y latentes prisiones de presagios.)”
Nicaragua
Otro libro de poemas fue el dedicado a la Revolución Nicaragüense, concebida en el momento de su triunfo y el derrocamiento de la dictadura de Somoza. El hecho fue celebrado en México por los sectores que admirábamos la lucha en Nicaragua, porque después de varios años de guerra y de asesinatos de ciudadanos, al fin había triunfado el movimiento. Existía en el ambiente político de la época la esperanza de que fuera una revolución que beneficiaría a las masas, no se esperaba que, con el tiempo, ese acontecimiento pudiera convertirse en una desdicha para una gran parte del pueblo nicaragüense.
En las reuniones que con frecuencia teníamos los amigos de Blackaller, platicábamos ampliamente sobre este acontecimiento que en ese tiempo abrigaba grandes esperanzas, y de esas pláticas Blackaller fue redactando el texto que nos leía en los avances. El libro “Nicaragua enaltecido” fue editado en 1984 por Unidad Urbana Editores, una editorial fundada por dirigentes vecinales de Tlatelolco; consta de 230 páginas en tamaño media carta.
Es un texto que “Black” dedicó a varios de sus amigos y es un texto de poesía incendiaria y a la vez político, en el que agrega al final del poema varias páginas en las que describe las garras del imperialismo como forma de opresión: “…el imperialismo es la fase superior del capitalismo, su etapa terminal y concluyente. El odio –como un tizón– culmina cuando se apaga, pero antes, siempre crepita. El imperialismo no modifica en nada la ley de su esencia, a saber: la explotación del trabajo asalariado; pero perfecciona todos los mecanismos de saqueo y despojo: comerciales, financieros, tecnológicos y militares. Una cosa es el imperialismo como organización económica y otra, más voluble y circunstancial, pero interrelacionada, el imperialismo como organización política: la Alemania de Hitler fue, políticamente, una dictadura terrorista de los monopolios, aunque económicamente era igual a Francia, la Inglaterra o la Alemania actuales. El imperialismo es un imperio impuro. Todo lo que se toca se degrada. Es la degradación delirante de la vida y de los hombres”.
Patrimonio Pictórico de los Institutos Tecnológicos
Trabajando un tiempo adscrito a la SEP, en la Dirección de Institutos Tecnológicos, además de la Estela, Blackaller se encargó de recopilar obra plástica de pintores mexicanos para formar el Patrimonio Pictórico de los institutos tecnológicos, consistente en 378 obras, como óleos, vinílicas, litografías y grabados de los artistas plásticos. Todo el contenido de la obra se publicó en un libro de lujo, impreso en la Imprenta Madero.
Diccionario de artistas mexicanos
Eduardo Rogelio Blackaller Villarreal, el sabio filósofo coahuilense nacido en San Buenaventura, empleó gran parte de su vida en escribir un libro dedicado a todos los artistas mexicanos, un texto voluminoso que consta de casi mil páginas en tipos de 10 puntos. En él aparecen nombres de muchos creadores nacionales del terreno de la música y la pintura, que lamentablemente son –como él– desconocidos por el público. Ese escrito se quedó en el taller sin haber sido impreso, o tal vez vendió el contenido a algún interesado y pudiente en el tema.