Un Ricercare irremediable

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Un Ricercare irremediable

No es mera coincidencia el que hoy deslices tus ojos por estas letras, ¡no había otra posibilidad! Tampoco su escritura fue producto de mi libre voluntad, sino consecuencia inevitable de una serie de causas.

Esto es cierto si seguimos el pensamiento de Paul Henri Thiry, barón de Holbach, filósofo de la ilustración y autor de obras incluidas en el Index librorum prohibitorum, catálogo de los títulos peligrosos para la fe cristiana.

Según Holbach, el libre albedrío es una quimera, una ilusión proyectada por nuestra ignorancia acerca de las causas y efectos que tejen la realidad. “En el hombre la libertad no es sino la necesidad contenida en su interior”, escribió el filósofo en su Sistema de la Naturaleza, de 1770. Aquí hay que entender “necesidad” en su sentido aristotélico, es decir, como “lo que no puede ser de otro modo que como es”... ¡Caray!, de nuevo recordé a Rosita...

En otros términos: lo que nosotros experimentamos como voluntad es una mera sensación de decidir, pero no es sino la consecuencia inevitable de una serie de causas en la cual también participan los pensamientos.

Para Holbach no existe el dualismo. En el hombre no conviven dos naturalezas. Alma y cuerpo, espíritu y materia, nada de eso: hay sólo materia, y ésta, en su inabarcable interacción, da lugar a eso que llamamos pensar y sentir.

Si las leyes físicas operan de la misma manera en la materia que en lo que llamamos reflexión o pensamiento, como aseguró Holbach, entonces todo es causado por algo y todo será causa de algo, conformando así una cadena de sucesos inevitables, necesarios.

No existe el azar para nuestro filósofo, sino la falta de conocimiento sobre “la cadena eterna que enlaza todas las causas con los efectos que vemos”. Si no hay azar —y tampoco voluntad—, entonces el futuro está ya determinado. Lo ignoramos simplemente porque la mayoría de los eslabones de esta cadena y de las leyes de la causalidad permanecen invisibles a la inteligencia humana. Además, en este vacío se excita la imaginación para creer en existencias falaces, supersticiosas, como Dios o la libertad.

Holbach no fue el único que desahució al azar. Boecio lo había hecho a principios del siglo VI, pero él no negó la libertad, ¡y más le convenía, pues era teólogo y debía justificar con uñas, dientes y giros retóricos el libre albedrío del dogma cristiano! También Rosita, amiga de mi mamá, lo decía siempre después del café con galletas: “no va a pasar nada más que lo que va a pasar”. Pero mientras que Boecio y Rosita cerraban sus disertaciones con un “amén”, Holbach no incluyó a Dios en la ecuación:

“¡Hombre débil y vanidoso, que pretendes ser libre!, ¿acaso no ves los hilos que te encadenan? ¿No ves que son átomos los que te mueven, que son circunstancias independientes de ti las que modifican tu ser y regulan tu destino?”

Este es, por lo tanto, un Ricercare irremediable... en todo sentido.