Un primer paso no cumple la misión

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Un primer paso no cumple la misión

Indicios, probabilidades,  pruebas, evidencias…

Y protocolos: orden, aprehensión y pasos sucesivos hacia un juicio en que hay fiscalía que presenta pruebas y defensoría que las rebate. 

La succión, la falsificación, el faltante, la deuda, ahí están pero hace falta el juicio que vaya señalando responsabilidades, tipificando delitos si los hay y señalando culpables.

Se suelen quemar etapas en la opinión pública. Se salta desde el indicio y la sospecha hasta la sentencia y la pena. En muchos países, cualquier depósito bancario excesivo, inusual es motivo de sospecha, se ve como un posible indicio de procedencia ilícita y lavado. Si, además, el investigado ha sido funcionario público en cualquier país, con mayor razón se afina la diligencia y se acumulan los hechos observados.

Hay acuerdos internacionales para evitar impuridades por paso de fronteras. Están, en la memoria de muchos, las aprehensiones de criminales nazis en Sudamérica, de delincuentes captados por sorpresa en países que están a gran distancia del lugar en que fueron cometidos los delitos.

A medida que se va dando el proceso, van surgiendo informaciones, confirmaciones o rectificaciones, descalificaciones  y comprobaciones. Se va juzgando para detectar consistencias e inconsistencias, se desechan pruebas que parecían irrebatibles  o se presentan añadidos  que causan la evidencia.

Sabemos que se han dado casos extremos de falsos testimonios que hundieron a un presunto culpable hasta una pena de muerte y después, investigaciones más objetivas posteriores, comprueban su inocencia. 

Recordamos recientes casos de personas cuya culpabilidad parecía evidente y, sin embargo,  por anomalías en el procedimiento, por omisiones o comisiones en los protocolos, se vieron libres de toda sanción.

Las impaciencias tienen la propensión de caer en apresuramientos, en precipitaciones. Se quiere ganar Zamora en una hora y hacer que la planta crezca jalándole las hojas. Más que astucia jurídica  se requiere objetividad e imparcialidad para, en verdad, hacer justicia y dar, en el tiempo necesario,  a cada quien lo que le corresponde.

Tener una nacionalidad, pertenecer a un partido en el poder o en la oposición, sentirse víctima por lesión de propios intereses, ser amigo o ser pariente y varias otras circunstancias pueden, con anticipación,  llevar a justificar o a condenar en la conversación habitual cotidiana, pero puede haber caminos de legalidad estricta que, por encima de esas limitaciones, señalen la realidad y se haga entonces justicia al liberar o al sancionar...