Un peinado nuevo para Andrea
Texto: Jesús Peña
Fotos: Luis Castrejón/Jesús Peña
Video: Jesús Peña/Elí Sifuentes
Diseño: Édgar de la Garza
Edición: Quetzali García
Un solo cabello resiste 100 gramos sin romperse. Una cabellera completa puede soportar hasta dos toneladas de peso. Pero el pelo no soporta la quimioterapia…
“Decía mi abuela que cada vez que estuviera triste me trenzara el cabello, que lo apretara fuerte para que se quedara sujeta la nostalgia.” Reza un texto en internet, resumiendo que el cabello es el guardián de los secretos de las mujeres. Quizá por eso una señora del campo recibió con tanto dolor la noticia de que lo perdería. “¿Qué va a decir mi familia?", le preguntaba con angustia a su doctor. Esta es la crónica de la ruta del cabello de una peluca oncológica. Parten de una donación, al trabajo de voluntarias para abrigar la frente de pacientes de cáncer.
Andrea posa sonriente con su cabello nuevo para las cámaras de televisión a las afueras de Palacio de Gobierno. Su peluca más que un adorno representa a las mujeres que decidieron cortar su cabello y regalarlo a ella, una paciente de cáncer que no sólo soporta los síntomas físicos de la Leucemia. Sino los emocionales y sociales. Pero esta mañana cálida, Andrea porta el cariño de sus hermanas. De mujeres valientes que hoy, en forma de peluca, la acompañan. Andrea parece una reluciente estrella de cine que reparte sonrisas a diestra y siniestra, pero en el fondo está “chiveada”.
Andrea es muy “chiveada”, dirá Aída Barrera, la subdirectora del albergue “Niños con Leucemia”, al que asiste Andrea cada semana.
Andrea lleva encima un abrigo negro con botonadura dorada y sobre su cabeza la peluca natural que le regalaron las señoras voluntarias del recién abierto Taller de Pelucas Artesanales Oncológicas.
Andrea es la primera niña de Coahuila en recibir una de estas pelucas y por eso está acá.
La peluca de Andrea está adornada con una diadema fucsia que tiene en el centro un moño fucsia.
La multitud de gente agolpada a su alrededor observa a la niña con cierto dejo de curiosidad y ternura.
Andrea parece feliz.
Andrea es una guerrera, me cuenta otra tarde anubarrada y borrascosa, Ariana Soto, la madre, sentada junto a la niña en una banca de la plaza principal de Esperanzas, localidad de Múzquiz, Coahuila, un pueblo minero de casas pastel con portal que a esta hora, las 3:00, duerme la siesta.
Hoy Andrea está como inquieta.
Andrea dice que le duele un poco la espalda porque ayer en el hospital la punzaron para hacerle el intratecal, la quimioterapia que va directamente al cerebro y la médula ósea.
Andrea, 11 años, es bajita, delgadita, tiene la chispa en la mirada, una voz meliflua y la sonrisa pícara.
No se parece en nada a la chiquilla que vi la otra mañana frente a las cámaras de televisión.
Esta vez anda de jeans, sudadera rosa y usa una peluca artificial oscura, la peluca que le regalaron sus vecinos de Esperanzas cuando a Andrea se le cayó el pelo a raudales, que se quedó sin pelo.
Sucedió como a la tercera quimioterapia, dice Ariana, la mamá.
Entonces Andrea era la dueña de una cabellera larga, negra y lacia que gustaba de engalanar con todo género de diademas, moños, ligas.
Hasta que le vinieron las calenturas y ese dolor en los huesos y el abdomen que la tumbaron en cama durante días y días y mataron sus ganas de comer, de ir a la escuela, de pasear, de jugar, de correr, de brincar, de ser niña.
SOS: TE NECESITAN
PIDEN AYUDA
El 20 de febrero en la entrega de la donación de trenzas por parte de la Facultad de Medicina de la UAdeC, Alma de Bernal, la presidenta exhortó a sumarse como voluntarios
TALLER DE PELUCAS
“Necesitamos manos que nos ayuden en la
elaboración de pelucas porque
para elaborar una peluca se nos van
dos días y trabajamos 20 gentes”.
SOLO SE NECESITAN GANAS
"Si no saben coser pueden ayudar a separar
por largos, las texturas, a hacer cortinas y
pegarlas... Y las personas que sepan coser,
que nos ayuden a coser”
Tejen por amor. Además de las personas que
donan su cabello, también hay tejedoras
que hacen posible una peluca
Al cabo de un desesperante mes internada en el Hospital del Niño, los médicos le diagnosticaron leucemia, un cáncer que afecta directamente la sangre y la médula ósea. Las personas con leucemia presentan un aumento notable en los niveles de glóbulos blancos o leucocitos, que son como los soldaditos que defienden a Andrea contra el ataque de infecciones y enfermedades.
“Le dieron vómitos, cansancio, no se podía levantar, no podía caminar, nomás estaba postrada en una cama. Bajó de 37 a 24 kilos, Así duró como 15 días. Hasta que la pudieron restablecer. Ahí fue cuando perdió su cabello por primera vez”, relata Ariana.
Y aquella melena a la Daniela Romo que Andrea tanto cuidaba, comenzó a caer a mechones, como caen las hojas de los arboles en el otoño, tras las primeras quimos.
Andrea tomó entonces la decisión de cortarse el pelo como un varón.
Hasta que un día Andrea se descubrió en el espejo con la cabeza desnuda.
Ariana, su mamá, prefiera decir que a la niña eso no le pudo tanto, que lo tomó por el lado bueno.
“Yo siempre la preparé psicológicamente para lo que iba a pasar en el futuro. Le dije que todo pasaba por algo y que si se le caía el cabello le iba a volver a crecer… Ese no fue problema para ella”, dice Ariana.
Un mediodía en el Albergue de Niños con Leucemia, Aída Barrera, la subdirectora me dice que la mayoría de las chicas y chicos, sobre todo las chicas, con cáncer experimentan ansiedad y enojo cuando se les cae el pelo.
Aída cuenta que en siete años de trabajar en este albergue ha visto a muchos niños arrancarse el cabello durante las crisis.
En estos casos, dice, ella ha optado por el silencio. Una sonrisa, un abrazo, es mejor que las palabras.
A la postre Andrea comenzó a usar los gorritos, y una prótesis capilar artificial, que le habían regalado sus vecinos del pueblo de Esperanzas.
Hace unos días el director del Hospital del Niño de Saltillo, al que Andrea acude todos los lunes desde diciembre de 2017 para tomar sus sesiones de quimioterapia, le preguntó si tenía ya una peluca oncológica y ella dijo que no.
La mañana que la vi posar sonriente delante las cámaras de televisión, Andrea estrenaba la peluca que le obsequió el Voluntariado de Salud de Coahuila y que fue realizada en el Taller de Pelucas Artesanales Oncológicas, con las trenzas donadas por 10 valientes mujeres.
Para hacer una peluca como la de Andrea se necesitan al menos 10 trenzas.
Otra tarde platico de Andrea con Carlos Iván Oyervides García, el director del Hospital del Niño.
El médico me dice que Andrea va bien con su tratamiento, que tiene un buen pronóstico y que ya ha comenzado a creerle el cabello.
Después Oyervides recita unos números que me llenen de esperanza: lo hermoso de los tiempos en que estamos – dice - es que la medicina ha avanzado a tal punto que ocho de cada 10 niños con leucemia se curan definitivamente.
Andrea ya camina, se vele por sí sola, es muy independiente, va a la escuela, viene…
Tiene muchas ganas de vivir, de salir adelante, no piensa en cosas que la perturban, quiere seguir y seguir, es muy buena para hacer papiroflexia, trabajos manuales.
La mayor parte de los días está feliz, contenta, se olvida del tratamiento “y eso es una bendición”, recuerdo que me dijo Ariana, la mamá de Andrea la tarde que las visité en Esperanzas.
¿Qué le dirías a las niñas y a las mujeres que se sienten mal porque han perdido su cabello?, le pregunté a Andrea.
Que no se preocupen, que vuelve a salir, les va a crecer, dice sonriendo.
En el café de la Librería Carlos Monsiváis está a punto de caer la noche y Daniela Espinoza, la presidenta del Comité de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UAdeC, atezada piel, china cabellera, me cuenta que los estudiantes de esta institución tienen ya cinco años de realizar una campaña anual de donación de cabello para la fabricación de pelucas oncológicas, destinadas a niñas y mujeres con cáncer que han perdido su pelo a consecuencia de la quimioterapia o la radioterapia.
Las primeras campañas se hicieron en la Facultad y lo más que conseguían recolectar en un evento fueron 80 trenzas.
Pero este año los estudiantes decidieron hacer una campaña dirigida a la población en general y el pasado 30 de enero se plantaron en la explanada de Jurisprudencia.
En cuatro horas juntaron 320 trenzas, donadas por alumnos de la zona universitaria y gente de la comunidad que pasaba por ahí.
Estas trenzas, dice Daniela, fueron entregadas al Taller de Pelucas Artesanales Oncológicas que hace dos meses inauguró en Saltillo el Voluntariado de Salud de Coahuila.
La pregunto a Daniela que cuál es la importancia de una prótesis capilar:
El cáncer – dice Daniela - no sólo afecta física, sino emocionalmente a los pacientes, cuando los tratamientos deterioran su aspecto corporal. De ahí que una peluca oncológica puede hacer la diferencia: eleva el autoestima de los pacientes, da una sensación de mejoría y los anima a segur su tratamiento.
Como a las 11:00 del 5 de febrero, pasada la celebración del Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer, en la plaza de armas es la algarabía.
Un tumulto de gente, entre estudiantes de enfermería, funcionarios de la Secretaría de Salud y ciudadanos de a pie, se han apiñado en torno al módulo de donación de cabello que ha instalado el Taller de Pelucas Artesanales Oncológicas.
La carpa parece una estética ambulante con sillas, capas, atomizadores, tijeras y estilistas que modelan y cortan tranzas.
Durante el tiempo que llevo aquí, camuflado entre la muchedumbre, he visto desfilar a muchas mujeres de largas melenas que se han animado, sin arrepentimiento, a regalar su cabello.
De vez en vez se escuchan los aplausos y bravos de la turba.
Entre el alboroto oigo a Vanessa Valdés, rubia cabellera, tez láctea, la encargada del Taller, decir que las pelucas que logren confeccionar con las trenzas recolectadas en este evento, serán entregadas gratuitamente a niñas y mujeres con cáncer, de todo Coahuila.
Actualmente son 25 las pacientes en lista espera, dice Vanessa y me muestra algunas de las pelucas que manos desinteresadas han realizado en este Taller.
“Éste es cabello de niña, la realizamos con puro cabello de niñas pequeñas”, dice.
En el ambiente flotan frases como “una buena obra”, “el cabello crece”, “bonita acción”, “todos estamos para ayudar”, “un granito de arena”.
“Muy feliz, contenta. Desde que llegué aquí y vi el letrero, dije ‘lo voy a hacer, avisé en mi casa y ya”, dice una muchacha mientras posa para mi cámara con la trenza que va a domar.
“Me enteré por una de mis hijas y dije ‘bueno, es el momento de compartir”, dice una señora trenza larga hasta la cintra.
“Si a mí me crece el cabello, puedo ayudar a alguien a quien no”, dice una chica a la que hace poco vi cortar su coleta.
Más tarde escucho a María Fernanda López, una mujer, que vino al evento como estilista voluntaria, contar de una niña de siete años que acudió a su salón para raparse y donar el cabello a mujeres que no tienen.
Ese día María Fernanda lloró.
Ella me cuenta que desde hace siete años promueve en su salón de belleza una campaña permanente de donación de cabello y la gente ha respondido bien.
LA PELUCA ONCOLÓGICA: UNA OPORTUNIDAD
Bárbara de los Ángeles Pérez Pedraza, especialista en psicología de la salud, profesor de tiempo completo de la Facultad de Psicología de la UAdeC y responsable del departamento de Psicología Preventiva, me platica de una investigación que reveló cómo las sesiones de quimioterapias se reducían, cuando los pacientes tenían un mejor nivel de autoestima, se sentían más seguros y, por lo tanto, podían continuar con sus actividades laborales y domésticas.
Hasta el 20 de febrero la Facultad de Medicina había recopilado en su Centro Permanente de Acopio 353 trenzas donados por hombres, niñas y mujeres.
La señora Teresita de Jesús Medrano de la Fuente, quien padece cáncer de mama, se convirtió en otra de las beneficiarias del Taller con una peluca oncológica
Para una sola peluca se requieren entre ocho y 10 trenzas, por eso es necesario que la gente se sume cada vez más a esta causa de donar su cabello.
Ésta puede hacer la diferencia: eleva el autoestima de los pacientes, da una sensación de mejoría y los anima a segur su tratamiento.
Bárbara, piel aperlada, cara redonda, coleta hasta los hombros, dice que el segundo pensamiento más frecuente en las personas, sobre todo mujeres, cuando reciben el diagnóstico de cáncer, es “se me va a caer el cabello”, sólo después del pensamiento de muerte,
La especialista piensa que este fenómeno tiene que ver más bien con los roles de género, los protocolos y los estereotipos sociales de la mujer.
“Gran parte de nuestra identidad está dada por la cara, los atributos de la cara y entre ellos está el cabello. Es la representación de algo muy simbólico que es nuestra sexualidad, nuestra manera de relacionamos con las demás personas. Las niñas entre los seis y los 12 años están generando esta parte de cómo debe ser una mujer y entonces si una niña no tiene cabello, si ya de por sí está enferma y aparte no tiene cabello, es bastante pesado para el resto de su vida…”, dice Pérez Pedraza.
Y evoca el caso de una paciente con diagnóstico de cáncer de mama, a la que, además de la evidente pérdida de su seno, le preocupaba sobremanera la pérdida de su cabello.
Era una mujer de entre 40 y 45 años, originaria de una comunidad semi rural de Monterrey y con una trenza larga, larga, larga, larga que le llegaba hasta la cintura.
“La paciente decía que ya no iba ser mujer o que ya no iba parecer mujer, que su esposo ya no la iba a querer, que ya no iba a ser atractiva para su esposo, que qué iban a pensar sus nietos cuando la vieran así y que sentía como si se hubiera muerto algo, aun cuando su pronóstico era muy positivo. El médico le dijo ‘te vamos a hacer quimioterapia, lo más probable es que pierdas tu cabello, tus cejas’. Y esa fue una de las cosas que más le dolió”.
GUERRERAS POR LA VIDA
Al final de la sesión de “Guerreras por la vida”, un grupo de autoayuda para personas con cáncer, así como sobrevivientes de esta enfermedad, Flor, 44 años, dice que las pelucas no le gustan porque “siento que no soy yo”.
“En lo personal no me he atrevido a ponerme peluca, pero he visto, en este círculo al que pertenezco ahora, cómo si generan una esperanza, un cambio en alguien, porque te produce mucha inseguridad no tener cabello, no tener pestañas, no tener cejas…. Nunca me he puesto una peluca, pero conozco a muchas personas que las están usando y les da una seguridad, como a mí me la da una gorrita o un turbante”, dice.
La entrevista transcurre a las puertas de un salón del DIF municipal de Ramos Arizpe, donde el grupo, en su mayoría mujeres, se reúnen todas las tardes de miércoles para compartir sus vivencias en una especie como de catarsis.
“Fue muy bonito saber que las personas que están aquí hablaban tu mismo idioma. Tú cuando plásticas que perdiste tu cabello la gente no entiende lo que realmente representa para ti, pero cuando lo escuchas de una persona que ya lo vivió sientes que te comprende, que alguien, por fin, sabe lo que estás pasando realmente”.
Hoy Flor trae puesto el turbante que usa desde que el cabello se le empezó aa caer a puños, y ella optó por raparse en su casa, a solas, con una maquinita.
Fue un momento triste, relata Flor.
“Ms hijos vieron el día que se cayó la mayor parte de mi cabello y yo no me di cuenta. Me quité la gorrita que traía, al quitármela ellos se asustaron muchísimo. Yo me vi en sus ojos, no me vi en un espejo. Con su cara me dijeron la gravedad de mi aspecto y eso me llevó a la decisión de decirle adiós a mi cabello. Se lo entregué completamente a Dios”.
Flor había tenido desde siempre una melena, larga, lacia, oscura.
“Era muy moldeable, lo peinaba, lo arreglaba como yo quería, sin problema alguno”.
¿Cómo vive el paciente?
El aspecto físico del paciente es, en ocasiones, lo que les hace visibles ante la sociedad.
ras la recuperación, el paciente sigue siendo a los ojos de muchos,
un enfermo de cáncer al que de alguna manera no facilitan
volver a la vida que vivía antes de la enfermedad.
No debemos, por tanto, estigmatizar el
cáncer ni al enfermo, hay que evitar
la discriminación social o laboral.
Y todo mundo se lo chuleaba.
Hasta que se le cayó el pelo.
Sucedió antes de su segunda quimio, fue una cosa impresionante, cuenta.
“Para mí fue uno de los momentos más críticos porque como mujer es una parte muy importante de ti y te resistes, a pesar de que desde el primer día me dijeron que esto iba a suceder. Nunca estás preparada para esto”, narra.
Eran los días duros, después que el médico le anunció que tenía cáncer de seno en etapa tres y ella se desplomó.
“La verdad fue una noticia bastante impactante para mi vida. Tengo dos pequeñitos y el cáncer me ha dolido más por ellos que por mí”.
Lo bueno, dice Flor, es que hoy ha salido adelante y cada día que pasa se convence más de que la palabra cáncer no significa muerte.
El cáncer de mama es curable en 95 por ciento de los casos, si se detecta a tiempo
“Ahorita ya voy en mi séptima quimioterapia y he evolucionado muy bien. Yo sé que mi cabello va a volver a salir… es cuestión de tiempo”.
Flor dice que asistir al grupo de “Guerreras por la vida”, le ha ayudado a vencer sus temores y a huir del ostracismo en el que encontraba.
“Al principio me encerré mucho porque no sabía cómo salir a la calle, con una gorra, con un turbante. Yo sé que salgo a la calle con mi turbante y es inevitable que la gente me voltee a ver o que cuando veo algún conocido no le causes alguna impresión. Tienes que aprender a vivir con esto y ver que tú no lo pediste y que no eres culpable de estar así. Tienes que seguir adelante y aprender a evadir esas miradas, que no te afecten”.
Una noche en su consultorio de la colonia Los Lagos, un barrio residencial del norte de la ciudad, le pido a Omar Humberto Castañeda Renderos, oncólogo médico y médico internista, que me explique, con peras y manzanas, por qué a los pacientes que están con quimioterapia se les cae el pelo.
Dice que es porque que el tipo de medicamentos que se emplean en la quimio actúan sobre las células en rápida reproducción, como las células del cabello.
Un tumor es un tejido que se desarrolla o crece en forma acelerada, anormal, y ese es el blanco principal de la quimioterapia.
Pero hay otros tejidos en el cuerpo que también tienen la característica de reproducirse rápidamente, por el tipo de función que realzan.
Uno de ellos es la mucosa de la boca y el tracto digestivo, los glóbulos blancos y el pelo.
DATOS
32 millones de pacientes con cáncer en el mundo.
1 de cada 3 de todos los casos de cáncer pueden prevenirse
2 DE CADA 10 fallecimientos femeninos por cáncer en México se deben al cáncer de mama en la población de 30 a 59 años.
“Los capilares son estructuras que están en constante reproducción, por eso son blanco fácil de la quimioterapia. Y al afectar el capilar el cabello crece más lento, se desprende y es cuando el paciente experimenta esa pérdida…”, dice Castañeda.
La quimioterapia son medicamentos que se aplican por vía intravenosa, llegan a todos los sitios del organismo y se concentran en aquellos lugares donde está el tumor activo.
“Provoca muerte celular, por eso casi todas las quimios en general, la quimioterapia tradicional, tumban el cabello, pero no es una pérdida del cabello permanente, es una pérdida transitoria”.
Cuando el paciente termina su tratamiento, en un periodo de tres, máximo seis meses, vuelve a recuperar su pelo.
“El impacto que tiene, además del diagnóstico, en las personas, principalmente las mujeres, es bastante fuerte, porque implica un cambio estético que va a ser notorio para la gente, algo está pasando con ellas, alguna enfermedad tienen, entonces se sienten mal, ‘se me va a caer el cabello y cómo me voy a ver’. Anímicamente el impacto es grande. Hay complicaciones más serias que la pérdida del cabello, pero esas complicaciones no se ven y si las sufres, las sufres en casa o en el hospital. Con el cabello es evidente, cómo lo ocultas… Para algunas mujeres sí es muy pesado, hay otras que te dicen ‘eso es lo de menos, yo lo que quiero es curarme, el cabello como quiera vuelve a salir’, pero a otras sí les pega mucho y te dicen ‘¿no me puede dar otro tratamiento que no me tumbe el cabello?’. Aquí no es de que le des uno que si lo tumba y otro que no lo tumba, según el gusto de cada quien. Debes darle al paciente lo que necesita”.
A media mañana de un miércoles en el Taller de Pelucas Artesanales Oncológicas, que opera en el área privada del Hospital General, conozco a Margarita, a Blanca, a Ana y a Vero, las señoras voluntarias que realizaron la peluca de Andrea.
Ellas estuvieron en Palacio el día que las autoridades le entregaron a la niña su prótesis capilar y vieron la cara de felicidad de Andrea, me cuenta Vero mientas pasa por la aguja de la máquina de coser las cortinas de cabello con las que más tarde formará una peluca.
“Ya le va a cambiar un poquito la vida. Sé que tiene muchas necesidades ahorita la criatura, pero pos esto es… es aliviar un poquito su… No sé cómo decirte”.
El Taller, que antes fue sala de espera de este hospital, es así: dos piezas mínimas, tres escritorios, jugueteros, un equipo de estérica con lavabo, espejo, silla, pelucas y… pelos por todas partes.
Ana, otra de las voluntarias, dice que cuando llegó aquí no sabía ni coser, ahora es la encargada de confeccionar los gorros de elástico donde van montadas las pelucas.
A Margarita la invitó una hermana que trabaja de enfermera en el geriátrico y a ella se le hizo bonito, le gustó, el trabajo de hacer las cortinas de cabello para las pelucas oncológicas y por eso se quedó.
Y Blanca aprendió a coser las cortinas con máquina eléctrica y a pegarlas en los gorros hasta que se forma la peluca, porque quiere ayudar a las niñas y mujeres con cáncer.
Vanessa Valdés, la instructora y encargada del Taller, me cuenta que este proyecto, patrocinado por el Voluntariado de Salud de Coahuila, nació a principios de este año con la misión de proveer pelucas oncológicas de forma gratuita a pacientes con cáncer que han perdido su cabello.
Una maestra, adscrita al Voluntariado Nacional de Salud, la enseñó a hacer las pelucas y ella a su vez capacitó a las voluntarias.
Vanessa dice que para hacer una peluca como éstas hay que primero clasificar las trenzas por colores y tamaños, después cepillar el cabello para desenredarlo y sacarle brillo, hacer cortinas con los cabellos, coserlas, montarlas sobre un gorro de elástico y ya está: tenemos una peluca artesanal oncológica.
Dicho así parece sencillo, pero las voluntarias de Taller dicen que es un trabajo minucioso.
Vanessa me cuenta que para una sola peluca se requieren al menos entre ocho y 10 trenzas, por eso es necesario que la gente se sume cada vez más a esta causa de donar su cabello.