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Un mínimo defecto y al quirófano
La búsqueda de la felicidad a través de la estética y el gozo que se experimenta tras un cambio de imagen pueden llevar a una persona a obsesionarse con la cirugía plástica. Pero…¿Cómo saber diferenciar al paciente sano, del adicto o el dismorfofóbico?.
Cada vez son más las personas que deciden acudir al cirujano plástico para corregir pequeños o grandes aspectos de su físico que consideran como “imperfectos”. Tan solo en 2015 se realizaron en el mundo más de 21 millones de procedimientos quirúrgicos invasivos y no invasivos, según el último informe de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS).
Pero esto no significa que todas las personas que se realizan un retoque de nariz, una liposucción o un lifting facial tengan un trastorno de la personalidad, como explica la psicóloga Julia Vidal, especialista en trastornos del comportamiento alimentario e imagen corporal, tenemos que diferenciar el uso de la cirugía como “un acto razonado” para solucionar un aspecto específico, como “una solución a problemas emocionales”, o como una patología psiquiátrica.
Para el doctor Cristino Suárez, presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética la clave para identificar el tipo de paciente en consulta, es saber interpretar la respuesta que le da a la pregunta: ¿qué es lo que no le gusta de usted? Cuando el paciente “no sabe definir lo que quiere”, “se ahoga en un mar de lágrimas” o confiesa que se ha operado varias veces, se avisa una luz roja que indica un posible problema, indica el especialista.
En el mejor de los casos -afirma el doctor Suárez- la persona que dice “tengo el dorso de la nariz muy grande y quiero tenerlo recto”, es un paciente que “siempre va a ir bien”, porque sabe lo que quiere. En cambio, si la persona dice: “es que cuando yo me agacho en la esquina de la calle, y el sol está en contra, me proyecta una sombra de la nariz de un milímetro que no me gusta”, es posible que este paciente tenga un trastorno dismórfico corporal.
En concreto, los especialistas se refieren a cuatro tipos de pacientes que padecen esto: los sanos, los que pasan por un momento difícil, los adictos a la estética y los dismorfofóbicos. “El paciente sano es aquel que por ejemplo tiene un complejo porque sus orejas son abanicadas; de antemano se sabe que es una cirugía vencedora”, subraya el doctor Suárez.
“Hay personas que están insatisfechas con la vida y deciden operarse en momentos complejos, como una ruptura de la relación”, explica Vidal, quien es miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, y resalta que este “es un tipo de población con un estado emocional negativo”.