Un macuspano suelto en Arabia Saudita o Cosas que no debes decir en el G20

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Un macuspano suelto en Arabia Saudita o Cosas que no debes decir en el G20

Todos tenemos algún familiar, pariente cercano, o por lo menos amigo del círculo más íntimo que, pandemia o no pandemia, crisis o no crisis, recesión o no recesión, está permanentemente instalado en la catástrofe financiera, en algún punto entre lo bruja y la madre en rastra pero que, “sin en cambio”, tiene una habilidad -no-, un súper poder para malgastar cualquier capital, honesto o mal habido, modesto o considerable, que tuviera el infortunio de caer en sus manos.

Piénsele bien, identifique a esta persona y más vale que la ubique, porque si no logra reconocerla entre sus más allegados, lo más probable es que ese paria económico sea usted.

No me malentienda. Estrecheces las padecemos todos, a nivel mundial, y el año que entra pinta para ser todo completo cuesta de enero.

Hablamos del individuo o individua que, pese a estar hasta el gorro de adeudos (naturalmente fue inscrito con flamígero dedo en el libro del Buró de Crédito desde el día en que éste fue impreso y encuadernado en 1996 en Talleres del Averno, México D.F.), en cuanto le llega cualquier pago, compensación, bono, tanda  o premio de la rifa entre amigos, lo primero que hace es tronárselo en unas inmerecidas vacaciones, en el casino, o comprándose alguna extravagancia que ya le veremos malbaratar el próximo año, tratando de llegar a fin de mes.

No tienen nada en el refrigerador con que hacerse una comida decente, pero se ensartaron con el último iPhone. Y si este mes no le ha pedido prestado es sólo porque ya le debe y se le anda escondiendo.

No quiero ser tan duro con estas personas, es obvio que sufren algún desorden o compulsión. Necesitan ayuda, no otro préstamo. Una intervención quizás, pero seguramente los presentes serían una flotilla de cobradores.

Muchos ya recibieron o están por recibir su aguinaldo, esa prestación que corona los esfuerzos de un año y que nos tienta a compensarnos por todas las penurias y sacrificios con algún capricho o una juerga con strippers vestidas de santaclositas.

Si usted tiene la suerte de conservar su empleo y de recibir este bono navideño, sea prudente. Como ya le dije, el 2021 pinta que tendremos que trabajar muy duro para lograr las cifras económicas que AMLO nos prometió. Y no podemos hacer quedar mal al cabecita de cotonete.

A propósito del viejito chimengüenchón (qué palabra tan chimengüenchona, by the way), esta semana la marcaron dos eventos: Culminar el segundo año de su gestión (lo único que la 4T nos ha cumplido: años) y su participación en el foro del G-20, al que por alguna extraña razón nos siguen invitando, quizás como intermedio humorístico.

Sobre lo primero, qué le puedo yo decir: El primer año es de ajuste, de aprendizaje, de agarrarle la onda; el segundo se cebó por la pandemia; el tercero van a estar ocupados con el proceso electoral y para el cuarto quizás ya nos dominen las máquinas (¡ojalá! usted trate bien a su licuadora).

Sobre la intervención del viejito que dice cosas chistosas en los congresos de calibre mundial destaco, ya no su presunción de que estamos sorteando correctamente la recesión provocada por la pandemia o la pandemia en sí misma, sino su exhortación que, en plan Oliver Twist, hizo a los países más poderosos, para que se tienten el corazón y condonen los adeudos de las naciones pobres (nomás le faltó enseñarles el billete de a 200 pesos que trae en su cartera desde que le feriaron el de quinientos en 2008) 

En honor a la verdad, razón no le falta a Amlótl Primero, Príncipe de los Chairos: En verdad deberían los países imperialistas dejar de ahorcar a las naciones en vías de desarrollo para que medio respiren, se estabilicen y la economía mundial no termine de colapsar (ALV), en un pacto ya no de ganar-ganar, sino de sobrevivir-sobrevivir. Hasta los grandes magnates filántropos del mundo se han pronunciado en este sentido.

Muy bien. Es bueno saber que en su más reciente episodio “Un Macuspano Suelto en Arabia Saudita”, nuestro Tlatoani no dijo un disparate o algo descabellado. Y vamos a suponer que le hicieran caso. Sus homólogos de Primer Mundo podrían entonces, con todo derecho, increpar al de la temeraria moción:

Si México está solicitando condonación de adeudos... Debe ser porque está ejerciendo su gasto con suma responsabilidad y buen juicio, para impulsar su recuperación económica, incentivar la ciencia y tecnología y elevar la calidad de vida de su población; debe ser porque se combate con seriedad a la corrupción y se coopera con los tratados y acuerdos internacionales,todo con miras a ser una nación competitiva con la que den ganas de hacer negocios.

¿Qué responderíamos a esto? Que el dinero se tira a fondo perdido, en becas para ninis y pensiones para viejitos, que son paliativos para la pobreza, sí, pero en absoluto productivos (¡ah, pero cómo reditúa en lo electoral!); que los responsables de los mayores desfalcos públicos siguen libres y su persecución es un mero show mediático; que el presupuesto se sigue gastando discrecionalmente, sin un proyecto claro; que las grandes apuestas de este Gobierno son una refinería, un tren y un aeropuerto sin sentido pragmático o de rentabilidad; que la 4T profesa una devoción por los hidrocarburos porque “las energías limpias son un sofisma” y que hay que sostener a Pemex y CFE a costa de lo que sea. Esto nomás por encimita.

“O sea, sí te condonaríamos tu deuda, México, pero estás igual o peor que el primo irresponsable de la familia: No tiene en qué caerse muerto pero no deja de gastar a lo pendejo”.

Amigos, amigas, amigues: ¡Cuiden su aguinaldo, no permitan que se los quite AMLO para rescatar Pemex o algún otro elefante blanco, en cuyo caso mejor gástenlo en pendejadas!