Un juego de ecos y distorsiones

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Un juego de ecos y distorsiones

Foto: Archivo

Por: RAFAEL MIRANDA BELLO

Carlos Fonseca (Costa Rica, 1987) narra la peregrina disolución de una familia indagando bajo las múltiples máscaras que dan forma a una laberíntica galería de identidades imaginadas, y pone en tela de juicio las fronteras en las que el arte se encuentra y se confunde con la realidad.

Tras la idea de la novela como un rompecabezas al que siempre le falta la pieza definitiva, Fonseca hace un ajuste de cuentas con las narrativas apocalípticas y la longeva concepción de que se acerca el fin, pero que nunca termina por llegar. Y, a la vez que explora las estrategias de imitación y repetición tan características de la literatura actual, consolida el planteamiento de la novela como archivo de archivos, que ya aparecía en Coronel Lágrimas (2015), su ópera prima, y que entre otras cosas se nutre de distintos textos: diarios, notas, testimonios, cartas, etc.

Una intuición luminosa le dice que en el futuro las novelas serán algo así: almanaques ilustrados, catálogos enormes, gabinetes de curiosidades sobre los cuales los autores, meros copistas, escribirán comentarios”
Carlos Fonseca


Museo animal permite una refle-xión —a la que el autor llegó antes de la irrupción mediática de Trump en primer plano— a propósito de la pugna permanente por construir las verdades públicas, y sobre el papel que el arte juega al respecto, a partir de las manipulaciones privadas de la realidad, encarnado, por ejemplo, en el espectáculo diario de las fake news y lo que ahora se denomina postverdad.

En suma, la obra de Fonseca recupera una noción utópica de la literatura y pone un acento significativo en el poder emancipador de las palabras, en un relato caleidoscópico, donde cada lector puede encontrar reflejos de su propios deseos y obsesiones.

Museo animal
Autor: Carlos Fonseca
Anagrama, España, 2017, 430 pp.