Un Hidalgo diferente
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Un Hidalgo diferente
De Miguel Hidalgo y Costilla se tienen varias biografías de calidad y muchos escritos sobre crónicas parciales de su rebelión, que generó la Independencia de México. Considero que un buen libro sobre el libertador es el de Carlos Herrejón Peredo, pero cada quien tiene sus gustos. La cuestión es que éste, además de profundos conocimientos, tiene una pluma envidiable. En una conferencia que impartió en Saltillo habló nada más de las lecturas de Hidalgo y tuvo al público entretenido durante una hora y media. No dijo nada más qué libros leyó sino la opinión que tenía Hidalgo de ellos. ¿Será posible?, sí, puesto que Hidalgo subrayaba, tomaba notas y citaba autores en discursos y escritos, lo que muestra su reacción ante un texto en el momento mismo que lo leía.
Otro autor que presenta a un Hidalgo coqueto y simpático, rebelde, buen bailador, taurófilo, gustoso del teatro y actor en sus momentos es Paco Ignacio Taibo II, que nos reconcilia con la figura hierática del héroe que siempre se presentó como viejito. No olvido que en primero de primaria recitábamos: “Banderita, banderita, banderita tricolor, me recuerdas al anciano que hizo patria mi nación. Tenía blanca la cabeza, rojo fuego el corazón y verdes las esperanzas de libertad que abrazó”. ¡De pena ajena!
Lucas Martínez Sánchez, director del Archivo General del Estado, ha estado publicando, de un tiempo acá, un libro por año.
Si anteriormente trabajó a figuras un tanto polémicas como Santiago Vidaurri, ahora lanzó un enorme “Hidalgo y los insurgentes en la Provincia de Coahuila” con cerca de 600 páginas. El padre de la Patria, que murió sin tener muy en claro que así se le recordaría, puesto que fue apresado como traidor al rey de España, desconocido por la Iglesia de que era ministro e impugnada su autoridad por sus más cercanos compañeros de rebelión, tuvo en Coahuila admiración y encono, a la vez.
El enorme mérito de Lucas es el de establecer un diario de sucesos que nos hace comprender lo que acontecía, es decir que nos hace vivir el momento o, si se quiere, ir siguiendo a Hidalgo tanto como a sus enemigos, a los arrimados de siempre, a los oportunistas y a los hombres de honor que tuvieron algo que ver con su movimiento. Y no contento con esto realizó una gran cantidad de pequeñas biografías sintéticas de muchos personajes. Todo lo cual nos lleva a comprender no sólo a Hidalgo sino a la lucha que encabezó y perdió.
Como archivista y como lector obsesivo, Lucas Martínez proporciona a sus lectores datos a granel. Algunos de los documentos que se presentan por primera vez al público, no son muy halagüeños y dejan muy mal parado al personaje, pero es de agradecer que no porque editó su libro en el Gobierno del Estado evite que se deslicen esos datos. Otra virtud, que no es menor, es la de informar sin prejuicios acerca de aquellos a los que se ha apodado traidores: Guajardo, Flores, Elizondo y otros, quienes, en su tiempo, consideraron que Hidalgo era un delincuente que luchaba contra el poder legalmente constituido según las leyes vigentes. Quiero decir que el libro no impone un veredicto ni favorable ni condenatorio sino que entrega datos y permite que sea el lector el que use su cerebro.
Estuve en la presentación del libro en el Centro Cultural Alessio Robles. Dos historiadores profesionales fueron los encargados de hablar ante el público de un libro que todavía nadie había leído. Escuchamos atentamente las opiniones para darnos una idea de lo que aportaba el libro de marras.
Al final tomó la palabra el autor y se deshizo en elogios hacia “los doctores” y se refirió a sí mismo como un principiante, un recolector de datos, un curioso visitante de la historia. Y volvía una y otra vez a referirse a “los doctores”. Debo decir que tengo una opinión diferente sobre esto: no es el título el que hace a alguien buen o mal profesionista sino su trabajo, su inteligencia y, en historia (aunque se oiga feo) las horas nalga que se le dediquen a un tema (dije horas; corrijo: años). Con el libro recibimos a un Padre de la Patria más creíble y muy cercano a los coahuilenses aunque aquí se le haya atrapado.