Un guiño a su riqueza individualTiro Directo
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Un guiño a su riqueza individualTiro Directo
Tigres venía desde hace un año acumulando méritos para ser campeón. Curiosamente lo fue sin haber ganado una serie Final –tres al hilo- en tiempo reglamentario. Esta vez el destino le hizo un guiño ante Pumas y gracias a los penaltis se prendió del título casi con las uñas.
Los tronos que se discuten en una lotería de disparos toman una dimensión diferente. Es jugar con el éxito y el fracaso al mismo tiempo. Ya no es una cuestión de superioridad, sino emocional y de puntería. De ahí que la sensación es distinta, y en cualquiera de las dos vertientes, quizás injustamente, se le resta cierta credibilidad a los merecimientos de los finalistas.
Tigres estuvo a punto de abortarse a sí mismo otro campeonato y por derecho propio. La infartante y dramática definición en CU, combinado con ese temor a perder, no hizo más que contaminar la productiva ruta del equipo de Ferretti hacia la consagración. Al final del día logró festejar, pero tranquilamente pudo haber quedado en ridículo.
A las Finales hay que ganarlas y Tigres había dado muestras de que era mejor que Pumas después del baile que le propinó en el primer juego. Era impensado suponer que los capitalinos iban a remontar una diferencia de tres goles frente a un rocoso, cotizado y aceitado adversario.
Sin embargo, Pumas hizo la tarea y se dio cuenta que a Tigres no hay que dejarlo ser; hay que atacarlo. Tampoco le quedaba otra opción. Y pasó lo que se vio: Pumas ahogó los circuitos felinos, le redujo su poder a los estándares mínimos y lo hizo más terrenal y vulnerable.
Pero Tigres hoy es campeón, independientemente de su implosión en CU, por varios conceptos que lo definen como el mejor: es un equipo de determinantes y explosivas individualidades, abanderados por un estupendo Gignac y un soberbio Aquino.
Es un club de talentosos muy unidos y en sintonía al servicio de un propósito común. El mérito también está en hacer coincidir todas esas piezas. Es la suma de las partes que hacen un todo. Es un equipo que, pese al cuadriculado modelo, tiene el nivel, la astucia y la técnica suficiente para potenciarlo.
El estilo de Ferretti funciona al calor de la riqueza individual. Si ésta no aparece, se hunde en la previsibilidad e impotencia porque está comprobado que las soluciones no llegan desde la banca.
Un ejemplo, Gignac. ¿En cuántos partidos el francés no ha roto la monotonía? Gignac supo armarse jugadas y resolverlas por su cuenta a lo largo de todo el torneo. El factor individual, definitivamente, ha sido más preponderante en este Tigres campeón que aquel del 2011.
Tampoco nadie le puede discutir a Tigres el título en cuestión de productividad. Por protagonismo y resultados es el equipo del momento. Se debía un premio de este calibre, más allá de las formas y los fantasmas de “segundón” que sobrevolaron su cabeza en las tres Finales.
Con una base de futbolistas asentados, más otros que llegaron a encajar en posiciones determinantes, Tigres ha logrado armonizar una estructura sólida y eficaz como ningún otro adversario. No se sabe si podrá dilatar esta tendencia, pero hasta aquí quería y merecía llegar.
Disputar tres Finales en un año tampoco ha sido obra de la casualidad. Es una consecuencia de la continuidad y perseverancia. Ha bordado su cuarta estrella y ello, aunque pudo quedarse tirado en los penaltis, es de lo único que, al final de cuentas, no se borrará.