Un giro a las tradiciones: ¿Acierto o intento fallido?

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Un giro a las tradiciones: ¿Acierto o intento fallido?

Comunidad. Se trata de un altar de muertos que ha sido reinterpretado en forma colectiva. Foto: Vanguardia/Mayra Franco
‘Axis Mundi’, el altar de muertos contemporáneo realizado por la Escuela de Artes Plásticas de la UA de C, ha generado mucha controversia desde el día en que se anunció cómo se montaría

El lunes 30 de octubre la Escuela de Artes Plásticas Prof. Rubén Herrera (EAP) inauguró un altar de muertos muy diferente al que tradicionalmente realizan. Desde el momento en que se anunciaron los planes para este nuevo proyecto las opiniones de alumnos, exalumnos y maestros se dividieron entre quienes rechazaron el cambio y los que lo apoyaron.

La EAP se caracterizó por crear, año con año, uno de los altares de muertos más esperados, bellos y grandes de la ciudad. Incluso cuando cambió de edificio al del campus de Ciudad Universitaria en Arteaga.
Sin embargo, la administración de la dra. Ana Isabel Pérez Gavilán, directora de la institución decidió no hacer este tradicional altar y, en cambio, optó por una opción más “contemporánea” —como así fue descrito en redes sociales y por los organizadores—, dejando de lado la mayoría de los elementos que conforman lo que se conoce como altar de muertos.

A cargo del proyecto titulado como “Axis Mundi” —latín para “eje del mundo”—, la directora designó al maestro y artista visual Federico Jordán, quien desarrolló una idea que buscó involucrar a toda la comunidad.

Durante varias sesiones de trabajo colectivo los cerca de 120 participantes crearon retratos de seres queridos que fallecieron; familiares, amigos, mascotas, y grabaron pequeñas semblanzas, descripciones, recuerdos y opiniones sobre ellos.

Estos retratos, pintura al acrílico, en blanco y negro —para mantener una línea visual entre las piezas—, sobre madera, fueron montados en los desniveles de concreto que hay en el arroyo que pasa por debajo de la escuela.

Foto: Vanguardia/Mayra Franco

La instalación pudo ser observada desde el primer nivel del edificio, el cual cuenta con un hueco que mira hacia este preciso arroyo, y desde el nivel del suelo, por el recorrido natural que existe en la acequia generalmente seca. 

Durante el evento inaugural se reprodujeron en bucle las grabaciones mientras los visitantes recorrieron el área de la exposición, escuchando las palabras de sus autores, inmersos en una atmósfera que el maestro Jordán describió como “si se hubiera creado un lugar sagrado. Me emocionó sentir esa energía”.

Sin embargo, las críticas no tardaron en llegar. Desde el lanzamiento de la convocatoria la comunidad expresó su disgusto por el rechazo a las tradiciones que supuestamente demostró la escuela en favor de propuestas contemporáneas que el público general rara vez logra entender en su totalidad.

“Se trató de una reinterpretación de un altar tradicional en una forma colectiva”, explicó para este medio el maestro, “mi interés era crear algo que fuera colectivo, que involucrara al mayor número de alumnos, maestros y personal de la Escuela de Artes, pues incluso participó uno de los intendentes” y además comentó que la participación fue “espontánea y con mucha dedicación. Hubo gente que se sintió identificada con el proyecto y eso me pareció muy interesante de percibir”.

“Algo que también me llamó la atención”, añadió, “fue que dos alumnos se encargaron de organizar una procesión, y me pareció interesante que otros alumnos se quisieran vincular y aportar como ellos lo hicieron”.

Para él un altar es la representación de la memoria, de cómo se recuerda a estas personas y seres queridos homenajeados y opinó que “me pareció extraordinario como participaron todos en grupo”.

Foto: Vanguardia/Mayra Franco

En cuanto a la composición visual minimalista, ad hoc al estilo personal de Jordán, se buscó que obedeciera a los cánones contemporáneos donde entre menos detalles que distraigan de la idea principal existan, mayor es la fuerza con la que el mensaje llega. 

Cuando se le cuestionó si dos altares hubieran podido coexistir en la institución —uno tradicional y la propuesta contemporánea—, el maestro comentó que no veía problema en que así hubiera sucedido y que, de hecho, se preguntaba por qué no fue así como se realizó.

Esta idea fue explorada en redes sociales por los mismos alumnos, quienes cuestionaron el “reemplazo” de un altar por otro, discutieron las intenciones de la administración de intentar “meterles lo contemporáneo”, algunos más criticaron la actitud que esta comunidad suele tener de opinar sin aportar ideas o propuestas para la solución del problema encontrado y otros incluso llegaron a opinar que la tradición misma de los altares de muertos, como norteños, no nos pertenece, pues fue introducida en la educación pública hace aproximadamente medio siglo y previo a eso no era parte de nuestra cultura.

Sin embargo, de manera similar a como sucedió el pasado mes de julio con la interpretación de la canción “Despacito” por el coro de Artescénica en el 16 Encuentro Internacional de Ópera Saltillo 2017, en donde, más allá de la elección musical se criticó la pobre interpretación y falta de profesionalidad de los miembros de la agrupación, así también se puso en duda el “pobre impacto visual” que los retratos daban, recargados en los peldaños del área inferior de la escuela, y muchos consideraron que, incluso siguiendo la misma propuesta conceptual, se pudo lograr algo más grande y ambicioso.

¿Es un proyecto válido, está justificado o sólo es incomprendido? ¿Logró su objetivo? ¿Aportó algo a algún aspecto de nuestra cultura? Lo cierto es que como propuesta contemporánea logró uno de sus objetivos: incitar al diálogo y la discusión. Queda, entonces, en manos del público llegar a una conclusión informada al respecto tomando en cuenta las opiniones e intenciones de sus creadores, el resultado físico y la controversia posterior.

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