Un escalofriante testimonio: San Antonio de Gurza, en la Región Laguna de Coahuila, una zona de exterminio

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Un escalofriante testimonio: San Antonio de Gurza, en la Región Laguna de Coahuila, una zona de exterminio

Abandono. La lejanía y la escasa seguridad del lugar, era aprovechada por los criminales. Fotos: Vanguardia/Francisco Rodríguez
Chivero relata cómo vio echar vivos a hombre atados en tanques de diesel

San Antonio de Gurza en el municipio de San Pedro, es una de las nueve “zonas de exterminio” que ha encontrado el Grupo Vida, familias que buscan a sus desaparecidos. Aquí, los habitantes recuerdan la pasadera de camionetas, las humaredas y los chavalos pasando con la risa de quien se cree dueño del mundo.

René es un chivero del ejido que, cuenta, ha dicho todo a las autoridades: “Yo los vi, a lo lejos, amarrados en cinta canela, los echaban vivos”. La revelación de René es tan escalofriante como la normalidad con la que platica. En esta zona, el Grupo Vida ha encontrado cientos de fragmentos óseos, así como en otros ejidos como Patrocinio o Estación Claudio.

“Los echaban a un tanque de 200 litros. Se los chin... con diésel. Los miraba como a 100 metros”, mantiene el relato el chivero.

Relata. El chivero sostiene que ya ha platicado con autoridades del estado y afirma que lo ha contado todo porque no debe nada. “Era puro pelado armado el que estaba”, recuerda.

Narra que una vez los narcos lo subieron a una camioneta porque él tenía un ranchito cerca de donde acudían a quemar a las personas. “Hablé con ellos. Es que el ranchito es mío, les dije. Está bien, contigo no hay problema, me dijeron.

Dice que viernes, sábado y domingo era cuando los zetas traían más gente y cuando más venían a esta zona. Entre semana era poco, recuerda.
También menciona que los había revueltos, chicos y grandes pero más chavalos.

Marisela, una vecina de San Antonio, recuerda que era usual los fines de semana mirar las camionetas pasar a las dos de la mañana. “No hablaban, solo pasaban”, dice.

Asegura que jamás pensó lo que ocurría porque nunca se animó a husmear por donde llegaban las camionetas. “Con nadie del rancho se metían ni se escuchaban balazos”, dice la mujer.

René cuenta que vecinos escuchan gritos y que por eso se fueron del lugar. “Toda la noche estaba prendido el diesel. Yo creo los torturaban”, menciona