Un clavel en la nieve
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Un clavel en la nieve
El viento adverso jamás ha detenido su travesía. El viento a favor, en su caso, es sólo anecdótico. Hace tiempo a mi hermano Víctor S. Peña, compañero de armas en este diario, el viento no lo despeina. Jamás le ha preocupado. Acicalado para el itinerario, empaca su maleta con precisión de cirujano, deshace amarras, levanta anclas y se hace al viaje. No pocas veces les ha prometido de regreso un pedazo de mar a su par de bellas hijas y a su esposa. Siempre les ha cumplido al regresar.
Peña Mancillas no tiene medio de transporte aborrecido. Por ello, nada ni nadie lo detiene. Se me hace como aquel viejo tullido de la historia bíblica en San Lucas. ¿No la conoce? Aquí se la cuento en versión ranchera. Va. El maestro Jesucristo andaba en Genesarat. Al conocerse la noticia, la gente de Galilea, Judea y Jerusalén empezó a llegar para escucharle e implorar milagros. Llegó pues un paralítico al cual sus amigos lo transportaban en canastilla.
Debido a la multitud, no pudieron entrar por la puerta de la casa donde Jesús pontificaba. Fueron por la ventana y nada. Nadie se movía. Pero, la fe del tullido era grande. Conminó entonces a sus amigos a que le subieran “encima de la casa y por el tejado le bajaron con su lecho”. (Lucas 5.20). Al ver aquella fe de roca, el maestro sanó al tullido en el acto. El tipo se levantó y “tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa”.
La metáfora es poderosa. La tomo prestada entonces para hablar de la fe y valor de mi amigo. ¿No hay viento a favor? Víctor Peña rema con más vigor. ¿No hay avión en vuelo directo disponible para llegar a su destino? Pues entonces toma fragata, buque, auto, tren o burro; pero, llegará a cumplir con sus encomiendas académicas. ¿No hay viáticos para avión? No hay problema. Enciende su auto y maneja, conduce; respira y nada lo detiene.
Si al tullido del Evangelio no lo atajó una puerta y ventana cerradas, al abogado, el cual sabe más de transparencia y rendición de cuentas en Coahuila y el Norte de México, no lo ha detenido ni lo detendrá poder político adverso en su tarea de evidenciar el lastre de corrupción, malas cuentas y negocios al amparo del poder, los cuales son denunciados semanalmente desde su columna. Cuando le cerraron las puertas en Coahuila, a Peña nada lo detuvo.
Hoy menos. Trotamundos, este año lo mismo amaneció en Puerto Rico, en Granada, España; a la par de Nuevo México, Sudáfrica o el DF. En Puebla, me lo contó entre risas en un almuerzo en Torreón, topó en un evento al alcalde de Saltillo, Isidro, ‘Chilote’, López Villarreal. Fue a saludarlo e intercambiar palabras. El Edil estaba dormido…
Esquina-bajan
Como el tullido del Evangelio, Víctor Peña nunca se rinde. El viento hostil jamás ha obstaculizado en su andar a mi hermano. Hoy 24 de diciembre y por 16avo año consecutivo, lo espero en el lugar de siempre para nuestro almuerzo por las Navidades. ¿Va a llegar a la hora precisa? No hay duda. ¿Desde dónde llegará, en cuál parte del mundo estaba apenas ayer y se desplazó entonces para esta cita fraterna con este escritor? No lo sé. ¿Cuántas claraboyas y portezuelas cerradas, como el paralítico de la metáfora bíblica, sorteará en fecha tan atestada de tránsito, para poder llegar y así abrazarnos y desearle bendiciones? No lo sé.
Sólo tengo una certeza hoy: mi hermano, Víctor S. Peña, con soplo a favor o en contra, da igual, llegará a la hora convenida y en el restaurante tradicional el cual nos espera desde el año pasado. Desde siempre. Nunca, nunca hemos fallado en 24 de diciembre en 16 años para almorzar morosamente, platicar, apretarnos la mano y al final, intercambiar opulentos regalos por motivo del nacimiento del gran maestro Jesucristo. En 16 años don Víctor S. Peña jamás ha llegado un minuto tarde a nuestro compromiso con la eternidad. Pago lo que usted apueste lector: hoy no va a ser excepción.
Hoy 24 de diciembre tengo otra certeza: Peña Mancillas, amoroso esposo y padre virtuoso, llegará con un pedazo de mar o flores para sus musas: su esposa y sus dos bellas hijas. Nunca he sabido cómo le hace, pero llega con las manos llenas de claveles frescos, recién cortados, lozanos y en manojos bien dispuestos para halagar a su familia la cual lo espera sin prisa. Sí, un clavel fresco y brillante en el frío neblinoso de Saltillo…
Letras minúsculas
Señor lector, bendiciones en estas Navidades. Dios es grande. Alá es grande.