Un camino nuevo para construir la democracia
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Un camino nuevo para construir la democracia
Una vez que el Presidente Enrique Peña Nieto tomó la iniciativa de proponer un “debate” acerca del consumo de la mariguana, se inició un debate acerca del “debate”: ¿Quién?, ¿Qué?, ¿Cómo?, ¿durante cuánto tiempo se va a debatir?, y sobre todo, ¿quién calificará la verdad o las falacias, los resultados y las propuestas consecuentes? Son muchos los retos y los procesos, pero las ganancias para la democracia auténtica lo ameritan. La mayoría aplaude la iniciativa presidencial que promueve la actividad oficial de debatir, debido a que es algo inusitado en nuestro
País, pues los debates oficiales que presenciamos son una caricatura de un verdadero debate. Los debates de la Cámara de Diputados o Senadores no son un intercambio de razones y consecuencias sociales de las leyes, sino una serie de discursos que nadie los considera en serio porque ya está tomada la decisión de aprobar la propuesta por la mayoría de votos conseguida de antemano.
Los debates de los candidatos a un puesto público están tan limitados por regulaciones de temas, tiempos, réplicas acotadas o denuncias sin respuesta inmediata, que más parecen un “combate de flores de las fiestas de la Primavera” que una argumentación sólidamente racional que convenza a una audiencia democrática acerca de quién es el que puede conducir la nave del Estado a una evolución, tanto cultural como económica y científica. De nuevo en esos debates no se busca al que tiene la verdad más convincente sino a un ganador.
Fuera de estos “debates oficiales” no tenemos otros ejemplos de debates y menos de debates que puedan presumir de una lógica rigurosa y de una argumentación convincente por la evidencia de los datos y razones. Por lo mismo es bienvenida la propuesta presidencial que inicia un método nuevo en nuestra cultura político-social en el que no hay ganadores y perdedores preestablecidos sino una búsqueda responsable del verdadero bien común.
Ojalá así se hubieran convocado debates acerca de otros temas más trascendentes para la cultura, la ética, la salud mental y el progreso humano como son: el tema del aborto, del concepto de matrimonio, del modelo económico, de los procesos y contenidos educativos, del derecho inalienable de los padres de familia de decidir en el sistema escolar, en los valores éticos, humanos y espirituales que se imparten, en la evaluación ética y profesional de los mentores de sus hijos(y no solo de tener que atender el puesto de las enchiladas en la kermés de la escuela), el salario mínimo familiar, etc. En otros países estos son temas comunes de debates públicos y la exposición de los argumentos son los que han hecho que sus ciudadanos sean críticos y políticamente inteligentes, lo cual los convierte en los verdaderos autores de la democracia y no los líderes que regentean (sin debatir) “su partido y su presupuesto”.
Esta iniciativa crea un precedente que puede ser el camino que buscamos para construir una democracia sin demagogos corruptos, ya que estos tendrán que convencer con verdades y convicciones y no con billetes de 500 pesos por voto.
Ojalá que el ejercicio de varios debates auténticos genere una especie nueva de “jurisprudencia”; es decir, un patrón de conducta política irreversible, tanto en los ciudadanos como en los políticos.