Un boleto que nadie quiere

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Un boleto que nadie quiere

Impactos del COVID-19. No me detendré en cifras, porcentajes o índices que cuantifican el problema, porque abstraen y deshumanizan la tragedia que estamos viviendo a causa de la pandemia. Como sabemos están los que logran salir adelante sin mayor problema, asintomáticos o no. Luego los que reciben un golpe considerable, resisten el impacto y arrastran secuelas. Finalmente, los que mueren en el trance o los que sobreviven tras una larga batalla con el virus, impactando su estado general de salud. Para la gran mayoría, el COVID no pasa de provocar pequeñas incomodidades y síntomas leves. 

Pero hay quienes sí se sacan el boleto de experimentar con síntomas graves. Para ellos no hay estadística que valga para atemperar sus males, para ellos, el COVID se ensaña con ellos y con sus seres queridos. Así está sucediendo en mi familia más cercana, mis padres resultaron contagiados. Mi madre salió adelante después de ser asintomática durante quince días. El caso de mi padre es diferente, sigue dando la batalla por su vida con un pronóstico entre bueno y moderado.

Comparto lo que estamos viviendo porque quisiera que mi experiencia sirviera a otros. No soy médico ni experto en salud, soy un familiar que me ha tocado de primera mano todo el proceso de un COVID complicado. De entrada, se trata de un problema familiar que afecta a todos, que exige mucha organización, logística, poco sueño y muchos y elevados gastos. Nosotros fuimos afortunados, el barco estuvo capitaneado por mi mamá. Enfermera de profesión que estuvo al frente de la batalla durante más de noventa y seis horas agotadoras. Una auténtica heroína, son las fuerzas que sólo se explican con el corazón. 

Para empezar, es preciso convencer a nuestro familiar presuntamente contagiado de que se someta a la prueba del COVID-19. Existen los precavidos que al primer síntoma buscan hacerse la prueba; pero también los que apuestan por la negación, le dan poca importancia a sus síntomas, porque “sólo es un gripita y al rato se me pasa”. Sacarlos a tiempo de esa negación resulta crucial para el resultado final.

Sobra decir que protegerse y proteger a toda familia debe ser constante. Cuando se contagia un familiar, las sobre reiteradas recomendaciones sanitarias se vuelven absolutamente obligatorias para todos, todo el tiempo. Sana distancia, lavado de manos, uso de tapabocas y careta. Ingresar al domicilio o a la habitación del paciente es forzoso y por ello es importante sanitizarse de pies a cabeza al salir y dejar la ropa expuesta fuera de la casa. En estos casos no existe el privilegio de abstenerse del contacto. Hay que ayudar al paciente, está delicado y necesita ayuda. Esto es importante para cuando pase la emergencia y deban hacerse su propia prueba. Evaluar el impacto personal, el análisis retrospectivo. Ahí nos cae el veinte, qué tanto nos protegimos.

No hay manera de evadir la responsabilidad personal y familiar. El personal de salud está saturado, no hay dinero o súplicas que valgan. Cuando mucho, alguien podrá pasar al domicilio para revisar al paciente, formular algunas preguntas y hacer recomendaciones y todo eso cuesta. “Por eso se insiste hasta el cansancio, que nos quedemos en casa”, me dijo una enfermera a las seis de la mañana en una de sus visitas.

Es importante consultar al médico, acatar sus instrucciones, turnarse con los demás miembros de la familia para cuidar al paciente. La tarea es titánica y agotadora, tanto física como emocional y psicológicamente. Cuando no se puede contar con los servicios de un enfermero, es preciso aprender a manejar la oxigenación y medir lo que sea preciso medir. Comprar o contratar el abasto oportuno de oxígeno. Más vale disponer de un tanque en casa, si no se usa, mejor. Es terrible buscar oxígeno cuando el paciente lo requiere con urgencia. Los pacientes con otros padecimientos requieren más atención y cuidados especiales, hay que monitorear todo.

Es preciso ir siempre un paso adelante. Tener prevista la ruta en caso de que el paciente se agrave: ¿Qué pasaría si?  El servicio de emergencia resulta crucial, ¿a qué teléfono marcar en la madrugada si el paciente requiere hospitalización? Es preferible tener todo bien claro antes y no buscar solucionar el problema en plena emergencia.

Finalmente hay que tener decidido a qué hospital se llevará a nuestro familiar enfermo. La medicina privada sólo es accesible cuando se dispone de un seguro de gastos médicos mayores; de no tenerlo el hospital fija un cuantioso depósito que debe liquidarse al momento de ingresar al paciente, si no dispone de esa suma le negarán el acceso. En ese caso, resulta de vital importancia tener ubicado el centro de salud o la clínica del IMSS o ISSSTE que corresponde al paciente, que atiende pacientes COVID y tener a mano todos los papeles. Una vez en el hospital, todo el trato será por teléfono. Es el momento de confiar prácticamente a ciegas en el personal médico y de convencer a su familiar de que se encuentra en buenas manos y de que le conviene colaborar.

Tenemos una ventaja, a estas alturas de la pandemia, nuestra gente está más curtida. El personal de salud es verdaderamente heroico, hace maravillas con lo que tiene a la mano. En México la gente muere por falta de instrumental y tecnología para la salud.
Mi familia y yo tenemos una lista interminable de personas a quiénes agradecer, desde quienes nos acompañaron directamente en el proceso, hasta quienes lo hicieron con sus oraciones y buenos deseos. Todos ellos instrumentos de Dios, no me cabe la menor duda. A quienes participamos de manera directa, nos toca procesar el asunto emocional y psicológico. Habrá que hacerlo con ánimo positivo, la vida sigue, tenemos que vivirla por nosotros y por los nuestros. Un enfermo grave de COVID constituye un boleto que nadie quisiera vivir, pero si te toca, es importante estar prevenido e informado. 

@chuyramirezr
Jesús Ramírez Rangel

Regresando a las Fuentes