Umberto y el Péndulo

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Umberto y el Péndulo

“El que acababa de hablar era un monje encorvado por el peso de los años, blanco como la nieve; no me refiero sólo al pelo sino también al rostro, y a las pupilas. Comprendí que era ciego. Aunque el cuerpo se encogía ya por el peso de la edad, la voz seguía siendo majestuosa, y los brazos y manos poderosas. 

Clavaba los ojos en nosotros como si nos estuviese viendo, y siempre, también en los días que siguieron, lo vi moverse y hablar como si aún poseyese el don de la vista. Pero el tono de la voz, en cambio, era el de alguien que sólo estuviese dotado del don de la profecía” Descripción del monje Burgos por Umberto Eco.

Fue en mi vigésimo segundo cumpleaños que llego a mi casa Cecy Rodriguez Melo con un excepcional regalo envuelto en un fino papel.

Se trataba del recién impreso libro de Umberto Eco: “El Nombre de la Rosa”, agregándome que era un autor que había conocido atraves de un ensayo denominado “Apocalípticos e Integrados” en el que disertaba acerca de la cultura de las masas. —Luego me platicas—, dijo entre las bocanadas de su cigarrillo L&M.

El tema supone que un viejo manuscrito medieval fue recuperado a orillas del Danubio y que refería la historia del aprendiz Adso de Melk que fue conducido por su tutor, el monje Guillermo de Baskerville, no solo los secretos de la criminalística incipiente sino las verdaderas cosas que valen la pena en esta vida,  en fin, me absorbió durante los tres días que duró la lectura de la obra.

El libro me generó una catarsis sobre todo, porque, influido en las lecturas de las obras de Borges, había aprendido a no maravillarme de lo real y amén a que en esa fecha un maestro de mi formación en vida y carrera había fallecido, a lo que la lectura trajo algo de consuelo.

De hecho, la fascinación de Eco por Borges, rinde homenaje a través del personaje que es narrado en el proemio de este artículo, inclusive en el nombre el ciego sabio Burgos (Borges).

Años después, el autor en una entrevista revelaría la verdadera causa del libelo: “En un clima mental de gran excitación leí, fascinado, la terrible historia de Adso de Melk, y tanto me atrapó que casi de un tirón la traduje en varios cuadernos de gran formato procedentes de la papelería Joseph Gibert, aquellos en los que tan agradable es escribir con una pluma blanda. Mientras tanto llegamos a las cercanías de Melk, donde, a pico sobre un recodo del río, aún se yergue el bellísimo Stift, varias veces restaurado a lo largo de los siglos. 
Como el lector habrá imaginado, en la biblioteca del monasterio no encontré huella alguna del manuscrito de Adso”.

Umberto Eco, nació en la ciudad de Alessandria el 5 de enero de 1932, al norte de Italia. Se doctoró en filosofía y letras en la Universidad de Turín en 1954, con un trabajo que publicó dos años más tarde con el título “El Problema Estético en Santo Tomás de Aquino (1956)”. Trabajó como profesor en las universidades de Turín y de Florencia antes de ejercer durante dos años en la de Milán. Después se convirtió en profesor de comunicación visual en Florencia en 1966.

En 1980 publico “El Nombre de la Rosa”. Escribió además otras novelas, como “El Péndulo de Foucault” (1988), fábula sobre una conspiración secreta de sabios en torno a temas esotéricos; “La Isla del Día de Antes” (1994), sobre la incertidumbre y la necesidad de respuestas; “Baudolino” (2000), una novela picaresca—también ambientada en la Edad Media— que constituye otro rotundo éxito, y sus últimas obras, “La Misteriosa 
Llama de la Reina Loana” (2004) y “El Cementerio de Praga” (2010).

Un par de años después del regalo narrado, mi Issa y este charro disfrutamos del filme que con el argumento del libro, protagonizo Sean Connery, en el viejo Cinelandia en Piedras Negras. Los dos personajes favoritos  a quienes refiero en este libelo murieron con una semana de distancia, Eco el 16 de Febrero, Cecy el Día de la Bandera. Los designios de la divinidad refieren un especial trato, que me da la oportunidad del recuerdo conjunto y la expresión de mi admiración. Descasen en paz, entonces.