TWD: Adiós a uno de los favoritos
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TWD: Adiós a uno de los favoritos
Advertencia: CONTIENE SPOILERS
Aquí estoy, hablando nuevamente de esta insana relación entre “The Walking Dead” y yo. Después de las primeras tres temporadas –que no me parecieron la gran cosa– dejé de seguirle la pista y aproveché este espacio para confesar que un día, simplemente, se me habían quitado las ganas de continuar viendo la historia sobre zombis más famosa de la televisión.
Dos años tardé para regresar a ella, y lo hice por recomendaciones de gente en la que confío. Ya se habían transmitido las temporadas cuatro, cinco y parte de la seis, y me impresionó lo mucho que había mejorado esta propuesta creada por Frank Darabont. Cierto, se convirtió en una serie tremendamente gore (que ya lo criticaré más adelante), pero a la vez, comenzó a examinar a profundidad esa necesidad de supervivencia animal, cuando la vida ya ha dejado de tener el sentido de la era anterior al ataque zombi.
Sin considerarla todavía una joya, lo reconozco, me parece que “The Walking Dead” –ahora sí– ha conseguido crear un universo propio: distópico, desalmado, inhumano y desgraciadamente, comprensible. Desde la quinta temporada, “TWD” dejó de andarse con juegos y rodeos. Nos ha mostrado, sin escatimar en escenarios grotescos, una teoría nada descabellada: el ser humano es violento por naturaleza, desalmado, arrogante y ambicioso. Y si las condiciones de vida demandan la imposición del más fuerte, éste se levantará y bateará algunas cabezas…
Hay que leer “The Walking Dead” en sus varios niveles, como la metáfora de las capas de la cebolla. Yo disfruto analizarla realmente, encontrar las simbologías que utiliza y sobre todo, estudiar los dilemas filosóficos que nos expone este universo ficticio en el que se replantean por completo la moralidad, la condición humana y el valor de la vida y de la muerte. Por eso soporto el abuso de sangre y vísceras, que realmente me parece demasiado aberrante en las más recientes entregas. Últimamente, al lado de “TWD”, “Game of Thrones” es un cuento de hadas.
El lunes (22:00 horas, por Fox) inició la séptima temporada. Valiéndose de una escena final que nos planteaba una interrogante macabra: ¿quién moriría a batazos a manos del nuevo villano, Negan (el excelente Jeffrey Dean Morgan)?, dio comienzo un episodio devastador y violento que tuvo de todo: dolor, llanto, muertes atroces y un sádico sinvergüenza que al conocerlo, ruegas para que los muertos vivientes mejor te devoren.
No sé si continuaré viendo “The Walking Dead”. Honestamente, su crueldad me provoca hasta pesadillas, y el mundo ya es demasiado terrorífico para además sufrir cada semana con el espantoso recuerdo de Nigan destrozando los cráneos de Abraham y Glenn. No sé si ya estoy vieja para esta violencia tan explícita, o si ya tuve suficiente estudiando la cosmovisión que plantea. Ya entendí: qué zombis ni qué nada, el ser humano es siempre el verdadero monstruo.
Mi calificación: 80 de 100 Mi Twitter: @CalladitaR