Siempre habrá una historia que nos lleve a reflexionar sobre el objetivo de nuestra vida. Y a través de ella  encontraremos un mensaje que nacido de la inquietud, viene a tocar las fibras sensibles y el sentido de humanidad que anida en todas las personas. La presente historia es un ejemplo de que todos podemos hacer más de lo que nos suponemos capaces.

Tuve oportunidad de conocer a una mujer que por su apariencia frágil no me motivo a valorarla como una persona físicamente fuerte. Durante 8 días convivimos muy de cerca y al transcurso de éstos fui  aquilatando su capacidad de trabajo y entrega. Su día empieza temprano, muy de mañana. Sus labores diarias principian   con sus obligaciones familiares, como son atender hijos, nietos y esposo. Luego empieza a recibir a los niños que acuden a la guardería que está a su cargo y la que se ubica en un área independiente, dentro de la misma propiedad. Cuida con buen humor y protege a los niños que le confían los padres que trabajan. De esta forma contribuye para los gastos familiares ya que su esposo padece de un cáncer terminal. Los dos son personas fuera de serie, apoyándose uno al otro en una situación tan difícil; nunca los escuché quejarse ni lamentarse. Poseen una fe increíble y les queda lugar para sobrellevar su realidad con alegría y una sonrisa pronta.

Pude suponer que esto resultaba un poco común, pero que hoy es factible dadas las prioridades que viven los matrimonios jóvenes; sin embargo la lucha de esta mujer no termina ahí. A las  dos de la tarde que entrega a los niños que asisten a la guardería; sube a su coche y enfila hacia un albergue para niños inmigrantes que subvenciona el Estado y en el que presta sus servicios hasta las ocho de la noche. Le pregunté cómo funciona este lugar y que tipo de ayuda reciben los niños. Me explico los niños reciben  una asistencia integral; desde una bien adecuada alimentación, vestido, medicinas, etc., hasta la asistencia de psicólogos y en casos necesarios se buscan padres adoptivos temporales para proporcionar al niño la seguridad de un hogar protector que les brinda cariño y atenciones que sus padres, porque los han perdido o por razones económicas no les pueden proporcionar. También  reciben una atención muy especial aquellos niños que han sido agredidos sexualmente. Su respuesta fue una gran sorpresa y cuando le pregunté porque ella dedica tanto tiempo y esfuerzo en esta tarea, me explicó que sus padres llegaron como inmigrantes cuando vinieron al País que los acogió con sus dos pequeñas hijas y ella sólo pretende dar un poco de lo mucho que recibió entonces. Y me pregunto, ¿podríamos imitar a esta mujer y muchas otras como ella, y despojarnos de nuestra indiferencia ante las apremiantes necesidades de quienes sufren de las inclemencias del tiempo y el hambre?

Este es un urgente llamado a todo aquel que se precie de tener la capacidad de actuar con misericordia, llámese hombre o mujer, para que ponga en práctica lo que su  corazón le está gritando. Mucho de lo que poseemos, a la hora de nuestra partida será desechable. Hagámoslo útil hoy, en este momento que es necesario.

Nos quejamos del mal uso   que los gobiernos hacen de nuestros impuestos y con este pretexto hacemos a un lado la obligación moral que cada uno tiene de ver por los demás. Dejemos que ellos respondan de sus responsabilidades, y nosotros en la  proporción que nos sea posible prestemos atención a los más desvalidos. Yo sé que su respuesta no se hará esperar y, mientras tanto recordemos que, al final…TODOS SOMOS HISTORIA.