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Trump(icados)

Y al final, los Avengers no la armaron… el copete más rápido de Manhattan dejó claro cómo su poder es superior al de Ultrón, Loki o cualquiera de sus rivales pasado y futuros y los dejó regados en la banqueta, derrotados en toda la línea, sometidos como el resto del mundo por los próximos cuatro años.

En efecto, mister Trump (¡señor Presidente, don Donald Trump!) la hizo como los grandes: salió del divertido callejón del showbiz, armado con un discurso facilón, pegador, efectista… y se echó a la bolsa, nada más y nada menos… ¡60 millones de votos!

No le ganó a nivel de cancha a doña Clinton, quien obtuvo el apoyo de unas 400 mil personas más… Pero como el sistema electoral estadounidense es medio bizarro, pues el señor Donaldo (curiosa coincidencia con la política doméstica) será el mero macizo en el Gabacho en cuanto don Obama pase a desalojar la recámara oval… O como se llame.

¿Cómo carajos pasó esto?

Muchos –demasiados– se formulan la misma pregunta desde la noche del pasado martes cuando, tras el cierre de las casillas electorales en el territorio del tío Sam, comenzaron a fluir los datos y fue confirmándose paulatinamente el peor de sus (nuestros) temores: contra todo pronóstico, el impresentable candidato republicano lo había logrado y será el próximo depositario de los códigos nucleares con los cuales puede enviarse el planeta entero derechito al cósmico bote de la basura.

Muchos –demasiados– aún consideran la posibilidad de un milagro y piensan en cómo, por un improbable azar del destino, el (bizarro) procedimiento ulterior podría lograr aquello para lo cual se revelaron incapaces todos los políticos profesionales del país de las hamburgers y el pollo frito hipercalórico (y los súper héroes de Marvel): descarrilar al señor “construiré un hermoso muro en la frontera con México”.

En cumplimiento de la obligación –autoimpuesta a este espacio– de echar agua fría sobre las esperanzas de la muchedumbre, es nuestro deber sacarles del error: no va a ocurrir ningún milagro y el viernes 20 de enero, por ahí del medio día, el señor don Trump va a estar levantando su manita para cumplir con protocolo y hacerse cargo de los destinos del planeta y sus alrededores.

Huelga decirlo: uno de los más contentos será (ya lo es) el señor don Putin, pues ni en las mejores fantasías de los mejores novelistas rusos pudo haber tenido una oportunidad tan más mejor como ésta para inclinar la balanza del poder global hacia las estepas siberianas.

Pero eso, como diría la nana Goya, es otra historia. Ya nos ocuparemos del tema en pretérita colaboración… si acaso seguimos teniendo licencia para la expresión libre.

Por lo pronto, nuestro deber es conminarles a la asunción cruda, puntual y tajante de la realidad: el rey de los haters será coronado sin remedio y lo más parecido a eso es algo así como la liberación de los titanes en la primera película de Hell Boy…

Porque Mr. “no me puedo contener” no va a trasmutar repentinamente en individuo políticamente correcto ni se va a bajar mágicamente del tren en el cual viaja y donde solamente cabe la gente “tipo bien”, para quienes lo único importante es el número de cifras de su cuenta bancaria.

El señor Trump tiene ganas y el dinero suficiente (así como el expertis en materia de bancarrotas) como para no tomar en cuenta los riesgos políticos. Para él no debe existir sueño más chido: ya se ha de ver en una poltrona, en la parte más alta del muro, lanzado órdenes a diestra y siniestra para dispararle a mansalva a los violadores, traficantes y demás escoria mexicana.

Esto va a pasar: no importa si de nuestro lado de la frontera los políticos de todos los signos ideológicos pretenden convencernos de la imposibilidad de ser obligados a pagar por el muro, o de su decisión inquebrantable de defender los intereses nacionales… sólo había una persona capaz de impedir el intento de apartheid posmoderno: la Hillary.

Y vale la pena aclarar. Doña Clinton no era la única capaz de impedir el intento de construcción del muro porque nos quiera mucho o porque en su corazón los mexicanos ocupemos un lugar muy especial. La razón es mucho más simple: la señora Hillary es una política profesional y no un pelmazo coronado por un peluquín.

Entonces, ¿se va a construir el muro?

Pues quién sabe… podría ser. Es poco probable, en la opinión de este opinador, pero no es posible apostar al abandono temprano del proyecto por parte de mister “mi apellido nomás, vale como un titipuchal de millones”.
No es ésta, vale la pena señalarlo, la peor realidad posible para nuestros intereses. Todavía podemos empeorar más nuestras ya emproblemadas circunstancias.

–O sea, ¿cómo? –diría don Osvaldo Magallanes.

Muy fácil: dentro de dos años podemos elegir acá, como mero macizo, al hermano gemelo del mesías de Manhattan… al mesías de Macuspana.
¡Feliz fin de semana!

@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx