Cualquiera que conozca el historial de Trump en los negocios y en la política, sabe que es un simulador nato, que usa las amenazas de forma regular para obligar a los demás a plegarse a su voluntad. La amenaza de subir los aranceles de forma general a México en un 5%, si no deteníamos la inmigración proveniente de Centroamérica, se inserta en dicha lógica de chantaje.

El Gobierno Federal accedió por completo a convertirse en el perro guardián de la frontera sur de los Estados Unidos, aunque ello implique violentar los derechos humanos de los migrantes, pero no sólo eso, sino que lo ha celebrado como un triunfo de la diplomacia mexicana y se ha querido vender a la opinión pública como un rápida acción del gobierno que nos libró de un gran mal, aunque resulta claro para muchos, que el actual gobierno cedió todo, para evitar un mal que ni siquiera era real.

Trump se aventó una bravuconada y el Gobierno Federal cayó en redondo, porque ni siquiera supo leer bien las señales, porque un arancel general a los productos de México, no solo afecta a los mexicanos, sino a miles de empresas de los Estados Unidos que tienen proveedores de México, es decir, si la medida se aplicaba, Trump se iba a meter en problemas con grandes empresarios y contribuyentes a campañas políticas en los Estados Unidos.

No en balde hubo varios senadores y congresistas republicanos, el propio partido de Trump, que señalaron que no apoyaban la medida, ello se debió a que sus principales donantes les dijeron que eso los afectaba y, por ende, si no se hubieran opuesto, podía generar que los mismos perdieran dinero para sus campañas en las puertas de la elección del próximo año.

Así que en realidad se trataba de una medida imposible de implementar, pero que fue efectiva como espantapájaros, ya que causó miedo en el gobierno de México, que se olvidó de la noche a la mañana del discurso y las medidas a favor de los migrantes que habían sostenido durante meses y ni tardos ni perezosos, movilizaron a la recién creada Guardia Nacional, que debería estar combatiendo al crimen organizado, a la frontera sur con México. Todo por supuesto, a costa del presupuesto de nuestro país.

Debido a ello creo que el Gobierno Federal debe replantear la forma en la que se debe lidiar con Donald Trump, porque parece que ya nos tomó la medida y si blofear una vez le dio excelentes resultados, es previsible que en los siguientes meses y años vaya a seguir haciéndolo con la esperanza de que volvamos a caer en la trampa.

Debemos comenzar a entender que, a pesar de las enormes diferencias económicas entre Estados Unidos y México, entre ambos países hay una relación de interdependencia comercial, un intercambio intensivo de bienes y productos, que limitan el margen de acción de los gobiernos de ambos países. Por ende, las medidas radicales ya no son posibles, incluso para el presidente del país más poderoso de la tierra.

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