Trump y Juanga: una semana de color

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Trump y Juanga: una semana de color

Panem et circum, decían los romanos en la antigüedad: pero con lo caro de los combustibles en México, esa máxima se traduce a más circo que tortillas. La muerte del Divo de Juárez le cayó al Gobierno federal como aguacero en el mes de mayo. Por una semana los mexicanos estaríamos ocupados llorando la muerte del cantautor y nos olvidaríamos de los desaparecidos de Ayotzinapa, del conflicto de la CNTE en los estados de Oaxaca y Chiapas, del despeño y paupérrimo desempeño de la delegación olímpica en los Juegos de Rio, de la sesuda tesis pirata del Preciso…

Bueno, hasta en Coahuila le vamos a ofrecer un homenaje a Juan Gabriel: así lo anunció Sofía García Camil, parienta ella del actor y millonario Jaime Camil. Juanga era el único cantante que honraba al Benemérito de las Américas, en sus presentaciones, con su tradicional grito: ¡Arriiiba Juááááárez! Bueno, pues ojalá la funcionaria ponga un busto del Divo en el Recinto de Juárez.

Aunque a decir verdad, cuando Juan Gabriel hacía sus pinitos en la farándula, vino a la Feria de Saltillo a inicios de la década de 1970. Como andaba escaso de centavos, pidió posada en una casa del centro de la ciudad, con tan mala suerte, que las señoritas propietarias de la vivienda, lo denunciaron a la policía por ratero. Se presentaron los jenízaros, cargaron con Juanga y lo remitieron al fresco bote. Ahora sí podemos presumir los saltillenses: Juan Gabriel estuvo mascando fierro también en la antigua cárcel municipal de la calle de Bravo, hoy anexo del Centro Cultural Vito Alessio Robles.

Después de unos días, las señoritas encontraron debajo de un ropero las joyas y el dinero que habían echado en falta, y sin un disculpe usted siquiera, las autoridades pusieron en libertad al desconocido cantante de origen michoacano.

Juan Gabriel lo relató muchos años después, cuando regresó a esta ciudad, previo a su presentación en el palenque de la Feria. “Por eso no me gusta venir a Saltillo, me trae muy malos recuerdos”, dijo entre sollozos, mientras se limpiaba las lágrimas.

La tendencia política de Juanga se hizo patente en la elección presidencial del año 2000, al apoyar a Francisco Labastida Ochoa, candidato perdedor del PRI. ¿Le echó la sal? Quién sabe, el tricolor ganó doce años, y no siete, de mala suerte al hilo. 

Todavía se recuerda el estribillo de un jingle electoral: “Ni Chemo, ni Chente, Francisco será presidente”, en alusión a Cuauhtémoc Cárdenas y Vicente Fox. Él también perdió: en el sexenio de Vicente, la Secretaría de Hacienda lo obligó a pagar el tributo que el Divo de Juárez adeudaba al Estado mexicano (aunque no faltó después un alcalde de su amada Ciudad Juárez que lo ayudara a evadir de nuevo los recargos sobre los recargos, que Juanga llevaba como juanetes sobre los juanetes).

En la efervescencia que inicia por la gubernatura de Coahuila, algunas de sus canciones podrán ser útiles también como jingles de campaña. Por ejemplo, Guillermo Anaya Llamas, quien tiene varios lustros buscando la silla del Palacio Rosa, entonaría estas frases: “No, no, no, yo no me resignaré, a perderte nunca, aunque me castigues con ese desprecio que sientes por mí”.

En los barrios pobres, los candidatos de los partidos morralla, los partidos comparsa que sirven como coristas y bailarines de los grandes partidos, utilizarían la tonadita inaugural de Juanga, la que depositó el primer millón de pesos en sus bolsillos: “No tengo dinero ni nada que dar, lo único que tengo es amor para dar”.

La única mujer por el PRI que ha hecho públicas sus aspiraciones, con una larga trayectoria en el servicio público, la senadora Hilda Flores Escalera, le ha valido además, una senda paliza en redes sociales y en las columnas políticas, cantaría, o más bien, ha de estar cantando: “Por qué me haces llorar, y te burlas de mí, si sabes tú muy bien que yo no sé sufrir”.

Como decíamos, la muerte del Divo de Juárez cayó como aguacero en tiempo de seca, hasta que con tan mal tino, y en plena semana de duelo, a nuestro bendito Presidente se le ocurrió invitar a Donald Trump, el odiado y odioso candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, para visitar México. 

La visita unió a intelectuales, líderes de partidos opositores al PRI, artistas, locutores de radio y televisión, desde Fernanda Familiar hasta Marco Antonio Regil, en un sólo coro: “Pero qué necesidad, para qué tanto problema”. (Vamos, hasta el último reportero de a pie de este país se carcajeó y se la curó con la extraña e irracional ocurrencia del equipo del presidente Peña.) Es fecha, todo mundo se hace la pregunta: ¿por qué invitar al personaje más odiado por los medios de comunicación, a venir a nuestro país a hacer campaña y a ratificar su desprecio por los mexicanos?

Después de la reunión del Presidente Enrique Peña Nieto con el candidato republicano, por la noche, en la residencia oficial de Los Pinos se escuchaba el coro de una triste canción: “hasta que te conocí, vi la vida con dolor”. No sabemos si estaba dedicada al talentoso funcionario que sugirió la reunión, o si se la cantaban a Donald Trump.

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